Poesía

Intimismo y claridad

El granadino Enrique Morón publica ‘En el perfil del sueño’

Enrique Morón.

Enrique Morón. / CÓRDOBA

Enrique Morón posee una larga trayectoria desde que en 1970 publicó su primer libro ‘Paisajes del amor y el desvelo’ hasta este último ‘En el perfil del sueño’. Lo que hace un total aproximado de treinta y cuatro libros de poesía que fueron reunidos en ‘Poesía completa 1970-2021’. También ha escrito teatro con siete obras entre las que podemos citar ‘La mecedora’ (1998), ‘Trilogía del esparto’ (1999) o ‘Monólogos para una triple soledad’ (2017). ‘El bronce de los días’ (2003) recogía sus memorias. Es catedrático de Lengua y Literatura Española de instituto y académico de la Academia de Buenas Letras de Granada.

Desde mi punto de vista se trata de un escritor que durante la década de los 70 tuvo una buena recepción y se situó en antologías generales importantes, pero posteriormente por razones que no vienen al caso ha permanecido en un cierto anonimato para el resto del país, encapsulado en la abundante poesía que se escribe en Granada. Es un escritor que considero de gran valía y con un enorme dominio del soneto y de la lírica tradicional en la que se mueve con gran facilidad.

‘En el perfil del sueño’ es una obra directa, clara, sencilla y humilde que refleja muy acertadamente la personalidad del escritor, siempre afable y sincero en el trato humano. Sus apartados determinan el horizonte temático por el que nos vamos a mover: «Intimidad», «Nuevos paisajes», «Amor poniente», «Silencios y timbales» y «Crónica social». «Intimidad» aborda el asombro vital desde esa orfandad inicial y una infancia sin horizonte a través de la que nos va llevando por su camino personal, donde la búsqueda propia está muy presente tanto como un camino de aflicción y un tiempo de vencimientos e ilusiones perdidas. Una lírica anclada en la memoria y en la reconstrucción de su pasado, la soledad, el olvido, la tristeza y los abismos personales en ese tiempo reconstruido: «Pienso en todos los seres que me amaron/ y en todos los que amé,/ a lo largo del tiempo». Poesía confesional, directa y sencilla que nos habla de un corazón que se autoanaliza: «Pues que la vida, amigos,/ es sólo una mirada de extrañeza/ hacia nosotros mismos». Un temblor profundo donde la metaliteratura alcanza su camino y cauce, y encuentra su mundo: «Para escribir poesía,/ me basta la nevada de unos folios/ sobre mi corazón».

En «Nuevos paisajes» el motivo del viaje, está muy presente, con la pena el dolor y la alegría, la persistencia de la búsqueda o el machadiano concepto del silencio pero también la imagen de la muerte como elemento que emerge muy mariqueñamente: «Desde esta soledad de amaneceres/ me observo en el silencio del sendero/ o en las profundidades de los ríos/ que parten hacia el mar». Es un encuentro consigo mismo, con el hombre que es y el que fue, con «la pequeñez del hombre/ que sueña a la altura de los dioses» para desembocar en el llanto o en los días que se suceden «cual aves que se alejan». Una lírica de la espera y de las sombras que determina su propio mundo «dulcemente triste».

En «Amor poniente» surge con fortaleza, con su prodigio de osadía y encuentros, animado por el paso del tiempo que ahora se observa con otra perspectiva, aunque es consciente de que poco ha cambiado, «somos los mismos/ de aquella juventud irreverente». Un amor con espinas y la necesidad de la presencia de la amada para concitar su existencia, la necesidad de la palabra, del encuentro y de que la tenue llama no se agoste con el tiempo: «Es algo así, como una tenue llama/ que por tus labios brinca/ hacia la brisa de la tarde».

«Silencios y timbales» habla del concierto de la amistad, y la gratitud de esta, así como de la presencia de una ancianidad acariciada en los paisajes de febrero, intentando no perderse en la noche y asirse a la luz, a pesar de los errores cometidos, de la juventud de antaño y de que «los años pasan/ haciendo acueducto deslunado/ en la lagunas de silencio», que se mueven entre la rememoración de la juventud y el momento presente, edad sombría, «donde los gorriones/ indulgentes me miran,/ al recordar la juventud».

Finalmente, «Crónica social» aborda la existencia y la define alejada del entusiasmo y anclada en el pesimismo, los años de pandemia y la palabra, el verso, para redimirlo «de tanta soledad». Hay un hondo pesar en este hombre sencillo y afable que como un viejo filósofo contempla el mundo con distancia y habla confidencialmente con luminiscencia y bonhomía: «Estamos situados en el borde/del precipicio». Una lírica profundamente humana que se centra en el ser, en su dasein, y el gemido amargo del mundo: «Pues esta no es la hora/ de darle rienda suelta al entusiasmo/ y sujetar sus brida,/ pudiera ser, quizá lo más prudente».

‘En el perfil del sueño’.

Autor: Enrique Morón .

Editorial: Nazarí . Granada, 2024.

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