NOVELA

La curiosidad del demiurgo

John Banville regresa con ‘Las singularidades’

John Banville.

John Banville. / ALEJANDRO GARCÍA

Gonzalo Torné

Los lectores de John Banville (Wexford, Irlanda, 1945) saben perfectamente lo que van a encontrar en sus novelas: un maestro del estilo y un mago de la metáfora, un talento sensorial único y un abordaje imprevisible de la frase. Parece a veces comprometido con no entregarle al lector una sola frase que no esté bien elaborada literariamente, loca por escapar a las inercias y la expresión convencional. El resultado es un párrafo denso (al estilo de las buenas sopas) y una morosidad de la acción (como si viéramos pulir, bloque a bloque, el mármol de un palacio) que al principio puede sobrepasar (o por lo menos aturdir) al lector acostumbrado a una prosa más funcional, pero una vez adaptado al ritmo y a la exigencia de Banville encontrará muchísimas recompensas. Su prosa pertenece por derecho propio a la familia de las de Saul Bellow, Vladímir Nabokov y John Updike. Así que les animo a perseverar.

En cuanto a los viejos conocidos de Banville, pueden estar tranquilos, la edad no ha limado su compromiso con la expresión feliz y elaborada. Concurren en ‘Las singularidades’ otros de los lugares comunes de Banville: el gusto por la ciencia, el escrutinio de inteligencias superiores con problemas de adaptación práctica y la mirada sardónica y desconfiada hacia los demás (el ángulo desde el que prefiere observar y desarrollar sus narraciones).

Banville añade aquí la casa de campo como escenario cerrado y casi teatral donde los personajes puedan interactuar preservados de interrupciones exteriores, una situación muy querida por la novela británica, y que por momentos recuerda a los juegos de inteligencia de Iris Murdoch.

Pese a la morosidad de la acción y lo cuidado de cada frase no crean que se trata de un libro estático, ni siquiera introspectivo o desdeñoso del argumento. Mientras el lector paladea las exquisiteces verbales, el ingenio figurativo y las audacias verbales de Banville aquí pasan cosas y muchas. La situación de partida involucra a tres personajes: Freddie Montgomery, que acaba de salir de la prisión y decide visitar la casa de su infancia; y la pareja que vive allí, Helen, antigua actriz prematuramente aburrida de la vida, y su mediocre marido cuyo rasgo de personalidad más destacado es ser hijo del ilustre científico Adam Godley, cuya fúnebre sombra revolotea sobre el trío. El resto es un juego de espejos y persecuciones emocionales que merece la pena no desvelar.

Señalar tan solo el gran acierto del libro: la voz narrativa que desde la primera página se anima a contarnos la historia, y que es nada menos que el demiurgo que creó la tierra (o por lo menos el planeta Banville). Pese a su desempeño como alfarero de mundos quizá sería excesivo llamarle dios, incluso en minúscula: tiene más de diablillo travieso que trabaja con un barro y otros materiales de dudosa calidad. Aunque cargado de imperfecciones sigue mirando con una curiosidad viva a sus criaturas: muy en especial a Freddie Montgomery. Una voz narrativa que comparte con el gremio de novelistas su irresponsable imaginación y que le permite a Banville dar rienda suelta a esa socarronería que desde hace ya tantos años se imprime en sus páginas como una marca de agua.

‘Las singularidades’

Autor: John Banville.

Editorial: Alfaguara. Madrid, 2023.

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