El contexto literario andaluz que abarcamos en estos últimos treinta y cinco años ofrece una notable productividad artística y creativa, una excepcional riqueza de tendencias, temas, estilos y sensibilidades que se expresan entre las dos últimas décadas del siglo XX y lo que llevamos del presente siglo XXI, con la libertad que ofrece una democracia, ya consolidada, que permite al autor abrirse a la propia experiencia del "yo", a la vida urbana, a la vinculación del individuo con la sociedad y los temas que emergen en el transcurso histórico, económico y social que nos ocupa: la globalización, el neoliberalismo, la crisis económica, el paro, la identidad de género, la equidad entre sexos, la amenaza climática, la despoblación rural…

Fue entonces cuando un nutrido grupo de importantes escritores andaluces comenzó a publicar sus obras dentro de lo que se llamó la nueva narrativa española. Se iniciaba una forma de escribir donde la historia y sus posibilidades de expresión encontraban una vía distinta a aquellas que habían sido hegemónicas en la generación anterior. Llama la atención la variedad de géneros y los nuevos estilos: novela histórica, policiaca, de memorias, de viajes, autobiográfica, erótica, experimental o metaliteraria; eran relatos desarrollados a partir de una polifonía de voces narrativas, con abundancia de diálogos y que aportaba elementos nuevos a la literatura del momento, tanto por el frescor en temáticas como en estilo, con tendencias artísticas diferentes y también con temas que hasta ahora eran casi inéditos, como es el caso de Una mala noche la tiene cualquiera (1982) del gaditano Eduardo Mendicutti, obra que puede considerarse la que inicia la temática gay en la novela española actual.

Es el momento en que aparecen autores de la talla de Antonio Muñoz Molina, que con Beatus ille (1986) mezcla sabiamente el esquema de la novela policiaca con la memoria de la guerra civil española. En novela histórica también los andaluces como el jiennense Juan Eslava Galán impulsan el género hasta ponerlo de moda en España hasta nuestros días, en que sigue gozando de gran demanda por parte del público lector.

La noche (Premio Ateneo de Valladolid 1986), escrita por Antonio Soler, abre el camino de la novela surrealista rompiendo con las obras anteriores de carácter realista y explorando nuevas vías de expresión literaria donde se dan la mano el mundo onírico y la fantasía. En esta línea rompedora se encuentran, igualmente, el onubense Juan Cobos Wilkins o los también andaluces Justo Navarro, Salvador Compán, Juan Campos Reina o Antonio Enrique, por poner solo unos ejemplos. Su labor desde entonces ha ayudado a poner en marcha nuevas y sugerentes trayectorias estéticas y éticas que constituyen hoy una referencia importantísima dentro del universo literario español.

Este grupo de autores andaluces comienza su trayectoria literaria en la década de los ochenta y continúa aportando sus voces narrativas, poéticas y literarias en los decenios siguientes con las características y nuevos planteamientos que surgen en la sociedad. En los años noventa aparecen otros temas que no habían sido tratados apenas en el decenio anterior, como la recuperación de la memoria histórica española en la sociedad contemporánea, las consecuencias del paro, la drogadicción o el profundo cambio que experimentó el país con la entrada de España en la Comunidad Económica Europea. Un aire nuevo recorrerá la literatura de la época de la mano de los nuevos valores, el desencanto de las políticas, la idea del consumismo y del dinero fácil.

Antonio Gala ya era un escritor consagrado antes de ganar el Planeta en 1990 con El manuscrito carmesí. Desde campos como el teatro ya había dado grandes obras antes de los ochenta. A finales de la década firma Séneca o el beneficio de la duda, de gran éxito entre el público, así como algunas series para televisión. Su entrada en la novela es posterior a las facetas lírica y dramática, pero, desde esta incursión, su prestigio no ha dejado de crecer con novelas de gran fuerza emotiva y argumental como La pasión turca, adaptada al cine por Vicente Aranda, o Más allá del jardín, por Pedro Olea, para iniciar el siglo XXI con obras del gran calado como El imposible olvido (2001), El dueño de la herida (2003), El pedestal de las estatuas (2007) o Los papeles del agua (2008), por citar solo algunas.

La trayectoria de estos escritores andaluces se irá agrandando hasta la actualidad. Antonio Muñoz Molina, académico de la Real Academia Española y Premio Príncipe de Asturias, publicará entre otras obras El invierno en Lisboa (1987), Beltenebros (1989), El jinete polaco (1991), Plenilunio (1997), El viento de la Luna (2006), La noche de los tiempos (2009), Como la sombra que se va (2014) o su última novela Volver a dónde (2021). Pablo García Baena, poeta del Grupo Cántico, Hijo predilecto de Andalucía 1988, obtiene en 2008 el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y en 2012 el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca. Juan Eslava Galán recibe el Premio Planeta en 1987 con En busca del Unicornio.

El malagueño Antonio Soler, escritor, guionista y colaborador en prensa, gana el Premio Herralde en 1996 con Las bailarinas muertas y el Premio Nadal con El camino de los ingleses, en 2004. Eduardo Mendicutti, escritor y periodista, referente de la literatura homosexual, cuenta con el Premio Andalucía de la Crítica por El Ángel descuidado, así como el Premio Pluma Literaria otorgado por el colectivo lgtbi.

Reconocidos

Sin duda, a través de los premios que irán recibiendo se reconocerá la importancia de la literatura andaluza. Juan Cobos Wilkins, poeta, escritor y crítico literario, creó la Fundación Juan Ramón Jiménez y fue director de la casa-museo del poeta en Moguer. En 1997 obtiene el Premio Gil de Biedma con Llama de clausura y en 1996 es nombrado Hijo Predilecto de Andalucía. José Manuel Caballero Bonald, poeta, ensayista y novelista, en 2005 se alza con el Premio Nacional de las Letras Españolas y en 2015 con el Premio Cervantes.

Elvira Lindo, escritora y periodista, en 2011 es nombrada Hija Predilecta de la provincia de Cádiz. Con su obra Los trapos sucios de Manolito Gafotas gana el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil (1994). Alejandro López Andrada, poeta, escritor y crítico, Hijo Predilecto de su localidad natal, en 1996 recibe el Premio Nacional de Poesía José Hierro, en 2000 se le otorga el Premio Andalucía de la Crítica por Los pájaros del frío y en 2016 el Premio Jaén de novela por Los perros de la eternidad.

Justo Navarro, poeta, colaborador del diario El País, logra el Premio Herralde 1990 con Accidentes íntimos y el Premio Andalucía de la Crítica con Gran Granada. Ángeles Mora, miembro de la Academia de las Buenas Letras de Granada, recibe el Premio Nacional de la Crítica en 2003 y en 2016 el Premio Nacional de Poesía con Ficciones para una autobiografía. En 2008 le conceden el Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma por Bajo la alfombra. La también cordobesa Inmaculada Mengíbar, escritora feminista, obtiene en 1988 el Premio Hiperión y el Premio Jaén de Poesía en 1994. Juana Castro, poeta y crítica literaria, recibe en 2007 la Medalla de Andalucía. Tres años después se alza con el Premio Nacional de la Crítica por Heredad. En 1984 fue premio nacional Imagen de la Mujer en los Medios de Comunicación.

El gaditano Felipe Benítez Reyes, poeta, novelista y ensayista, gana el Premio Loewe de Poesía en 1992 con Sombras particulares. Más tarde, en 2007, con Mercado de espejismos, recibe el Premio Nadal de Poesía. Es uno de los novelistas de referencia en la actualidad y entre las obras que más aceptación han tenido están Humo, El novio del mundo y El pensamiento de los monstruos.

Dentro de la generación de los postnovísimos destaca Luis García Montero, Hijo Predilecto de Andalucía 2017 y actual director del Instituto Cervantes. Entre sus galardones cuenta con el Premio Loewe 1994 por Habitaciones separadas. En 2003 se alza con el Premio Nacional de la Crítica por La intimidad de la serpiente, entre otros muchos reconocimientos. También granadino es Javier Egea. Con Paseo de los Tristes obtiene el Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez. Junto con Álvaro Salvador introducen el concepto literario "la otra sentimentalidad" en un manifiesto publicado en El País en 1983. Este último es catedrático de literatura hispanoamericana y española, colabora en revistas especializadas nacionales y extranjeras. En 2003 obtiene el Premio Casa de las Américas con El impuro amor de las ciudades y el Premio Generación del 27 lo recibe en 2008 con el poemario La canción del outsider.

Contamos además con aquellos autores que proclamaron la denominada "literatura de la diferencia", movimiento que ayudó a fundar Antonio Rodríguez Jiménez, primer coordinador de este suplemento. Se trata de voces, principalmente poéticas, que reclaman su espacio estético y productivo alejados del favoritismo cultural del momento. Este movimiento queda recogido en el Manifiesto de Granada (1994), así como en los congresos La diferencia posible (Valencia, 1995) y Nuevas tendencias literarias (Granada, 1996).

La mayoría de estos escritores encontraron su medio de expresión en el suplemento Cuadernos del Sur, así como en Papel literario de Diario Málaga-Costa del Sol. Hemos citado a Juana Castro y Alejandro López Andrada, que ha reeditado recientemente su trilogía del mundo rural: El viento derruido, Los años de la niebla y El óxido del cielo, en su denuncia del abandono de la España vaciada.

Pertenece también a este grupo un elenco de autores como Leopoldo de Luis, poeta y crítico literario, Premio Nacional de las Letras Españolas 2003 y Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández. También Pedro Rodríguez Pacheco, poeta y profesor de la Universidad de Sevilla y de Perugia en Italia. Entre sus últimas obras poéticas encontramos A solas con la edad (2005), Friso de las cinco fábulas (2013), así como Antología de la poesía española (2020).

Así mismo, Concha García, poeta y colaboradora en suplementos culturales, fundadora del Aula de Poesía de Barcelona y de la Asociación de Mujeres y Letras. En 1995 se le concede el Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma por Ayer y calles y el Premio Internacional de Poesía Dama de Baza lo obtiene en 2019. En esta línea escribe Carlos Clementson, poeta, crítico y traductor que cuenta con premios como el accésit del Premio Adonáis 1979 por Del mar y otros caminos y el Premio Juan de Mena 2002 con La selva oscura. También destaca la almeriense Aurora Luque, poeta y traductora. En 1999 gana el Premio Andalucía de la Crítica con su obra Transitoria, así como el Premio de Poesía Generación del 27 por La siesta de Epicuro, o bien Fernando de Villena, escritor, académico y crítico literario que, con El testigo de los tiempos, obtiene el Premio de la Crítica Andaluza en 2009.

El teatro

En teatro destaca también la figura de Antonio Gala, cuya trayectoria arranca desde los años 60 con Los verdes campos del Edén, Premio Calderón de la Barca de Teatro, pero de cuyos frutos hemos seguido disfrutando desde la década de los ochenta hasta nuestros días en obras donde sus personajes son seres humanos que buscan la justicia y la esperanza, también con sus contradicciones, como la dedicada al cordobés más universal, Séneca o el beneficio de la duda (1987) y otras más que le han seguido, entre ellas Carmen, Carmen (1988), La truhana (1992), Los bellos durmientes (1994), Las manzanas del viernes (1999) e Inés desabrochada (2003).

Aunque el cordobés Antonio Álamo ha destacado en el mundo de la narrativa, es especialmente un referente nacional en el género dramático, donde ha sido muy premiado y traducido. Ha escrito más de una docena de piezas teatrales desde la década de los noventa, entre las que sobresalen Veinticinco años menos un día (2006), Cantando bajo las balas (2007), En un lugar de la niebla (2011), Patadas (2011) y la trilogía formada por Los borrachos (1994), Los enfermos (Premio Borne 1997) y Yo Satán (2006). Igualmente, el montoreño Miguel Romero Esteo, de gran formación intelectual, contará con un amplio reconocimiento fuera de nuestras fronteras, si bien en España ha sido poco conocido. En 1985 obtuvo el Premio Europa, en 1991 el Premio Andalucía de Teatro y, con su obra Pontifical, se alza con el Premio Nacional de Teatro 2008.

El paso del siglo XX al siglo XXI viene marcado por el amplio horizonte de un mundo globalizado donde se comparten multitud de referencias culturales que provienen de la música, el cine o la literatura esencialmente anglosajona y quedan registradas en las obras de autores nacidos entre los años 70 y 80. El nuevo milenio trajo a la literatura española nuevas condiciones, otros modelos literarios donde se da una división definitiva entre ficción y ficción literaria. El nuevo realismo aparece comprometido con una sociedad en crisis, con otras tendencias y una visión renovada de la identidad femenina y los roles de género.

Eva Díaz Pérez, periodista, escritora y colaboradora en distintos diarios, en 2013 se alza con el Premio Andalucía de la Crítica. Es finalista del Premio Nadal 2008 con El Club de la Memoria y en los años 2003 y 2004 recibe el Premio Nacional de Periodismo. José Luis Rey, poeta, traductor y ensayista, con La familia nórdica, obtiene el Premio Internacional de Poesía Jaime Gil de Biedma 2006. En 2015, con La fruta de los mudos, recibe el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla. En 1996 fue accésit al Premio Adonáis y en 2010 Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe por su obra Barroco.

El también cordobés Joaquín Pérez Azaústre, escritor y columnista de El Mundo, El Cultural y Diario CÓRDOBA, obtiene en 2001 el Premio Adonáis de Poesía por Una interpretación y en 2011 el Premio Loewe por Las Ollerías. Entre sus últimas novelas destacan América (2004), Los nadadores (2012) y Atocha 55 (2020). Elvira Navarro es escritora, editora y colaboradora en El Cultural e Ínsula. Su obra ha sido merecedora del Premio Jaén de Novela por La ciudad feliz (2009), así como del Premio Andalucía de la Crítica por La isla de los conejos (2019). Por último, Elena Medel poeta, novelista y editora, ganó el Premio Francisco Umbral al libro del año 2020 con su obra Las maravillas.

La literatura andaluza en estos últimos treinta y cinco años ha aportado al conjunto de la literatura española un rico bagaje de obras que, en sus diferentes manifestaciones, demuestran su gran versatilidad y una excepcional habilidad para adaptarse a la realidad en continuo movimiento. De esta forma se hace ecléctica en temas, medios y formas. Atraviesa las crisis, se amolda a las nuevas tecnologías y se proyecta con independencia y libertad, sin fronteras que puedan coartar su lenguaje, la motivación o inquietud que la llevan a dirigirse a un receptor que se acerca a los libros ávido de encontrarse a sí mismo en una historia, de aprender, de huir de la realidad, de imaginar, de entretenerse y disfrutar con el arte de lo que ha sido escrito exclusivamente para él.