poesía

Sin olvidar la que fui

Concha García.

Concha García. / SÁNCHEZ MORENO

Regresar a lo que es la esencia de una voz no suena a repetición como pudiera pensarse, sobre todo cuando no se deja de indagar y avanzar en el juego con el lenguaje y sus posibilidades, y se tiene clara la dirección a seguir. La presencia de un yo que igual a ratos toma el protagonismo, como se echa a un lado para que el acontecimiento domine la secuencia, es una práctica que esta autora maneja con solvencia, con el paso de los años y los libros, ya en plena madurez. Y fiel a unas señas de identidad en las que se ha venido trabajando a lo largo de las estaciones y los libros, la mirada femenina, introspectiva, entra y sacude, no consiente que todo quede en la ‘normalidad’ en que hallamos las cosas y las situaciones, sino que se ve alterada por esa percepción que se refleja en cada verso, cada pregunta que se lanza al aire, y cuyo ‘boomerang’ no viene en forma de respuesta directa: «se derriten las preguntas y sus / equívocas respuestas».

Lo de fuera permanece estático, hay que entrar en esa dimensión, no esperar el temblor, sino salir a su encuentro. Y el sujeto poético sabe bien cómo abrir esa cerradura, cómo hacer que el tiempo transcurra en el centro del escenario sin que sea aparatosa su presencia: «Si me coloco donde ayer estuve / no coincide la silueta ni el instante». Prolifera este tipo de construcción sintáctica, con tono casi sentencioso, en la firmeza de que el hallazgo se posiciona correctamente dentro del discurrir del poema. Quedan ‘restos’ de ese juego de voces, de la búsqueda de esa otra ‘ella’ que como un sello personal Concha dispuso ya en sus anteriores trabajos: «Solía transitar cerca para ir / al supermercado, mientras / trataba de olvidarme de la que fui».

Los temas universales de la poesía adquieren otra perspectiva al pasar por el filtro de esta mirada. Y el amor, tan presente durante toda su trayectoria, bajo ese concepto tan particular que la voz dispone, también en este libro guarda su hueco, manteniendo el tono mágico de otras muchas veces: «el amor / siempre es / contundencia / que no deja / pasar / lo impenetrable». Aunque ahora lo carnal pasa a un segundo plano, la inmediatez del deseo sigue vigente pero desde otra perspectiva, la del recuerdo, lo afectivo como eje que aglutina carne y espíritu, y el amor ‘cambia de volumen’, y no siempre fructifica ‘aunque se vaya en la misma dirección’.

Esa extraña nostalgia que el sujeto maneja nos es familiar, pero no impera ese tono hacia la carencia, hacia ese punto de tristeza de lo que no llega a ser, a completarse, también la vitalidad por estar y sentir todos esos instantes surge, a veces, junto a esa soledad que se hace muy presente: «un hermoso día, un mes muy a solas». Aunque en el poema «Cama» es muy visible hasta donde lleva la voz su idea de soledad, abarcando desde lo físico hacia lo interior, desde lo más cercano y tangible.

Sentir y pensar, o viceversa, a veces el pensamiento va incluso a la par que los sentidos, como si la voz pudiera desdoblarse en un juego de equilibrios. Y la poesía se somatiza en el cuerpo, una angustia emocional que busca su propia salida: «Si la poesía es / mirar lo que se ve, / dónde los rostros felices / esta mañana de marzo». Se conjuga el verbo pensar en distintos tiempos y personas, y al unísono que el de sentir, se despliegan en una suerte de posibilidades, trazando un mapa de lo emocional, en el que las luces brillan y las sombras son necesarias. El poema que cierra el libro resume gran parte de la motivación: esa lucha-convivencia entre lo que sucede y el recuerdo, retener lo más próximo sin abandonar lo de antes.

‘Cuota de mal’

Autora: Concha García

Editorial: Huerga y Fierro

Madrid, 2022

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