La nueva novela de Alberto Monterroso, publicada por la editorial Almuzara, nos propicia una serie de reflexiones sobre la novela histórica, desde hace tantos años de afortunada moda en España y de tan fecunda tradición desde el Romanticismo en las literaturas inglesa y francesa.

Pocos escritores de la misma contarán con un caudal de conocimientos clásicos como el autor cordobés, al que se debe una memorable biografía de nuestro Lucio Anneo Séneca, de la que Almuzara ha sacado ya la segunda edición, así como una nutrida serie de ensayos sobre los emperadores de Roma, y cuya tesis de doctorado versó sobre Séneca el Retórico, padre del filósofo.

Monterroso entiende la novela histórica como un delicado equilibrio entre literatura e historia, tal como hacían los clásicos, y siempre con la intencionalidad ético-literaria de «enseñar deleitando». Así pues, la novela habrá de ser una obra de arte dotada de un estilo atractivo, de intrigas y pasiones, de intensa acuidad psicológica en la caracterización de sus personajes, y capaz de suscitar la emoción y el asentimiento del posible lector; pero si es histórica deberá mostrarnos también cómo fue aquella época, qué pasó en realidad, cuál era la mentalidad y la vida cotidiana en aquellos tiempos. Ambas, historia y literatura, han de ir de la mano, sugestivas, pero fieles a la realidad; deben marchar de modo acompasado y armónico.

Ello se cumple a la perfección en esta nueva obra que nos ha sumergido en el trágico clima de violencia, decadencia y brutal sensualidad que arruinó el augusto legado que el noble Marco Aurelio, de ascendencia cordubense (con antepasados en la Úcubi romana, la actual Espejo), había logrado modelar bajo su humanista y filosófico pensamiento. Su hijo, el torpe y decadente Cómodo traicionó aquellos brillantes logros éticos y políticos gracias a los cuales Roma, coronando la excepcional dinastía de los Antoninos, llegó al esplendor tanto material como espiritual de su Imperio, del que todos somos olvidadizos herederos. La historia del emperador Cómodo es una de las más apasionantes y brutales de Roma, considerada por Gibbon como el inicio de la caída y ruina del Imperio. En la novela aquel importante momento histórico queda reflejado como una música de fondo que inunda la acción de los personajes sin solaparlos. A través de una lectura amena, de situaciones y personajes amables o aborrecibles, el lector se adentra en las verdaderas causas de la decadencia romana, pero, a su vez, dicha decadencia política es también símbolo de otras: la humana, social, económica, personal, moral… , una postración en todos los órdenes de la vida que condujo a una degradación tal que llevó, incluso, a la pública subasta del Imperio, mientras los enemigos de Roma se cernían hostiles amenazando sus fronteras, en una poderosa narración que va más allá de la historia concreta y alcanza una dolorosa reflexión sobre la condición humana, una reflexión fundamentada en el pensamiento clásico. De hecho, la historia, de por sí, ya aporta elementos apasionantes. Basta el contraste, trágico y patético, entre personajes como el egregio Marco Aurelio y el sórdido Cómodo, uno de los peores tiranos de Roma y de infame brutalidad y torpeza. La historia nos proporciona hechos reales, como las seis conspiraciones que hubo de sufrir Cómodo, las intrigas, traiciones, guerras, pestes e incendio de Roma… Todo eso ocurrió en la realidad y es el fondo dramático en que se desarrolla la acción.

El estilo, de sobriedad y justeza, es una pieza esencial de este mecanismo literario, en diálogos ágiles, en la presentación de humanísimas y brutales pasiones y acciones de gran vigor narrativo, tantos bélicas como cortesanas. El objetivo literario de Alberto Monterroso ha sido unir literatura e historia; es decir, prodesse et delectare, por emplear la célebre máxima latina, «aprovechar y deleitar», a la vez. Mostrar los hechos históricos reales, de por sí notables, de una manera amena y sugestiva, no con la seca aridez expositiva del historiador, aunque con personajes en su mayoría históricos (de los que se nos da cuenta en el Anexo y Glosario finales), pero incluyendo también algunos ficticios, por más que dotados siempre de verosimilitud, y ayuntando acción e introspección psicológica, al tiempo que nuevas técnicas narrativas, como la segunda persona, el monólogo interior, o la narración coral… Tal es el plural estilo literario de la presente novela.

De este modo, Monterroso nos ofrece con sabiduría y pulso literario un excepcional friso histórico de un momento clave de la civilización, y no sólo mediante una sugestiva trama narrativa sino con un acertado análisis de la psicología de la figura del tirano y sus secuaces, y la corrosiva atmósfera de degradación que en torno suyo se suscita, un panorama fidedigno y fundamentado en su alto conocimiento de la civilización y cultura latinas.

Historia y literatura armoniosamente conciliadas por alguien que no sólo tiene un acrisolado conocimiento filosófico e histórico de la materia, sino, y ello lo potencia, un apasionado amor por el mundo clásico, hoy tan torpemente desdeñado en nuestros planes de estudio, así como por ese gran hombre, Marco Aurelio, prototipo del buen gobernante, en trágico contraste con su sucesor. Estamos, pues, ante una sobresaliente y enjundiosa novela histórica, de 435 preñadas páginas, escrita no sólo con seguro conocimiento de la materia y moderna técnica literaria, sino también con amor intelectual, con un auténtico y apasionado amor por el mundo clásico; y eso se nota al leerla, y la hace, incluso, más apetecible.

‘El amo de Roma’.

Autor: Alberto Monterroso.

Editorial: Almuzara. Córdoba, 2021.