Yo, Tituba, la bruja de Salem es una historia tan complicada como desgarradora y oscura, que presenta un corolario de temas oscilantes entre la esclavitud, la violencia, el deseo, la superstición o la inocencia. Maryse Condé toma la voz de Tituba, una esclava negra juzgada por los famosos episodios de brujería que se conocieron como las brujas de Salem a finales del siglo XVII. Hija de una esclava llamada Abena, que fue violada por un marinero inglés en un barco negrero. Tituba crece con el odio de su madre y se inicia en el arte de lo sobrenatural con Man Yaya, una de las más conocidas curanderas de la isla de Barbados, hecho que le permite tanto curas sanadoras como el «contacto» con los muertos. Por azares del destino acaba siendo esclava de un pastor que vive en una sociedad obsesionada con el pecado y el diablo. Se traslada de Barbados a los EEUU, a Salem, en Massachusetts, habitada por una sociedad asfixiante, donde fue juzgada y encarcelada junto a otras mujeres por supuestamente haber embrujado a las niñas del pueblo. Pese a haber reconocido esa sociedad la inocencia de las acusadas, fue abandonada durante mucho tiempo en la cárcel porque nadie pagaba la deuda contraída como reo. Tan solo un hombre contrahecho y cargado de prole, un judío señalado también por esa pacata sociedad es capaz de ofrecer algo de humanidad a Tituba. En una especie de justicia poética logra recuperarla y volver a Barbados, donde coincide con las primeras revueltas de los cimarrones negros contra los propietarios esclavistas.

Maryse Condé (Guadalupe, Antillas, 1938) escribió este libro en 1986 y años después ha sido señalada como probablemente la mejor de entre las que ha escrito, con una narrativa de una enorme fuerza que transita entre la belleza de lo minúsculo y primario y la conducción despiadada de muchos seres humanos. «Estás destinada a sufrir mucho en esta vida… pero sobrevivirás», le vaticinan a la protagonista como oráculo. No ofrece paños calientes para mostrar una mujer que lucha denodada contra un destino adverso, cruento, siendo capaz de convertirse en una superviviente nata aferrada a la vida por más oscura que esta sea, sin que ello le permita reflexiones de calado: «Al haber hecho tanto daño a sus semejantes, a unos por tener la piel negra y a otros por tenerla roja, ¿es posible que sea esa la razón por la que los blancos andan tan obsesionados con el pecado?». Sin la ayuda de personas que la rodean, como puede ser la figura tan emblemática como la madre o como el marido-amante, convertido en traidor en los momentos de mayor necesidad, su fortaleza crece con el paso del tiempo y se hace resistente en la adversidad como forma de vida, de tal manera que sus anhelos de libertad, pese a encontrarse cada vez más alejados, son un motor para justificar una vida. Lo mismo que existe narración desgarrada y conmovedora en los episodios más brutales, también existe otra de un lirismo luminoso, por ejemplo en la relación que mantiene con el judío Benjamín Cohen, que también será pasto del odio comunal. También al recuperar los lugares de la infancia: «Volví a ver la cabaña aislada del mundo donde había disfrutado de tanta dicha y me di cuenta de que justo ahí, en la soledad más absoluta, es donde reside el secreto de la felicidad».

Maryse Condé ha sido durante mucho tiempo una eterna candidata al Premio Nobel, de hecho se la conoce como la ganadora del Nobel no entregado en el año 2018. Quien quiera acercarse a su obra tiene en esta novela ahora reeditada una magnífica ocasión conocer la peculiar escritora autora de obras como Corazón que ríe, corazón que llora, La vida sin maquillaje o La deseada, publicadas en Impedimenta con unas cuidadas traducciones. La mirada que realiza del siglo XVII nos hace reflexionar sobre la tendencia a la brutalidad que ha tenido el ser humano para realizar un tratamiento inhumano hacia sus semejantes.

La muerte se hace común en el relato y las condenas a sufrimientos que la rozan, a veces por la simple razón de la casualidad y otras incomprensibles e injustificadas, eso sí, desde la premeditación y lo establecido como norma y ley. La propia Tituba no escapa a esa vorágine que parece determinista y se ve atrapada en ella, la violencia y la injusticia se convierten en la única forma de vida. El hecho de llegar a una comunidad como esclavos suponía que la «comunidad no solo consideraba que todos estábamos malditos, sin excepción». Si cambiamos Satanás por otros males y vemos que, salvo la desmedida violencia, que llega de fuera muchas veces, se le une al mal por puro y constante prejuicio. Se nos quedan grabadas estas palabras atemporales: «Se decía. Se contaba. Se inventaba. Y el aire se llenó de un gran murmullo de palabras tenaces y suaves como las olas del mar».

'Yo, Tituba, la bruja de Salem'

Autora: Maryse Condé.

Editorial: Impedimenta. Madrid, 2022.