Miguel Dalmau logra entrar en el mundo pasoliniano, nos pasea por todos los rincones de su vida y entendemos entonces que el gran cineasta, poeta, crítico y tantas otras cosas, sigue ocupando un lugar importante en nuestra memoria. Su libro ‘Pasolini. El último profeta’ ha ganado el 34 Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias.

Ya lo dijo Silvestra Marinello’ en el libro de Cátedra ‘Signo e imagen’, al comentar que el lenguaje es fundamental en Pasolini, porque sus imágenes son lenguaje traducido a secuencias, hay un afán de construir el tiempo de nuevo, de volver a crear el mundo. Para Pasolini, dada su pasión por la poesía, el lenguaje no ha de estar pervertido por la costumbre, sino que es un lenguaje adánico, incipiente, primerizo. Son los hombres seres que han de inventar la palabra para cambiar el rumbo de un mundo ya en plena corrupción.

El libro de Dalmau es rico en detalles, ya que Miguel Dalmau no solo es un investigador del mundo del cine, sino que traduce a palabras la luz cenital del genial italiano: «Evidentemente hay que ser un poeta mayor para explicarlo todo en pocas palabras, y Pasolini es un poeta mayor. Se diría que ese olor del abrigo materno viene a ser como la magdalena proustiana, un portal hacia el pasado, que en su caso nos habla del amor absoluto, no solo de una tierna ensoñación de la infancia magníficamente recobrada, como en el caso de Proust».

En el «Pórtico» que abre el libro y que cuenta su trágico asesinato, Dalmau confiesa su afán de claridad, su deseo de hacer cristalina la mirada a un poeta del siglo veinte como pocos. Frente a Godard o Truffaut, la idea del lenguaje prevalece, Pasolini entiende el arte fílmico como una traslación de su universo de palabras inaugurales. Como si amaneciera en un mundo nuevo, sus películas rompen el neorrealismo o el universo distinguido de Visconti, son pura orfebrería que se tejen a mano para que el director pula con el lenguaje la sensación de la imagen y sus destellos.

Con Miguel Dalmau recorremos la infancia del poeta y director, su pasión por la madre, por el fútbol, por el cine, por los hombres, su amor por Ninnetto Davoli. Todo ese cosmos que es el libro convierte la figura de Pasolini en un prisma, lleno de referencias, donde sus películas son traducciones de un hombre que hizo del arte revolución y del lenguaje llama en su universo.

Miguel Dalmau aporta claridad y, además, nos confiesa que la soledad persiguió a un hombre que buscaba a veces a jóvenes prostitutos, que se había codeado con la gran intelectualidad italiana, con escritores tan amigos como Alberto Moravia.

Como dice Miguel Dalmau, Pasolini sabe que la soledad es destino y él, que había presagiado tantas veces la muerte, la encontrará de la forma más violenta: «Pier Paolo Pasolini se siente abrumadoramente solo, pero con el tiempo establece un pacto con la soledad, que al fin y al cabo siempre fue su silenciosa y ansiada compañera». Aprendemos con el libro, acerca del rodaje de sus películas, pero también llegamos al hombre y al alma de un creador que sabía que su sacrificio era el del revolucionario. Había provocado demasiado a los fascistas y ello le costó la vida.

Miguel Dalmau ha escrito un gran libro, donde vuelve un artista que no ha muerto nunca, porque siempre resucita en su cine, en su poesía y en la memoria de los que entendemos que la creación ha de superar lo establecido, tiene que ser un destello, una revelación. La vida de Pasolini lo fue y, como un profeta, nos ha dejado su enseñanza que se resume en el goce de la vida, a sabiendas de lo duro que es ser honesto en tiempos de miseria moral.

‘Pasolini. El último profeta’.

Autor: Miguel Dalmau.

Editorial: Tusquets . Barcelona, 2022.