En algunas ocasiones -excepcionales-, la ópera prima de un escritor se erige en una obra maestra. Ejemplos señeros serían obras como El perfume, de Patrick Suskind o, en España, Nada, de Carmen Laforet; La familia de Pascual Duarte, de Cela o, más recientemente, Los juegos de la edad tardía, de Luis Landero. Son novelas que han surgido desde lo más hondo del corazón del autor y eso se nota. La frescura del lenguaje, el atrevimiento y la libertad se advierten en este tipo de obras. Es el caso del escocés Douglas Stuart (Glasgow, Escocia, 1976) quien en Historia de Shuggie Bain (Shuggie Bain en su edición original) erige una verdadera obra maestra, plena de madurez, aunque sea, como se ha dicho, su ópera prima.

Historia de Shuggie Bain transcurre en el decadente Glasgow de la era de Margaret Thatcher. La novela se ambienta en épocas y lugares de la ciudad diferentes. Comienza en South Side, en 1992, para después hacer retroceder al lector al año 1981 y a los diferentes ambientes en los que los protagonistas van a vivir: Sighthill, en 1981; Pithead, en 1982; East End, en 1989 y de nuevo el regreso a South Side, en 1992, evidenciando que nada cambia, que los protagonistas no pueden salir del ambiente opresivo y negro a los que están condenados.

Son los duros años posteriores a la reconversión de la industria británica, años imprescindibles para la transformación de la economía de la isla hasta lo que es hoy, pero que entonces se aparecían como los coletazos de un neoliberalismo demonizado. La ciudad de Glasgow se transforma en una trituradora humana. En ella se desenvuelve la vida desasosegada y trágica de sus protagonistas. Está Agnes, la bella madre del pequeño Shuggie, alcohólica, desprovista de voluntad propia, un pequeño barco de papel en un océano de indignidad, frustración y violencia soterrada. Junto a ella están los hijos. Los tres primeros, Leek, Catherine y Leanne, sufren el carácter y las veleidades de Agnes, en muchos aspectos una Bováry que dejó a su católico primer marido porque la aburría. Leek tiene talento, no dibuja mal y tampoco es estúpido, pero es incapaz de huir del ambiente opresivo de los barrios en los que se ve obligado a vivir. Luego está el segundo marido de Agnes, Shug, el taxista protestante y chulesco que la tiene subyugada, pues Agnes es incapaz de alejarse emocionalmente de la dependencia de un ser que la humilla y maltrata. Y, al final, está el sensible Shuggie, el hijo de Agnes y Shug, un chico «diferente» al que acosan desde todos los frentes, pero que mantiene su alma pura y cristalina, como un diamante que ni siquiera el barro más viscoso puede profanar.

Destaca en la novela la descripción de los ambientes sórdidos del Glasgow de los 80. Barrios degradados por la incapacidad de sus habitantes para sobreponerse, golpeados como si fueran maderas muertas en la corriente. El capítulo en el que el barro del carbón casi absorbe a Shuggie, que es salvado in extremis por su hermano Leek es una imagen que no se borra de la mente del lector y refleja fielmente que ese barro, ese lodo fino y asfixiante de la mina abandonada, ese agua negra, no es otra cosa que el símbolo de la fatalidad que acosa a todos los personajes del libro. El lodo de la pobreza, de la miseria, de la vida pendiente de las ayudas sociales que no les deja huir de ese Glasgow pegajoso y sucio que ennegrece todo lo que toca. Agnes procura levantar la cabeza, mantener la dignidad pintándose las uñas y los labios, intentando alzarse entre el pegajoso lodo. Pero es imposible. La mugre de la decadencia lo cubre todo. Una decadencia que el alcohol y los golpes no hacen más que agudizar.

Douglas Stuart construye una novela que en muchos aspectos recuerda a La Colmena, de Cela, con el trasiego de personajes aplastados por una realidad pesada y truculenta. Pero la obra de Stuart es más dura, más profunda y compleja. El autor convierte los turbios barrios de Glasgow en un infierno del que no es posible escapar. Agnes no tiene ningún Orfeo que baje a buscarla para salvarla. Ella lo intenta con Shug, con el pelirrojo Eugene, pero no son más que habitantes del infierno, como ella. El único que se salva es Shuggie. Él representa la ternura, la imperturbable voluntad de vivir, la esperanza de que el amor florece también allí, en Pithead, en Sighthill, en South Side. Porque Shuggie no ha renunciado a su humanidad, porque a Shuggie no le han vencido. Resplandece en la sordidez de Glasgow. Es el diamante entre el lodo, cuyo brillo nada puede apagar.

‘Historia de Shuggie Bain’

Autor: Douglas Stuart

Editorial: Sexto piso. Madrid, 2021.