Entrevista | María A. Hermosilla Catedrática de Teoría de la Literatura
"Conviene no confiar en que ya se ha llegado a la anhelada igualdad"
Elena Román
María Ángeles Hermosilla es doctora por la Universidad de Salamanca, investigadora, crítica literaria, catedrática de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Córdoba, conferenciante, además de profesora en varias universidades internacionales. Ha sido directora, durante 29 años, del grupo de investigación «Lenguajes», así como miembro del Consejo Andaluz de Bibliotecas y del consejo rector de la Fundación Botí de Artes Plásticas en Córdoba. Ha publicado o editado ocho libros y más de medio centenar de artículos académicos.
-Me comenta una buena amiga, que fue alumna tuya, que en las clases de crítica literaria relacionaba todos los elementos del arte a la hora de analizar una obra: cine, pintura, literatura... y que invitaba a tener presente, dada su importancia, los códigos que subyacían en una obra. ¿Todo tiene que ver con lo que no siempre se ve?
-En efecto, en la obra literaria están presentes, a modo de palimpsesto (como sugería el título de G. Genette), no solo textos literarios anteriores o coetáneos, sino también otros sistemas de signos: la música (recordemos, como ejemplo, las ‘Sonatas’ de Valle-Inclán), la pintura (en general en la vanguardia, donde los rasgos del futurismo, cubismo o del surrealismo se manifiestan en la poesía; pero también antes, como sucede con el impresionismo en las novelas de Baroja y Azorín) o el cine, de cuyo discurso es deudora parte de la novela desde mediados del siglo XX (Aldecoa, García Hortelano), hasta hoy (Javier Marías o Fernández Mallo).
-Decía, en una mesa redonda sobre el surrealismo en el XI Encuentro de Poesía, Música y Plástica de Puente Genil, que hoy llamamos «surrealista» a todo lo que se nos antoja raro. Ocurre algo parecido con la palabra «especial», que no se sabe por qué le ha sido asignada una connotación negativa. ¿Cree que el concepto del surrealismo está infravalorado actualmente, o que su planteamiento es confuso?
-Lo que dije en mi intervención es que muchas veces el uso del término no es exacto, porque se emplea sin referencia alguna al movimiento de vanguardia que sucede al dadaísmo y, en otras ocasiones, hace alusión a todo lo que en el lenguaje es hermético u opaco, sobre todo en poesía, olvidando que la disociación entre el elemento real y el figurado en la metáfora no es propio solo del surrealismo, sino de la vanguardia y, de este modo, ya la postulaba el poeta cubista Reverdy en la revista ‘Nord- Sud’.
-Entre géneros y personas, ha estudiado y escrito sobre la prosa de Manuel Azaña, sobre la poesía de las mujeres, sobre las vanguardias, sobre el misticismo, sobre la teoría y crítica literarias y la interacción de códigos (especialmente en pintura y literatura) y seguramente me salte otros temas. ¿Cuál podría decirse que es el campo o autor en el que se siente más segura o más cómoda?
-La persona que inicia una trayectoria universitaria en Humanidades, en cuanto profundiza en algún tema se hace preguntas, y su investigación responde a las cuestiones sobre las que ha indagado y cuyos resultados, aunque pertenezcan a autores del pasado, pueden servir para leer mejor nuestro mundo o las obras actuales. Así pues, cuando se llevan más de 40 años en la Universidad, los intereses van cambiando porque nosotros no somos los mismos, la sociedad tampoco y nuestro acercamiento a las obras se amplía con respecto al que teníamos cuando las leímos por vez primera. Y es que el saber en Humanidades es acumulativo. Por ello, no puedo decir en qué autor o tema prefiero trabajar. Cuando empecé mi tesis doctoral, en los años de la Transición, hubiera dicho que ese escritor tan poco conocido que fue presidente de la II República Española; hace treinta años mi afición a la pintura o al cine determinó que me interesaran las relaciones del texto y la imagen y hace algo más de veinte estudié con más atención la literatura escrita por mujeres, porque presentaba temas por los que yo me preguntaba y voces que los expresaban con un lirismo, con frecuencia distinto, como me sucedió cuando leí a la cordobesa Juana Castro, a la que se homenajeó en Puente Genil el pasado 8 de noviembre.
-Cuando ha ejercido como antóloga o editora, ha adelantado nombres de mujeres que en su día apenas si eran conocidas y que hoy son punteras. El papel de la mujer hoy en la literatura, ¿cómo lo percibe? ¿Tenue, consistente, otro adjetivo...?
-Como antóloga o editora he tratado de conocer más textos de autoría femenina, releyéndolos con otros ojos en el caso de autoras conocidas, y tratando de recoger voces que habían pasado desapercibidas en el pasado o que, habiendo alcanzado notoriedad, luego fueron olvidadas, circunstancia que también se da y que suscitó mi curiosidad. Por otra parte, del mismo modo que seguía atenta a las publicaciones de los autores actuales reseñados en suplementos literarios, empecé a tomar nota de las obras de escritoras, a leerlas y luego analizarlas. He de confesar que, al igual que descubrí literatos como Fernando Merlo, los publicados en ‘Antorcha de paja’ (Córdoba, 1973-1983), Pablo García Casado, Juan Antonio Bernier o Rafa Antúnez (por citar solo algunos cordobeses), me fascinó la poesía de una joven Elena Medel, que fue alumna mía, Concha García o, como ya he dicho, la potencia del universo femenino de Juana Castro.
En cuanto a la pregunta sobre el papel actual de la mujer en la literatura, hay que reconocer que, afortunadamente, como en otros campos, va alcanzando protagonismo, en parte gracias a las políticas de igualdad, pero conviene no confiar en que ya se ha llegado a la anhelada igualdad, pese a que algunas autoras hayan obtenido ciertos premios.
-Como miembro de jurados literarios de los que ha formado parte, y dado que pasan por sus ojos montones de obras de nuevos y no tan nuevos autores, ¿cómo ve el panorama actual de la literatura? ¿Cree que goza de buena salud o todo lo contrario?
-La literatura goza de buena salud, por mucho que se diga que hoy no se lee tanto como hace unos años. Actualmente no faltan ciclos de poesía, presentaciones de libros a los que asiste público interesado, jóvenes que leen y escriben, etc. Pero también hay que decir que la buena escritura nunca ha tenido una amplia recepción, como no la tuvo Góngora. Y sin embargo actualmente seguimos leyendo y estudiando al gran poeta cordobés, aunque no siempre interese al gran público, quizás porque el mundo está regido por una especie de esquizofrenia: se mueve por el mercado, pero avanza, y en algunas épocas da pasos de gigante gracias a la lectura, la reflexión y el conocimiento.
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