Que esta poeta-abogada, nacida en 1966, con cuatro libros publicados solamente aparte de este último, Al final del paisaje (2021), sea una de las poetas esenciales de su generación nos habla de la calidad de su poesía. Los títulos de los libros publicados son: El libro de los árboles (2010), El viaje del invierno (2011), Las huellas fértiles (2014) y Arquitectura del silencio. Estos libros han sido traducidos al italiano, serbio, francés, búlgaro, inglés y árabe.

Este último libro se abre señalando «la meta que muestra el camino por recorrer…» para conformar una identidad. ¿La encuentra a lo largo de los poemas de ‘Al final del paisaje’?

Creo que la identidad se va conformando a lo largo de la vida y sus cimientos son todas las experiencias vitales, sensoriales y culturales en su más amplio sentido. Este poemario no tiene la pretensión de su alcance, sino de un simple ejercicio poético de búsqueda. Si identifico el paisaje con la vida, al final de mi vida, de mi paisaje, siempre estarán mis hijos.

El poemario está dividido en seis partes. Al principio de cada una hay un fragmento en prosa al que le siguen los poemas. ¿Qué significado tiene? ¿Puede tratarse de un contexto que cree el ambiente de los poemas en verso que le siguen?

Es una decisión en la distribución de los textos a lo largo del poemario. Me pareció interesante presentar los seis textos en prosa, a modo de obertura, para introducir los poemas que vienen a continuación. Hay una asociación formal con las oberturas musicales. Pero, en todo caso, esos textos en prosa tienen una temática independiente y funcionan poéticamente como autónomos.

Los temas que toca en el poemario, en mi opinión, son principalmente el amor con cierto erotismo, el tiempo y sus consecuencias, el desamor, la ausencia, la memoria de un tiempo mejor y la muerte, los describe con implicación del yo lírico. Sin embargo, a todos ellos consigues universalizarlos.

Todos son temas que son universales para la poesía y los poetas. Especialmente para la poesía romántica, que es la que más influencia tiene en mí como lectora y la que cultivo. Tiene que ver con un posicionamiento existencial de mi yo lírico y la atmósfera y clima que envuelven a los textos y poemas tienen ese desaliento y desamparo, dejando siempre una grieta para que penetre la luz y la esperanza.

La naturaleza en todas sus manifestaciones está presente como contexto y sujeto lírico. ¿Encuentra en ella Alicia una parte muy importante de su mundo?

Soy muy urbana y me gusta la energía de las grandes ciudades, vivir en la ciudad. Sin embargo, es en la naturaleza y en todos sus elementos donde encuentro la capacidad de evocar la existencia y los temas que me interesan. La ciudad y todo lo que ofrece me nutre, y la naturaleza y su observación es la que me resulta inspiradora y me provoca una actitud de apertura hacia la poesía. Sí, la naturaleza es una parte muy importante en mi mundo.

Hay una melancolía solapada que corre como una vena de tristeza debajo de cada poema. ¿Es melancólica Alicia o sólo lo es su yo lírico?

Me considero una persona muy alegre, positiva y vitalista. Sin embargo, la poesía solo la puedo concebir desde esa posición melancólica en la que siempre hay algo de dolor, de desasosiego, de penumbra, pero en la que a la vez hay siempre una ranura por donde la luz entra e ilumina.

Dice: «He aprendido el olor de la distancia...» para seguir, inmediatamente: «después pongo al día mi correo». Me atrae el ambiente que crea esta cercanía tipográfica con esta lejanía semántica. Y es algo que se encuentra fácilmente, sobre todo en la prosa poética.

Me gusta ese tono en el que se mezcla el pensamiento y los gestos cotidianos con cierto lirismo. A veces los mejores versos acontecen así, en la más absoluta cotidianeidad. Son textos muy subjetivos, de mirada hacia el interior y proyectar con ellos esa sensación de «diario íntimo» es lo que pretendía. Los lectores dirán si lo he logrado.

Hay un tú amoroso, lírico o no, muy potente. Este tú hace la poesía cercana y personal, pero trasciende a lo universal sobre todo cuando se habla del amor y desamor.

El amor y el desamor son temas muy universales. Cuando se escribe sobre ello y se trata de poesía de la subjetividad siempre aparece la segunda persona y la primera del plural. Un tú, un nosotros. La tercera persona en mi opinión tiene más que ver con el relato, con la épica. Eso hace que el poema sea más verdad, más verosímil. No importa que el poema diga mentira o verdad sobre mí misma. Creo que lo importante es que el lector pueda objetivar los sentimientos que provoca el poema y asumir como suya esa experiencia lírica.

Me gustaría saber qué se encuentra ‘Al final del paisaje’, para mí un libro magnífico de una calidad extraordinaria.

Creo que está contestado más arriba. Al final del paisaje están mis hijos. Por eso el último poema que cierra el libro está dedicado a ellos y ese cierre es intencionado. Pues para mí son lo más importante de mi vida, aunque al final se puede encontrar reminiscencias románticas diversas.

¿Por qué escribe y para qué escribe Alicia Aza?

Es precisamente uno de los ejercicios de búsqueda que aparecen en el poemario. En todo caso surge la necesidad de expresarme y de escuchar mi propia voz, de perderme de mí, pero no de mi voz poética. Se escribe por muchas razones, pero, en todo caso, no me importa reconocer que escribo para publicar. Eso hace que tenga una mayor autoexigencia y que escriba y publique poco.

¿Nació poeta o se hizo?

Pienso que, salvo los genios, nadie nace siendo algo. El ser se va construyendo. Hay un germen que hay que saber observar y escuchar. Puede haber una actitud, una toma de decisión, pero el oficio lo da el trabajo, la constancia y la dedicación y, en este caso, mucha lectura. Quizá sea más lectora que poeta.

Me despido de Alicia con el regusto de su libro Al final del paisaje, un libro que es para mí como una exposición de la condición humana en su esencia.