Una vez más, y ante la llegada anual del día de Todos los Santos, hemos vuelto a visitar a nuestros muertos. Compramos los ramos más hermosos del mercado para renovar los restos marchitos de nuestra última visita. Recorrimos sus silenciosas calles haciendo la parada oportuna ante las pulcras lápidas de conocidos esbozando el comentario pertinente sobre su eterno descanso.

Siempre me han recordado los cementerios a grandes archivos bibliotecarios, perfectamente ordenados, donde quedan registrados, no por orden alfabético sino por orden de muerte, los datos más idóneos y las frases más lapidarias, elegidas por los vivos que vamos quedando detrás. Nuestros muertos van quedando archivados en el cementerio y en nuestra memoria, variando la intensidad de su recuerdo con el paso del tiempo. Es la forma de dar por zanjado un asunto, pero sin dejar de tenerlo presente. Afortunados somos de poder hacer esta visita reglamentaria, otros no pueden hacerlo, desconocen su paradero. Otro año más hemos renovado sus flores y, desde aquí, otro año más, tanto a unos como otros, deseo que descansen en paz.