Diario Córdoba

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POESÍA

Las piedras transparentes

Irene Solá da voz a la naturaleza a través de su poemario ‘Bestia’

Irene Solá. ASLI YARIMOGLU

De todas las obras, poemarios y novelas, biografías, ensayos y libros de viajes, que he leído con gusto de un lustro para acá, ninguna guardaba impresa en su estructura la belleza lumínica, la perfección, la magia y el misterio poético que acuna entre sus páginas la deliciosa novela titulada ‘Canto yo y la montaña baila’, de Irene Solá, editada en Anagrama hace tres años. Adentrarse de golpe en el lírico universo, en el parpadeante espacio literario que despliega Solá en su novela referida es como pasear después de anochecer por la densa espesura de un viejo bosque de olmos guiado por el titilar de las luciérnagas y el rumoroso ulular de los autillos, hallando en nuestro romántico paseo rincones y espacios inéditos, hermosísimos, tintados por un resplandor escalofriante. Nadie que penetre en la obra de esta autora, narradora y poeta, además de artista visual, saldrá indemne de ella. Leer a Irene Solá marca sin duda, pero sobre todo ayuda a ser feliz y a sentirse arropado por la magia y el asombro que despierta en nosotros una obra literaria absolutamente escrita a contracorriente de las modas al uso, de esa narrativa fácil, exenta de magia y poesía, deshuesada, que tanto gusta a millones de personas que desconocen la gran literatura, la que se escribe para perdurar y deja encendida una indeleble huella de oro y jazmines en el alma del lector.

Irene Solá (Malla, 1990) ha trazado un hermoso camino literario con una novela que quedará en el tiempo y que, ahora, confirma con un bellísimo poemario, titulado ‘Bestia’, editado con primor en La Bella Varsovia, la editorial poética dirigida por la escritora cordobesa Elena Medel. Y uno de los aciertos de la citada editorial es que apuesta por líneas poéticas genuinas, por voces comprometidas como esta de Irene Solá, poesía de altos vuelos, esa que bulle en la herida de la luz y exuda el frescor de los limpios manantiales donde beben los astros y los pájaros celestes. Aquí, en este poemario ‘Bestia’, traducido por la mano de Unai Velasco de su original en catalán, burbujean los espíritus de la Naturaleza, la fragancia otoñal de los ánades que se aman: «Duermes a mi lado como una montaña/ y ni siquiera roncas/ y ni siquiera abrazas» (pág. 29). El lector halla aquí la pulsión de lo sencillo pasado por el tamiz de la espesura que abraza la luz en los días invernales, cuando llueve en el bosque y los mirlos se refugian buscando el recodo sublime de un arbusto donde cruje el amor hipnótico del aire: «La noche era negra como licor de mirto.../ Y llamaste para decir que estabas perdido, Irene» (pág. 31). Versos limpios, rotundos, silenciosos como cárabos que desgarran la brisa de plata a medianoche con el sigilo sedoso de su vuelo. La poesía de Solá es de una singularidad que sorprende al lector y lo deja noqueado por introducirlo e invitarlo a caminar por sus versos plagados de cálida inocencia. Versos aparentemente secos, sobrios, que esconden, no obstante, en su masa transparente el misterio intangible de la vida que nos cerca y, sin querer, a menudo, nos golpea extrayendo de nuestro interior dolor, nostalgia por regresar al lugar de la inocencia que quedó a nuestra espalda sepultado en el silencio: «Podríamos hacer muchas cosas:/ subir al tejado,/ papá tiene una escopeta,/ la yegua tiene el pelo suave» (pág. 41). Irene utiliza para construir sus versos palabras cercanas, muy cálidas, sencillas, que pone a rodar dentro del poema como si fueran guijarros de cuarcita, piedras transparentes que dejan traslucir, mientras ruedan sin prisa delante de nosotros, el dulce misterio de las cosas cotidianas que enhebra el azar sosteniéndonos en su asombro. Las palabras que forman el poético armazón de este libro de versos jugosos, originales, no han sido talladas ni esculpidas por el viento decadente e ignífugo de la azul melancolía que a todos nos cubre y llena de sosiego, y también de cansancio, un domingo por la tarde. En los versos de Irene no hay palabras sosegadas, sin embargo, al leerlas encadenadas en el poema dejan en el lector un poso de melancolía que tiene mucho que ver con el misterio de las tardes infantiles que recubre con su capa de musgo y penumbra el desangelado otoño, porque el otoño, en el fondo, es la inocencia, la claridad vespertina de la infancia: «Te conté todas las pecas, / como estrellas, / y entonces me reí de tus constelaciones» (pág. 69). Poesía proteica, sobria y esencial, es la de este poemario, ‘Bestia’, un libro único, un hermoso mosaico de piedras que nos hablan.

‘Bestia’

Autora: Irene Solá.

Editorial: La Bella Varsovia.

Barcelona, 2022. 

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