Frente a quienes laboran versos plúmbicos y prosaicos, descoyuntados de ritmo y de armonía, retales de prosa llena de tópicos y simplezas, hay algunos poetas -el caso que nos ocupa- que siguen buscando la síntesis alegórica del verso tallado por un delgado escoplo lírico de raíz luminosa y perfil juanramoniano. La verdadera poesía, la esencial, si nos atenemos a los cánones más sólidos, no es esa que escriben autores superventas, olorosa a páginas de Corín Tellado, sino esa otra límpida y lumínica, como esta de Juan Antonio Bernier, ajustada a una estética sobria y elegante, de un tono dorado como la voz del petirrojo que canta entre zarzas a la hora del crepúsculo.
Los poemarios anteriores de Juan Antonio Bernier (Córdoba, 1976), Así procede el pájaro (2004), Árboles con tronco pintado de blanco (2011) y Letra y nube (2017), se caracterizaban por una fluidez poética sincopada, a veces elíptica, de enorme calidad lírica, que, no obstante, a veces rozaba la frialdad del minimalismo. Y si los citados libros rebosaban una perfumada y sutil sustancia lírica que agradecía el lector, por otro lado, es cierto que adolecían de calidez y emoción poética.
Sin embargo, en este otro, su nuevo poemario, Fruto previo, la poesía de Bernier alza su vuelo de aire elíptico fundiendo, no obstante -algo infrecuente en otros títulos- la emoción contenida y la lúcida reflexión, el sutil pensamiento junto al apunte paisajístico que destella telúrico en versos como estos: «El sabio vulnerado se interroga/ por todas las preguntas menos una…/ La posición perfecta del alma/ se encuentra al pie del puente,/ el vuelo renovado de los pájaros/ me retiene en la tierra» (Pág. 37). La ascensión lírica, sobriamente ascética, del «sabio vulnerado» se comprime en esa contraposición del pensamiento -el que sueña-, el vuelo de los pájaros, con la fijación y arraigo del sujeto (el que siente la imagen y la registra en la mirada) a la tierra. El vuelo y la raíz, el aire y el suelo, la luz y la materia, son los símbolos de este poemario, donde, por otro lado, aparecen conceptos nunca antes vistos en la poesía del autor, como es, por ejemplo, el temblor de la ternura, algo bien visible en estos límpidos versos de «Canción para acunar a una madre»: «En el mismo edificio/ donde me diste a luz…/ Es mi turno esta vez, / qué temprano es aún./ Si te duermes seré/ quien preserve tu luz,/ y su fragilidad» (Pág. 55).
Por muchas razones, este hermoso Fruto previo, con el que su autor obtuvo el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Estepona, es el más esencial y maduro de todos los libros publicados por Juan Antonio Bernier hasta el momento. Si en su poesía, como hemos apuntado antes, siempre ha resaltado esa luminosidad ascética que atraviesa el poema, su textura singular, como el rayo de sol que penetra en una uva al final de septiembre, cuando el campo late en vilo, en este poemario destella ese fulgor y se hace más hondo que en otros anteriores. Hay poemas en el libro con mucha luz oculta: «Contra la oscuridad» (Pág. 23), «Intimidad» (Pág. 46) o «Marmol rosa de Cabra» (Pág. 53) dan muestra de ello. En algunos momentos, los versos de este libro nos recuerdan a los del gran poeta portugués Eugenio de Andrade. Poesía elegante, fluida, sencilla, concentrada como el canto feliz de un petirrojo en la penumbra de un bosque de otoño, entre las madreselvas.
‘Fruto previo’.
Autor: Juan Antonio Bernier
Editorial: Pre-Textos . Valencia, 2021