Diario Córdoba

Diario Córdoba

novela

De cíclopes y familias extrañas

‘No todos los cíclopes nacen ciegos’, de Sol Linares, consigue el Premio Tristana

De cíclopes y familias extrañas

El jurado de la última edición del XIV Premio Tristana de novela estuvo integrado por los escritores Gonzalo Calcedo y Juan Gómez Bárcena, el crítico José Manuel Cabrales y el editor José Ángel Zapatero. Se da la circunstancia de que es la primera vez en que resultó ganadora una mujer desde que el premio se especializó en novela fantástica y adquirió el carácter de internacional. Recordemos que el Tristana es el único premio de novela que se convoca en España referido específicamente al campo de la novela fantástica. En 2022 se presentaron al certamen 319 obras de distintos países y ofrecía 7.000 euros y la publicación de la novela ganadora en Menoscuarto Ediciones, editorial palentina. La ganadora resultó la venezolana Sol Linares con un trabajo que se valora desde el jurado como «una visión de los antiguos mitos que hermana lo cotidiano con la epopeya; un paseo sentimental por la monstruosidad y su escondida belleza, narrado con ternura y sensibilidad». Después de leer sus casi doscientas páginas podemos concluir que tal afirmación responde fielmente a lo encontrado. Un bebé cíclope desaparece del Museo de Patología de un hospital universitario y a partir de ese momento se desencadena la trama de una novela que se orilla entre la ciencia, los mitos y las estirpes familiares. La protagonista, o más bien narradora, es una mujer, Flora Maza, que trabaja como ingeniera genética en Italia. Nos cuenta una peculiar historia narrada a pinceladas, desde distintos lugares y tiempos como la isla de los Cíclopes en Italia, donde parece que converge la historia y la Venezuela que transita entre el siglo XVIII y nuestros días. Nos ofrece con una viveza sobresaliente unos hechos centrados en la deformidad no solo física, sino también moral de una estirpe. Contrasta lo oscuro y a veces tétrico de un mismo hecho en el cual se aúnan lo mítico de la literatura y el pensamiento popular.

A finales del siglo XV, en los albores del Renacimiento, se puso de moda en las cortes italianas refinadas, aquellas que se alejaban del guerrero mismo medieval, ofrecer gabinetes de rarezas para sorprender a propios y extraños. En aquellas fortalezas reconvertidas en palacios pululaban jirafas junto a cebras y fieras, huevos de avestruz a la vez que animales siameses o con malformaciones, que conservados en éter se convertían en un extraño atractivo. Lo sorprendente y singular constituían el plato fuerte de tales muestras, pero sobre todo resaltaban lo que se consideraba monstruoso, como podía ser un recién nacido al que faltaba algún miembro y había fallecido, como el caso del protagonista de nuestra historia un bebé, un cíclope al que secuestra una familiar y como un atrevido Prometeo desata sucesos que se esparcen tanto hacia el pasado, reinterpretándolo, como hacia un futuro donde debe actuarse.

Esta novela nos ofrece una frescura fascinante, bebe de lo mejor del realismo mágico y genera un disfrute literario por la singularidad con la que es capaz de entreverar lo cotidiano con lo mítico. Demuestra la autora venezolana una soltura sorprendente a la vez que inquietante a medida que se sucede la lectura. Todo lo anterior lo aleja del posible tremendismo con el que podía haber conectado, pero va más allá y se nutre de la tradición clásica y de la visión hispanoamericana de la creación literaria. Nos puede sorprender cómo una autora venezolana actual maneja con tanta solvencia la herencia de griegos y romanos desde la primera página cuando la protagonista nos declara: «Soy ingeniera genética, pariente de Neptuno y una vez fui tartamuda». Seguimos y recibimos otro inquietante impacto: «Yo era prima de un cíclope y eso me hacía maldita». La autora nos mueve entre la ciencia que muestra alteraciones en los seres humanos y la creencia popular, como si el transcurrir humano representado por la familia debiera contar con factores científicos para entenderse. Es más, nos hace espectadores atónitos de un hecho éticamente reprobable, el cual puede convertir una saga familiar durante generaciones en algo así como herederos inevitables de una desgracia, un ‘fatum’ inevitable. Se convierten en delicia tanto la prosa como el artefacto de Sol Linares, por la trama, el ritmo, la utilización del lenguaje -sorprendente en ocasiones- ; pero sobre todo por el disfrute que proporciona a cualquier lector amante de los clásicos al ofrecerle una posibilidad tan bella -pese a lo monstruoso, paradójico- de revivirlos.

Compartir el artículo

stats