El boom latinoamericano que recorrió el mundo y, de alguna manera, revitalizó las letras americanas no incluyó en su canon literario, en un imperdonable olvido, a escritoras que también habían publicado y gozaban de un prestigio literario con el que hubieran podido completar la nómina femenina o feminista de generaciones posteriores. Un libro como Vindictas, publicado muchos años después, amplía el panorama del género cuento, y pone de actualidad temas y vivencias humanas que interesaron a escritores que a lo largo de estos años nos han legado una bibliografía profesional y académica que ahora completa esa visión de un boom sobre el cual se sustentaría la producción narrativa de posteriores generaciones a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, y sigue su curso a lo largo del XXI.

El estadounidense Harold Bloom cuestionó en su polémico libro El canon occidental (1995) el concepto «canon» como la voluntad de seleccionar en un corpus limitado a los mejores escritores y relegar a los incompetentes. Sostiene el crítico que responde a un criterio restrictivo, un repertorio limitado, abarcable, y otros aseguran que el criterio para escoger estas obras se concreta en la excelencia estética, un aspecto subjetivo que dos lectores apreciarán de manera diferente, pero quienes se limiten a consumir los textos establecidos pierden la oportunidad de conocer otros de mayor aceptación, o de más nivel intelectual y emocional. Tal vez por este, y no otro, motivo, Socorro Venegas, con el apoyo de la Universidad Nacional Autónoma de México y Juan Casamayor, desde su propia editorial, Páginas de Espuma, seleccionan, editan y anotan una antología de cuentos de escritoras latinoamericanas del siglo XX cuyos nombres fueron silenciados, o con toda evidencia ocultados, y hoy conforman ese otro canon de la literatura hispanoamericana.

El volumen Vindictas (2021, 2ª edición) reúne a veinte autoras y rescata un auténtico «mapa secreto» de la narrativa breve latinoamericana, el inventario de una amplia nómina de escritoras que no tuvieron las mismas oportunidades en el panorama narrativo de su momento frente a ese concepto editorial machista que se desarrolló a lo largo de los años 30, 50 y 60, un fenómeno que se repetía en todo el continente americano y en la España franquista, aunque ambos editores dejan constancia de que no se trata de las veinte mejores narradoras de cada país, o veinte voces exclusivas, sino de cuestionar a lo largo de décadas si hemos leído los mejores cuentos latinoamericanos y si conocemos a sus autoras y su obra.

El volumen apela a la curiosidad lectora para conocer la mirada de esa otra mitad del mundo que no está representada en la mayoría de las colecciones de cuentos, y conviene dejar bien claro que esta no es una antología en el sentido tradicional. Vindictas se convierte en una acepción muy generosa, reivindica en sus distintas acepciones, «venganza», «resguarda» y «protege», y desde esa misma generosidad las autoras ofrecen entrar en sus textos, husmear en los estantes de las bibliotecas y piden a los libreros su mediación para volver a poner en manos de los lectores libros que siempre debían haber estado ahí. Como toda antología, Vindictas plantea una perspectiva social-política que, en este caso, supone ponerle nombre a la desmemoria del patriarcado, a recuperar las voces de unas escritoras que han sido condenadas a vivir en el olvido, y ese olvido, según Juan Casamayor, en un lúcido prólogo, «para olvidar tiene que haber una voluntad de querer recordar. Y aquí no se ha querido recordar. Estamos frente a la invisibilidad. Estamos sin memoria». Tal vez, por eso, omisión y desmemoria, son los conceptos más adecuados para explicar la ausencia de estas mujeres en el canon literario. Un libro de relatos donde la sangre, la violencia y la soledad son hilos conductores de tramas increíblemente audaces, estética y corporalmente. Hay que hablar de cuerpo si se trata de la escritura de mujeres en cualquier caso, pero sobre todo cuando se recuperan voces aplastadas por las políticas opresivas contra la mujer.

Entre otros muchos aciertos, las narradoras de esta antología convierten sus historias en un auténtico artificio lingüístico que implica esa prescripción social femenina prevista en un matrimonio donde deben soportarlo todo, aunque en muchos de estos cuentos descubrimos personajes femeninos con un mundo interior asombroso y peculiar, mientras viven a expensas de su esposo o del amo, y su consciencia les lleva al experimento del placer y del deseo, puesto que en estas historias no hay un reconocimiento de la sexualidad de la mujer, se muestran como cuerpos silenciados, despojados de cualquier apetito sexual, y ante un proceso de cosificación femenina por parte del hombre, aunque iremos descubriendo que la magia y el arte literario de sus autoras va mucho más allá de una sensualidad frustrada, léase «Cuando las mujeres quieren a los hombres», de Rosario Ferré; «Barlovento», de Marvel Moreno o «Guayacán de marzo», de Bertalicia Peralta; la prostitución, el destino que deben cumplir las mujeres de una familia o esa lucha individual que llevará a cabo una protagonista sin medios y en un absoluto secreto. Escasean los personajes masculinos y cuando aparecen empujan a las mujeres a decidir. Otros temas son la maternidad, el mundo infantil o adolescente, la muerte que aparece de modo central, o tangencial, «Nadie llama de la selva», de Mirta Yánez, con una carga simbólica de absoluto poder; la austeridad y economía del lenguaje en el mundo de la vejez en «Jacinta Piedra», de Mercedes Durand, o la brevedad elíptica de «Desaparecida», de Ivonne Recinos y «Locura», de María Luisa Elio.

Según Jorge Volpi, «convendría releer nuestro pasado para reivindicar autoras y textos que ya nunca deberíamos olvidar».

La invisibilidad de la mujer

Venegas y Casamayor reivindican la posibilidad de ampliar el panorama narrativo breve con las voces de estas autoras y la necesidad de poner de manifiesto la invisibilización de las mujeres como un hecho histórico que forma parte ya del pasado. ‘Vindictas’ muestra la otra cara de la moneda con veinte escritoras del siglo XX para que reconozcamos el cuento desde una perspectiva diferente, o esa profunda visión de la escritura, calificada de feminista. Estos cuentos recogen temas profundos que nos siguen interesando: el aborto, la consciencia del cuerpo y el derecho al placer, la violencia y degradación de la mujer, porque ofrecen otra mirada para conocer el talento literario de mujeres centroamericanas que, tal vez leamos por primera vez, se nos brinda la posibilidad de leer y entender algunas de aquellas regiones bajo una perspectiva propia. Y un cuento como «La espera», de Hilma Contreras, «reivindica el encuentro de los cuerpos del mismo sexo», afirma el editor Casamayor, y otro de Susy Delgado, «La sangre florecida», interesa mucho porque se habla de la sexualidad en la vejez.

‘Vindictas’ (Edición de Socorro Venegas y Juan Casamayor)

Autor: VVAA.

Editorial: Páginas de espuma.

Madrid, 2021.