Gustavo Valle nació en Caracas en 1967 y vive en Buenos Aires. Ha publicado libros de poemas, Materia de otro mundo (2003) y Ciudad imaginaria (2005); las crónicas, La paradoja de Ítaca (2006) y El país del escritor (2015); y novelas, Bajo tierra (2009) y Happening (2014). Su novela más reciente, Amar a Olga (2021) ha sido publicada por Pre-Textos.

La mejor literatura venezolana, ¿se escribe en el exilio, desde el exterior?

La poesía y la narrativa venezolanas tienen grandes plumas dentro y fuera del país. Un mapa actual de nuestras letras obliga a tomar en cuenta ambas orillas. Pero es cierto que una gran cantidad de hombres y mujeres están escribiendo y publicando en el exterior. A eso habría que sumar las editoriales venezolanas afincadas afuera. Hoy nuestra literatura se difunde mucho más que antes, pero no hay que olvidar que esto en parte es consecuencia de la trágica emigración masiva.

¿De qué manera los personajes de sus novelas reflejan un acusado intimismo?

La intimidad es como esas pinturas en las que hay un mínimo e insignificante detalle en una esquina del cuadro y, sin embargo, la obra lleva por título el nombre de ese detalle. La intimidad está escondida, es diminuta si la comparas con la sociedad, con el mundo exterior. Pero su desapercibida presencia lo determina todo. En Amar a Olga la intimidad es un motor. Más que una novela de amor, quizás sea una novela de la intimidad. Al menos la primera parte. Después esa intimidad debe enfrentarse al mundo y su violencia.

Parece que Bajo tierra (2009) y Happening (2014) son un precedente de esta nueva entrega literaria, ¿en qué sentido?

Bajo tierra es un viaje al inframundo, Happening es un viaje al mar y Amar a Olga es un viaje al pasado. El hilo invisible del viaje ata las tres novelas. Pero no integran una trilogía. Un libro se sigue escribiendo incluso después de publicado. Es decir, nuestra imaginación inicia un trabajo de asociación del libro escrito con otros libros de nuestra propia autoría. A veces uno no sabe con exactitud qué escribió sino cuando lo ve en ese contexto. En todo caso el que tiene la última palabra es el lector.

Su novela Bajo tierra, ¿supone, quizá, un descenso desde el presente al pasado?

Pienso que sí. Descender es fundamental para un personaje. Un personaje que no se precipita, que no cae, no será un personaje ni querible ni verosímil. Descender es también una forma de recordar, de ir hacia atrás dentro de uno. Nos encontramos más cerca de nosotros mismos cuando estamos recordando; representar mentalmente episodios de otro tiempo en los que estuvimos involucrados es una acción de enorme intimidad. Junto con los sueños, los recuerdos son lo más íntimo de nosotros.

La consecuencia de ese descenso, ¿es, tal vez, Happening, que fragua una fuga para buscar esa identidad personal?

Uno escribe novelas, entre otras cosas, para entender dónde está parado, o para ordenar al caos que le ha tocado vivir. Escribir es una operación de autoconocimiento. Pero no a la manera de una terapia, pues no busca ni la sanación ni el alivio del dolor; tampoco busca exacerbarlo, sino entenderlo. Creo que la causalidad que une las tres novelas es de orden intuitivo. Se conectan, sí, pero por pasadizos invisibles. La intuición es el mejor lazarillo que tiene el escritor.

¿Necesariamente, la narrativa venezolana debe incorporar cualquier aspecto político a la historia a contar?

Por más que intentemos apartarla o evadirla, la política estará siempre allí, como una sombra. Eso no quiere decir que la novelística deba ser exclusivamente política. Me gusta pensar la novela como algo similar a una bisagra, ese objeto plegable que permite abrir y cerrar una puerta o una ventana. El juego entre el afuera y el adentro. En la Venezuela de hoy ese afuera de la política parece dominarlo todo. Con esta novela pretendí darle al personaje principal una intimidad lo suficientemente sólida como para blindarlo ante el ruido exterior. Qué ingenuo fui.

Al margen de esa desnudez del personaje de Amar a Olga (2021), interviene esa frustración personal en otros ámbitos, ¿es ese el preámbulo para una razonada huida?

Esa desnudez que mencionas está en la voz en primera persona. El narrador es una primera persona muy abierta, muy franca. Quise que hablara con la mayor franqueza posible. De ahí la incorporación de una parte de la novela a modo de diario. Y en cuanto a la frustración, hay una acepción de esta palabra que siempre me ha gustado mucho. Frustrare en latín es, entre otras cosas, estar engañado. Creo que el personaje de esta novela vive engañado.

¿Esta novela surge, de alguna manera, de un conflicto personal o, quizá, se sustente en uno más colateral, social y conflictivo?

Uno canibaliza conflictos personales, sin duda. Pero al trasplantarlos en la novela se trastocan hasta convertirse en otra cosa. Al novelar inventamos recuerdos y recordamos cosas que no ocurrieron. En la novela hay conflicto personal y conflictos de otros, de historias que uno escucha, tramas que imaginamos, lecturas. La novela es como un agujero negro que lo absorbe todo.

Desde las primeras páginas, el narrador despierta cierta simpatía y a medida que avanzamos resulta cuestionable, ¿quizá porque se verá envuelto en una auténtica encrucijada?

Es interesante la valoración ética que hacemos de los personajes. En la vida real la ética es un fin. Pero en la literatura la ética es un medio para componer un personaje que irradie carácter y complejidad. En una novela un personaje que obre íntegramente bien no sirve para nada. Su moral debe ser ambivalente.

¿Resulta fácil escribir sobre el concepto humano del amor?

Escribir sobre el amor está casi contraindicado. Se corren muchos riesgos: por un lado, el sentimentalismo, por otro, la explicitación. Encontrar un lenguaje para hablar del amor no es nada fácil. Quizás porque está en todas partes, porque nos invade a diario. Parece más fácil hablar de la crueldad, la violencia o el crimen que del amor. A pesar de que el amor contiene todo eso.

¿Calificaríamos Amar a Olga como una novela psicológica realista con ciertos tintes autobiográficos?

Puede ser. Quizás no sea yo el más indicado en calificarla, pero eso que dices es también una manera de nombrar a la intimidad.

¿El lector percibe la complejidad y ambigüedades de un personaje que va creciendo a medida que avanza la narración?

Yo, como lector, busco eso. Que un personaje se vaya desplegando ante mis ojos a medida que avanzo en la lectura. Lo mismo trato de hacer en mis novelas. Así como en la vida conocemos a alguien a medida que el tiempo pasa, en la novela página tras página nos vamos acercando al personaje. Hay un asunto temporal en todo eso. Solo el tiempo te permite conocer.

¿La novela Amar a Olga es la persistencia de la soledad más absoluta, del cansancio existencial, de alguien que no se encuentra cómodo en sí mismo y en una ciudad donde con el paso del tiempo ha ido desdibujándose?

Es una novela que habla de todo eso, es cierto. Pero creo que también hay humor, vitalidad, ligereza. Me encantaría escribir una novela en la que los personajes se rían de sus propias desgracias.

¿Qué esconde el personaje del que, tan solo, al final revela su nombre montado en un avión?

Esconde su identidad nominal, como comentas. Del resto, es un personaje que, como decía Baudelaire, lleva su corazón al desnudo. O quizás no completamente desnudo, pero sí en paños menores.