Anne no encaja en el espacio familiar de su casa que no es un hogar cálido sino el reducido, ruidoso y asfixiante territorio donde ella se encuentra relegada al papel que le impone su deslenguada y frívola hermana, Suzie. Bajo la constante amenaza de sus despectivos comentarios, su presencia se hace cada vez más insignificante, su autoestima se evapora hasta sentirse invisible, prescindible.

Es entonces cuando decide internarse en el bosque. A partir de ese momento éste será su hogar; un lugar agreste que intentará entender a través de la observación, un lugar bello, generoso, seguro donde aprenderá, incluso, a mimetizarse con los animales que lo habitan: «Hacía como las ardillas que buscaban sus provisiones ocultas o dormían. Comida, siempre comida, metiéndose en refriegas, rapiñando, hambrienta, siempre hambrienta» (Pág. 101).

La madre naturaleza la acoge con el abrigo de sus árboles, de sus plantas (algunas comestibles), de sus animales: ardillas, zorros, conejos, gorriones, patos…; con la admirable belleza del cielo: la luna, las estrellas los asombrosos colores del atardecer y la reconfortante luz solar al despertar. Anne se hace resiliente pese a la lluvia, la humedad y el frío del invierno. Aprende a mejorar su choza para hacerla cada vez más confortable y habitable. La adorna con objetos que han arrojado en los senderos del parque o en el vertedero. Su huida al bosque la hace libre. Es una escapada voluntaria en la que decide alejarse del mundo urbanizado, excesivamente consumista, descontrolado e inhumano.

Laura Beatty escritora londinense (Keen, 1963), licenciada en Filología Inglesa y especialista en Griego Antiguo, ha ejercido como periodista y publicado libros como Lillie Langtry: Manners, Masks and Modals, Anne Boleyn, the Wife Who Lost her Head, Darkling o Lost Property. En 2008, su novela La poda le proporciona el Premio Author’s Club Best First Novel Award.

La soledad es amortiguada por algunos personajes que habitan las lindes del parque, como es el caso de Steve, de Nigel, del guardabosque o del adolescente golfillo que se hace llamar Peter Parker. De todos ellos, solo Steve parece dispensarle la atención que necesita, muy de vez en cuando pero esencial y sincera, lo cual despierta en Anne un tímido enamoramiento que se hace platónico cuando Steve se marcha del lugar para recomponer su propia vida.

La inmersión en el ecosistema del parque la lleva, incluso, a perder la noción del tiempo, y el don de las palabras, no así, sin embargo, su habilidad para sobrevivir a través de las distintas estaciones y sus señales.

Sobre el bosque se va ciñendo, de forma gradual y persistente, la sombra amenazadora del urbanismo, de la desmesurada avaricia, la construcción de una pasarela que comienza con la tala de árboles, un bocado al entorno natural, el desmembramiento de la arboleda y con ella el éxodo de los pájaros y demás especies de este sustancial ecosistema.

Laura Beatty nos adentra en un hermoso relato de subsistencia en donde la naturaleza refuerza su papel indispensable y esencial como madre nutricia que nos abraza y proporciona el equilibrio armónico con nuestros orígenes, con nuestra propia existencia.

La poda es un bellísimo alegato a favor de la naturaleza, de la urgente necesidad de respetarla, cuidarla y amarla como útero primigenio de nuestro sustento y cordura. Es, asimismo, una denuncia del abuso que el hombre ejerce sobre el ecosistema, a través del excesivo consumismo y los consiguientes deshechos, la basura inorgánica, la caza furtiva, la inconsciencia de aquellos que arremeten contra el soporte ultimo de nuestra supervivencia. Anne y el bosque simbolizan la amable y desvalida resistencia. La verdad, la armonía, el difícil equilibrio de la vida sobre el universo, la vuelta a la esencia del ser humano.

'La poda'

Autora: Laura Beatty.

Editorial: Impedimenta. Madrid, 2021.