Las decisiones, tercer libro de poemas de Cecilia Silveira tras Lo indecible e Ir, mantiene cierta continuidad con sus anteriores trabajos: el protagonismo de un cuerpo que se confunde con el paisaje, la modulación magistral del silencio o la yuxtaposición de unas imágenes que nunca dejan indiferente al lector. Sin embargo, este poemario supone una inflexión debido al esfuerzo por explorar –o profundizar– en su poética y con el que consigue la implicación del lector hasta convertirlo en un elemento más de su universo. Para ello ha sido fundamental delimitar una geografía y un tiempo míticos: el de las decisiones que acaban modelando nuestra vida. Las decisiones se ancla en su ciudad de nacimiento, Montevideo, y en una secuencia cronológica muy concreta: los años 1964, 1976 y 1991. Una foto infantil en compañía de sus primos y tres mapas cenitales de la ciudad a modo de separación entre capítulos, lo dotan de la veracidad suficiente como para orientarse en su lectura. Estos elementos figurativos conforman el tablero sobre el que se colocan el resto de las piezas: la superposición de planos espaciotemporales o las acciones y pensamientos que impulsan cada poema. La nota de la autora, en la que autocita el verso «un plano cenital de todo es tiempo», aclara las principales reglas del juego; por ejemplo que los poemas vienen encabezados con las dos letras que los abren y cierran. También que la «d» y la «l» –«decido hacia el deseo» y «la belleza no es en vano»–, que lo hacen con el libro, conforman un universo con pleno sentido.

Las decisiones arrancan con el rescate de un pensamiento del pasado: «ahora que me desconozco voy a inventarme», para contextualizar desde el presente: «Tenía que arrodillar mis ideas ante la mayoría», y añade: «Había que experimentar./ Ese fue el verbo./ Y así fueron mis primeras decisiones:/ inolvidables». También los tiempos verbales se observan desde un encuadre cenital.

La importancia del cuerpo es fundamental para liberar la palabra poética: las manos son protagonistas: «Me dijeron que no entendían mis manos», o en otro momento: «y al mirar nuestras manos/ descubrimos otro lenguaje». Aunque son los pies los que inician la acción, porque son «los primeros en atreverse». También la mirada dibuja el paisaje pues «mirar/ nos obliga a decidir».

Otra cuestión a destacar es la personificación de los elementos como impulsores de la actividad: las piedras nos observan envejecer, una montaña persigue al sujeto o «el destino se mueve hacia las cosas», que recuerda aquel verso de Tranströmer que dice: «El mundo y yo dimos un salto el uno hacia el otro». Todo es movimiento en el instante exacto de las decisiones: «hablo en silencio para decidir// Me quedo quieta. Muda. Sin maquillaje». Una quietud en que la voz se reivindica al afirmar: «Existo».

Silveira, uruguaya afincada en Córdoba, crea artefactos minuciosos, sistémicos, donde todos sus elementos son interdependientes, como una telaraña de la que nada ni nadie puede escapar. Esto sucede de un modo muy especial en Las decisiones, donde cada verso parece haberse tejido con antelación: «la idea es antes que el lenguaje como todo fue antes nada», dice al comienzo de un poema y sentencia: «la imagen que vive en la frase pensada es en la palabra escrita».

¿Qué son las decisiones? ¿Las sucesivas mudanzas? ¿La revisitación del pasado? ¿Los pasos que condujeron al descubrimiento de la poesía? Silveira deja los huecos necesarios para que cada lector obtenga sus respuestas.

Las decisiones

Autora: Cecilia Silveira.

Editorial: Cántico.

Córdoba, 2021.