En el año 1940, Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges habrían de entregar a la imprenta uno de esos libros llamados a ser de culto en los años venideros: Antología de la literatura fantástica. Editada por Edhasa, satisfacía una carencia que aún me atrevo a decir continúa hoy en día. La de la compilación de la tradición oral fantástica universal. En los años ochenta, Borges en colaboración con el editor italiano Franco María Ricci, prologaría y seleccionaría treinta volúmenes de literatura fantástica que se habrían de editar en castellano, francés, italiano y alemán en un mismo formato. Había nacido la mítica Biblioteca de Babel y en ella tuvieron cabida otros tantos autores de la literatura fantástica universal. Muchos descubrimos por primera vez el verdadero valor de dicha literatura. Ahora, Atalanta, heredera de quien entonces editara dicha antológica colección, publica la Antología universal del relato fantástico. En dicho volumen volvemos a encontrarnos a viejos conocidos: Edgard Allan Poe, Ambrose Bierce, Giovanni Papini, Sakí, Lovecraft, Gustav Meyrink, el propio Borges, Julio Cortázar o, quien, para mi gusto, pasa por ser la mejor escritora de literatura fantástica contemporánea española: Cristina Fernández Cubas. Y una vez más no he podido evitar la tentación de recordar cuándo descubrí dicha literatura.

Y es que, como dice en el prólogo, «la literatura fantástica es mucho más que un mero género literario, debido a su vasto abanico de temas, complejidad narrativa y continuidad en el tiempo». Por ello creo oportuno en esta Carta del Norte, retomar el hilo de la mencionada Biblioteca de Babel, una de las (a mi juicio) grandes aportaciones literarias de los últimos años, editada en los años ochenta del pasado siglo. Una iniciativa de la Editorial Siruela en colaboración con Franco María Ricci que comprendía treinta volúmenes de autores de literatura «fantástica» (en España se editaron treinta y tres) y que estaban prologados por el genial escritor bonaerense Jorge Luis Borges. Y digo que en España fueron tres volúmenes más porque la Biblioteca de Babel se publicó al mismo tiempo en España, Italia y Alemania, pero solo en nuestro país se le añadieron tres ejemplares a modo de epílogo.

En su momento, fueron toda una novedad. Rompieron y crearon un nuevo estilo editorial. Iniciaron y experimentaron con nuevos formatos, tintas y gramajes de papel y descubrieron escritores olvidados. Ese es el valor de la colección. Ese era el reto de Borges. Hoy en día, la Biblioteca de Babel tan solo se puede encontrar en librerías de viejo. Aquellos que tuvimos la fortuna de conseguirla número a número comprendimos entonces el valor del bibliófilo. Uno de los pocos tesoros que conservo en mi humilde biblioteca. Y es que la literatura fantástica siempre es una buena elección. Créanme.