POESÍA

La piel es la forma de la poesía

‘Historia del tacto’, del marbellí Sergio Navarro, ganador del Premio Grande Aguirre

Sergio Navarro. | CÓRDOBA

Sergio Navarro. | CÓRDOBA / Juan María Prieto

La caída de un gorrión es la escritura más antigua». ¿De qué sustancia está hecha la escritura? ¿Cuál es el sentido, la causa primera del poema? Para responder a estas preguntas, para rebelarnos contra los límites que estrechan la repercusión del género en el mundo del arte, cabría la opción de desprejuiciarnos y abandonar el mundo de la mera idea, del sentimiento, de la «sensibilidad» barata. Acaso, este último término, podría tornar en una apuesta más nítida por el lenguaje, más precisa, adoptando el significante «sensorialidad», una vía que centraría la mirada en lo sensitivo (ojalá nos escuche Rubén Darío) en una suerte de fisicidad como sustancia primigenia del acto poético, de la pulsión más esencial. Historia del tacto, la última obra de Sergio Navarro, nos ofrece el camino de la pureza, la más recia raíz para ese noble aunque terrible acto de erigir el poema. En los primeros versos de la obra, el yo lírico nos confiesa ya ese viaje personal: «Yo hablo, musa, la devastación / de mi ciudad pequeña».

Ante dicha desolación, la obra, último Premio de Poesía Joven Grande Aguirre, propone un imaginario valiente, de un extraordinario vigor, donde la metáfora de lo táctil no es sino un preámbulo de la memoria y, como consecuencia, de la comprensión del mundo en el presente (o viceversa): «El horizonte es una memoria». Historia del tacto es un poemario sobre nuestra futilidad, sobre la incomprensión, sobre la forma, sobre el tiempo, sobre la finitud. «Tentar» es descubrir la sustancia, pero también la vulnerabilidad y el dolor a que nos condiciona una realidad configurada por decisiones ajenas y propias. Por ello, la principal elección del yo lírico será la palabra, que le permitirá afrontar la violencia de la exterioridad con una lúcida desnudez. «En mi palma retumba la muerte./ Su destello me rasga».

El yo lírico trasciende la biografía doméstica y familiar para proyectarse y trasladar al mundo una mirada universal de indiscutible calidad descriptiva: «Una paloma picotea/ la raíz de la nieve./ Desarraiga el invierno./ La vida es su pureza». De hecho, más allá del posible atrevimiento interpretativo ante una obra tan singular -Sergio Navarro, a pesar de su juventud, es sin duda una de las voces más auténticas y doctas de la poesía andaluza-, la publicación de Historia del tacto supone una aparición feliz y necesaria en el panorama poético actual. Permítanme destacar el apartado «El milagro de la caridad de Luis Cernuda», donde el autor materializa un extenso poema en un guiño al autor del 27. Asimismo, la relevancia del «tacto» se extrema en el apartado «Senderos del mar rojo», que refuerza una estructura en que Navarro construye toda una hermenéutica «dérmica». Con todo, la cotidianeidad, la sal, el sudor, la caricia: «El primer día fue el tacto».

Y es que lo único eterno, junto al poema mismo, es la naturaleza, -ni siquiera el amor o el daño- o ese mar que nos eriza la piel, o la luna que hipnotizó nuestras infancias, o la Belleza. La Belleza, sí: «La verdad es violenta hasta la piedra, / hasta esa sangre dura, / en que el latido acaba». Qué dulce violencia, la verdad y su caricia.

'Historia del tacto'

Autor: Sergio Navarro

Editorial: Universidad Popular José Hierro. Madrid 2022

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