Diario Córdoba

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POESÍA

Vértices de la serenidad

Siruela reúne los ‘Tratados de armonía’ de Antonio Colinas

Antonio Colinas. R. García

Los símbolos de la luz y la armonía, de la serenidad que nos embarga cuando contemplamos la Naturaleza o hallamos la línea sublime del amor que enlaza todos los frutos de la tierra, las aves y los árboles, en una comunión de elementos sagrados, es la emoción primera que uno siente al leer los Tratados de armonía de Antonio Colinas en un solo volumen hermosamente editado por Siruela. El poeta esencial y magnífico escritor de La Bañeza comenzó a publicar estos Tratados de armonía en el año 1991, apareciendo algo después el segundo libro, Nuevo tratado de armonía, en 1999. Por otra parte, ya en el nuevo siglo, salió a la luz otra obra del leonés, La simiente enterrada, que entronca en la forma y el fondo con la línea de los libros citados, y esta ve la luz en Siruela, mientras que los otros fueron editados en Tusquets.

De cualquier manera, este es un detalle nimio, meramente anecdótico, ya que ahora observamos en este espléndido volumen, acertada recopilación de sus tratados, una unidad temática y formal absolutamente armónica en su esencia, regalándonos su autor uno de esos escasos libros fundamentales, y fundacionales, que, en los malos tiempos que corren para la lírica, la vida serena, y la sensibilidad, ayudan a vivir desde las primeras líneas: «Hay palabras que, por más que se griten, no suenan, no se oyen. Por el contrario, hay silencios que, por más que se acallen, hablan a la manera del agua del manantial, la cual sortea las rocas y se expande sin cesar» (pág. 43). Textos como este, a caballo entre el aforismo, la reflexión, el pensamiento filosófico o el poema en prosa, nos muestran la sensibilidad exquisita, cálida, la tenaz precisión y sabiduría poética de Colinas a la hora de escribir una obra literaria de una belleza emotiva, lacerante, que armoniza y endulza el alma del lector que penetra en este volumen narrativo impregnado de una poética belleza, de calidez humanística y humana, de una sensibilidad nada común.

Estructurado en cuatro partes, o espacios, que se complementan, se funden y armonizan, cada uno de los tratados, en total cuatro, puede funcionar, y funciona, autónomamente, sin necesitar apoyarse en los restantes. Aunque todos actúan como vasos comunicantes. Cuando uno deambula por entre las páginas del libro, enseguida percibe que cada parte tiene un tono, un timbre distinto dentro de su esencialidad, pero hay algo sublime e indeleble que los une en una materia sólida y amable.

Así, por ejemplo, en primer Tratado, hallamos magníficas reflexiones y textos líricos sobre la obra y vida de Juan de la Cruz: «Ya muerto, llegó el reparto de los huesos -reliquias-, el ritual de partir el cuerpo sin saber que él ya no estaba allí en la carne y en los huesos, en la tierra, sino fuera, en la luz. La luz que ellos no veían ni comprendían» (pág. 92). Textos como el anterior, fragmentos armónicos, serenos, habitados por un resplandor que nunca ciega, sino que humaniza y dignifica las miradas de quien se detiene a saborear la fibra mística y candeal de cada frase, de cada palabra que aquí aparece escrita, hacen de este volumen un refugio sosegado donde guarecerse para huir del frío, del dolor y la angustia que, a diario, nos rodean y acaban estrangulando nuestro ánimo, nuestro deseo de amar y transcender por encima de esta sociedad inhóspita donde a sus anchas campean la amargura, el rencor y la envidia hecha lluvia, nieve gris.

No obstante, la lluvia que uno halla en estos textos, en estos «hermosos tratados» de Colinas es una lluvia de luz, de claridad: «Tras las primeras lluvias de otoño emanan de la tierra nuevos aromas. A través de ellos vuelvo a sentir de golpe lo más esencial de mi pasado», nos dice en la página 97, y algo más adelante escribe lo siguiente: «Con qué pureza se revela el mundo al alba. Cada luz, cada aroma, cada sonido están como recién hechos. Alguien parece poner, en esta hora prodigiosa, en orden el mundo» (pág. 118). Aquí, como vemos, deslumbra la armonía expandiendo los vértices de la serenidad. Antonio Colinas, un poeta magistral, nos regala en este ‘Tratados de armonía’ un manojo de textos lumínicos, vitales, que dejan huella indeleble en nuestro espíritu: «Un simple alto en el camino para deshacer despacio, entre los dedos, un puñado de tomillo florido» (pág. 427). Fragmentos como este, espléndido, sedoso, como un ruiseñor edificando el mundo con la arquitectura leve de su trino, hacen de este volumen un libro indispensable para luchar contra la fealdad que, a diario, observamos a nuestro alrededor.

‘Tratados de armonía’

Autor: Antonio Colinas

Editorial: Siruela. Madrid, 2022

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