Hacia la claridad, en medio de algunos momentos que parecen oscurecerse, pero siempre hacia lo diáfano. En esta dirección van los poemas de este poeta, Miquel Martí i Pol, una lectura imprescindible para saber de otras miradas en otras lenguas. El punto de partida es la ausencia, más bien el dolor pero no llega a nosotros con un llanto excesivo ni ceremonial, la voz sabe construir cada uno de esos huecos que la ausencia del ser querido le deja, y los va llenando con su propia visión de la vida, buscando la belleza en lo que estuvo y en lo que queda, los restos también tienen su propio lenguaje. Un dolor ‘atenuado’, casi asumido como parte de este juego de la vida, porque la vitalidad sobresale entre las palabras y asume las pérdidas, las ganancias, ese rastro que queda como una huella indeleble: «Así el dolor no quema ni reseca / y en el silencio encuentras la armonía / que ya parecía rota para siempre». La armonía, la belleza, son contantes que se referencian durante todo el trayecto. Tal vez responden a esa necesidad perentoria de no perder de vista lo esencial, de sentir el presente aglutinador de un pasado que aparece como reciente, de combatir la desolación que suele dejar a su paso la muerte: «Hago lo que puedo / por preservar lo más puro de cada cosa».

La apuesta de esta voz por la sencillez como camino transitable hacia lo diáfano, sin perder por ello magia o sugerencia, convierte este proceso de la escritura en una forma de conocimiento y disfrute pleno de las cosas y las situaciones; el ser está buscándose, y el lenguaje empleado, los recursos, la puesta en escena, verifican que se puede caminar hacia lo profundo desde lo más cotidiano o sencillo, con una intensidad plena. Reconstruir la existencia a partir de la ausencia, pero sin lamentaciones exageradas; cada hueco se percibe como una posibilidad para la palabra, no como una pérdida irreversible. Con ese tono elegíaco, la memoria va hallando la forma de mantener encendida la llama, de iniciar ese proceso antes de la definitiva separación que el tiempo exige. Se asumen las pérdidas, pero no por ello se renuncia a lo que se tuvo, a lo que se mantiene, con la presencia de la muerte como un referente que marca los tiempos del resto de movimientos.

Queda el amor, y esa llama es poderosa, la voz lo hace presente en cada espacio ganado al olvido, en lo pequeño, en cosas que sirven para evocar la llama que ardió, que todavía perdura: «Me gustaría / saber que también llueve por ti, / que la lluvia nos une como antes, otra vez». Pero en ese canto continuo también hay algunos instantes para que aflore la melancolía, para que esa lucidez vital se transforme en dolorosa, en algunos poemas de la parte final se hace más palpable. Un juego continuo entre la oscuridad y la claridad, que este autor manejó con equilibrio y templanza, con la intensidad precisa para que no decaiga el tono, esa dedicación cotidiana y entregada, con ternura, al arrebato sufrido y la pasión por seguir viviendo, circunstancia que queda definitivamente marcada en los tres últimos versos: «La muerte / siempre será el dominio de lo oscuro, / y ahora yo vivo en claridad de vida».

‘Libro de las ausencias’.

Autor: Miquel Martí i Pol .

Editorial: Bartlebye . Madrid, 2022.