CARTAS DEL NORTE

Siempre quedará el rastro

Día de domingo entre Highsmith, Thomas y Mañas

Estantes de libros.

Estantes de libros. / CÓRDOBA

Una de las actividades con las que más disfruto es con la visita dominical al rastro de mi ciudad. Suelo hacerla temprano, muy temprano, tanto que mi mujer suele decirme medio en broma, medio en serio, que si no me dedicaré a ayudar a los rastreros a colocarles los puestos. Algo de razón no le falta, ya que es en esas tempranas horas cuando suelen encontrarse (cada vez menos, todo hay que decirlo) aquellas curiosidades que hacen del domingo un día más agradable. No voy a enumerarles los libros que me he comprado en el rastro, son innumerables y no merece la pena, ya que soy de la opinión que los libros, como objetos que son, siempre tienen un camino de doble dirección. Hoy los compro y mañana se los entrego a la misma persona que me los vendió. Son los últimos resquicios de un estraperlo actualizado. Voy a hablarles de las fotografías que suelen encontrarse en los rastrillos y que tanto me llaman la atención últimamente, hasta el punto de que me estoy haciendo con algunas. Una de ellas, muestra una familia acicalada, el padre en medio sentado, los hijos a su alrededor, la madre... ausente. Una vieja fotografía en la que el progenitor muestra la arrogancia taurina de los desposeídos precozmente de la persona querida mientras sus vástagos herederos mantienen enaltecidos su pose, enmarcados en el orgullo de los perdedores. La más pequeña, aún desconoce la diferencia entre la vida y la muerte. Y es que, enlutados prematuramente, apenas tuvieron tiempo de prepararse para el primer retrato en orfandad. Esa es la belleza de las viejas fotografías que aun hoy en día se encuentran en los rastrillos. Pero si les he de ser sincero, abandono rápidamente la revisión de viejas fotografías para centrarme de nuevo en los libros, benditos libros, ya que comienzan a aparecer por los puestos los consabidos tiburones a la caza y captura de ‘ejemplares chollo’, que puedan revender cuidadosamente a un anticuario. Un ejemplar me saca de mi particular ostracismo.

Los ‘Diarios y cuadernos’ de la Highsmith, escritora que me perturbara desde mi adolescencia, a raíz de la lectura de ‘El temblor de la falsificación’, a mi juicio una de sus novelas más logradas, resplandecen entre las novedades del día. Y es que, en estos ‘Diarios’, la escritora nos habla entre libros y cuadernos, de su adolescencia, su juventud, y su descubrimiento de la sexualidad, además de sus amigos y los no tan amigos. Cerca, muy cerca, se encuentran los ‘Cuentos completos’ de Dylan Thomas editados por Nórdica, una editorial que ama como pocas el libro, y que ha sabido sobreponerse a aquellos inicios en los que estaba especializada en literatura nórdica. Sergio del Molino y su particular visión de la España de los años 80, con el que discrepo tanto en el fondo como en la forma, y una novela histórica que tanto gusta a aquellos que frecuentamos los tenderetes, ‘¡Fernán González!’, de José Ángel Mañas, autor de ‘Historias del Kronen’, para muchos la gran novela de la movida madrileña y de la impostura que generó. Y es que ya se sabe, como dijo el escritor Jesús Alonso, «no hay impostor sin espectador: el impostor actúa ante el otro y en el otro; el otro es para el impostor público y escenario. La impostura es un acontecimiento interactivo, el impostor se transforma y provoca transformación. Un gran impostor tiene la virtud de cambiar el mundo de quienes le rodean». Disfruten de la semana, disfruten de la lectura. Yo, seguiré rebuscando a la caza de ese ejemplar que me haga sobreponerme a los inevitables madrugones dominguero.

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