La concepción de la belleza -según Donald Keene- es el elemento principal de toda la cultura japonesa. La literatura de Yasunari Kawabata gira en torno a la búsqueda obsesiva de esa belleza y, aunque son muchos los autores nipones que han tenido una feliz recepción en España, Natsume Soseki, Yukio Mishima y Yasunari Kawabata representan esa búsqueda ideal.

Yasunari Kawabata (Osaka, Japón, 1899-Zushi,1972), Premio Nobel de Literatura en 1968, fue amigo y mentor de Mishima. Autor de novelas de gran belleza y profundidad, representa como nadie el sentido estético de la novela japonesa y un particular talento para la pintura de personajes curiosos. Destacan, entre su amplia producción, títulos magistrales como ‘El rumor de la montaña’, ‘País de nieve’, ‘Kioto’, ‘La pandilla de Asakusa’, ‘Mil grullas’, ‘Lo bello y lo triste’, ‘Historias de la palma de la mano’ o ‘La casa de las bellas durmientes’. La obra del escritor japonés destaca por su perfección formal, su originalidad y su lirismo.

Kawabata encarna, como ningún otro, la magistral unión que se da en la literatura japonesa entre la belleza y el dolor. El novelista japonés, excelente observador, creía que la labor de la literatura consistía en atrapar los instantes fugaces en los que la belleza aparece. Esos breves momentos se reflejan en todas sus obras, pero, especialmente, en algunas, como en sus ‘Historias de la palma de la mano’. El propio autor señalaba que, mientras que la mayoría de los novelistas habían comenzado su andadura cultivando la poesía, él, por el contrario, nunca lo había hecho. Su prosa certera a través de brevísimos retazos es capaz de atrapar una escena, un sentimiento fugaz, una acción que se sale de lo común, una persona singular.

El talento de Kawabata para la observación le viene, en gran medida, de su historia personal. Huérfano desde niño, hubo de convivir con su abuelo ciego. Él mismo confiesa que esa convivencia le obligó a escrutar los rostros y caracteres en profundidad, algo que, de otro modo, nunca hubiera hecho. Esa costumbre le servirá luego, ya como novelista, para ver a través de las personas, para penetrar en lo más profundo del alma, consiguiendo frescos magistrales como en ‘La pandilla de Asakusa’ o ‘País de nieve’, de una gran complejidad y poder evocador.

Solitario empedernido, finamente educado, sutilísimo y elegante. La prosa de Kawabata es esencialmente bella. En España la podemos disfrutar gracias a las excelentes traducciones que se han hecho del genio nipón. Esa capacidad para penetrar en lo más hondo le llevó a ser un crítico perspicaz y a ser capaz de descubrir nuevos talentos, como el del novelista Yukio Mishima, uno de los más grandes escritores del siglo XX. Kawabata escribió relatos cortos durante toda su vida, intercalándolos entre sus grandes obras. Así, ‘Historias de la palma de la mano’ recoge relatos escritos desde 1924 hasta 1964, cuatro años antes de que obtuviera el Premio Nobel de Literatura en 1968. En estos relatos se sentía especialmente cómodo dando como fruto títulos tan curiosos como ‘El gallo y la bailarina’, ‘Madre’ o ‘Descendiente de samurái’, que se cuentan entre la prosa más fina y sabia que se puede leer.

Ese lirismo tan característico se observa en todas sus obras, especialmente en algunas, como en ‘La casa de las bellas durmientes’. El libro relata las noches que el viejo Eguchi pasa en una casa secreta en la que los ancianos pagan una buena suma de dinero por dormir acurrucados junto a bellas jóvenes vírgenes que previamente han sido drogadas. El tema es tratado con lirismo y profundidad. El autor incide en la obsesión por la muerte, la violencia, la sensualidad, el placer de lo prohibido y la admiración por la belleza de las mujeres. Así como en Mishima se observa una especial dedicación por el mundo masculino y sus valores, en Kawabata las protagonistas son, aunque de forma aparentemente indirecta, las mujeres. Destaca en sus novelas la obsesión por el paso del tiempo y por la vejez, que es identificada, como en muchos otros autores japoneses, como un viaje hacia la decadencia física y la fealdad.

El talento para la observación que se observa en toda su obra se consagra en ‘La pandilla de Asakusa’. Asakusa fue el mayor centro de placer y entretenimiento del Japón del siglo XIX y principios del XX. Asakusa fascinó a Kawabata desde un primer momento. Sus gentes, sus cines, sus locales de geishas…toda la vida que bullía entre las calles Kototoi y Asakusa fueron objeto de sus numerosas visitas y observaciones. Kawabata, un buscador de nuevas sensaciones, se sentía especialmente bien entre los seres marginales que poblaban las estrechas callejuelas de los dos distritos del mayor centro de ocio de Tokio. Así lo decía la canción popular: «Asakusa es el corazón de Tokio, /Asakusa es un mercado humano».

El libro es una sucesión de personajes y ambientes pintorescos entre los diversos recintos y edificaciones del popular barrio de Tokio, desaparecido tras la segunda guerra mundial, cuajado de erotismo y escenas grotescas y en el que convivían actores, mendigos, comerciantes y delincuentes de todo signo. El propio Kawabata, fascinado por el lugar, llegó a vivir en un apartamento en el barrio en 1920, cuando aún era un estudiante de la Universidad Imperial de Tokio.

‘La pandilla de Asakusa’ parece un precedente de otros frescos humanos como la obra de Dos Passos ‘Manhattan Transfer’, o ‘La colmena’ de Cela. En efecto, se concibe la obra como una sucesión de escenas de cine, de pinceladas aparentemente inconexas, con algún personaje que sirve de hilo conductor, como la enigmática Yumiko. El lector se va así conformando una imagen de lo que era el barrio ya desaparecido, caótica pero muy humana.

La obra de Kawabata, perfecta y bella, me hace recordar el libro que escribió, sintiendo el próximo final, Miyamoto Musashi, el más famoso espadachín de Japón de todos los tiempos, ‘La vía que hay que seguir solo’. La solitaria pluma de Kawabata fue más poderosa que la espada de Musashi.

LA RELACIÓN DE AMISTAD CON MISHIMA

La amistad que unió a Yasunari Kawabata y Yukio Mishima (Tokio, 1925- Tokio, 1970), se plasma en su ‘Correspondencia’. Kawabata le lleva veinte años a Mishima, pero Kawabata ya ve en él al escritor universal. A medida que los años pasan, la admiración del maestro japonés por el joven Mishima aumenta. El respeto mutuo responde a las enseñanzas del clásico ‘Hagakure’ de Yamamoto Tsunetomo (1659-1716) y el elogio que hace de los buenos modales : «No ha de preocuparnos si un hombre de Hizen teme a la muerte o no. Lo que me preocupa a mí es que la gente no se grabe en el corazón la orden de respetar con corrección las reglas relacionadas con los modales y la etiqueta». La relación maestro-alumno se va transformando. Las cartas de Kawabata se hacen más profusas, al tiempo que la obra de Mishima crece en volumen, en intensidad y fuerza creadora. Emociona leer la carta que Mishima escribió sobre Kawabata, dirigida al Comité del Premio Nobel de Literatura. De forma premonitoria, Mishima escribe el 4 de agosto de 1969: «Hace cuatro años que, a pesar de las burlas, me dedico a preparar lenta, pero firmemente, la llegada del año 1970». El 25 de noviembre de 1970, Mishima se suicida. Dos años más tarde, en 1972, lo hace Kawabata. Había concluido una amistad fecunda, abonada por la admiración mutua.