Hija del mar relata la historia de la primera mujer que, disfrazada de hombre, se alista en la Infantería de Marina de la Armada Española; una mujer de nombre Ana María de Soto y Alhama, que nació el 16 de agosto de 1775 en Aguilar de la Frontera, siendo hija de Tomás de Soto, natural de Montilla, y Gertrudis de Alhama, nacida asimismo en Aguilar, donde los padres poseían una humilde tahona.
Su autora, Alicia Vallina, es actualmente la coordinadora técnica de la Unidad de Coordinación de Museos de la Subdirección General de Publicaciones y Patrimonio Cultural del Ministerio de Defensa, una relación insoslayable que, desde los trabajos ensayísticos, la ha conducido a enfrentarse con el género, siempre arriesgado, de la novela histórica.
Se ha escrito mucho sobre la connivencia de la historia y la literatura, y son múltiples los factores que los interrelacionan. De hecho, tanto el historiador como el narrador forjan sus relatos con la ayuda de documentos, siendo estos, para el primero, cimiento necesario de sus argumentaciones y, para el segundo, un instrumento de construcción. Desde los albores de la humanidad, la literatura es una de las formas primarias utilizadas por el hombre para representar el mundo. No solo constituye la forma auténtica de consolidar una lengua y convertirla en materia artística, sino que se manifiesta como la gran propagadora de ideas. Trazar el panorama de una época implica un proceso de ficcionalidad narrativa y, por supuesto, su fabulación argumental denota un determinado modo de entender el mundo. Al estar construida sobre la base angular de la vida, la historia debiera contemplar lo irracional, lo azaroso y lo asistemático. Al eliminarse del relato histórico estos ingredientes naturales del quehacer humano, la efectividad se desvirtúa. En su favor, la novela sí incluye estos detalles cotidianos y consuetudinarios, los que nos acercan epitelialmente a las emociones de los seres humanos, sus triunfos y fracasos, sus temores y gozos, siendo en este sentido más cercana a la realidad de las sociedades que las grandes gestas y los hombres célebres, a veces idealizados y hasta manipulados por el poder y la gloria.
Sobre estos supuestos se erige la novela de Alicia Vallina que, sin renunciar a la verdad histórica, recrea en toda su dimensión humana la personalidad de la heroína cordobesa. Vallina reconstruye la historia de Ana María de Soto con un lenguaje directo y claro, de diálogos vivos, donde no faltan las expresiones del argot ni la lírica de las canciones populares; un canevá preciso donde se entraman celebraciones, modos de conducta, costumbres y usos de la Armada, tachonado por un preciso glosario del léxico marino. La realidad de Córdoba está muy presente sobre todo en la primera parte de la novela que nos muestra a una mujer, de fe imperturbable, capaz de vencer su miedo en la conquista permanente y firme de su ansiada libertad.
La separación que se impone entre historia y literatura mueve a los narradores a utilizar recursos metaliterarios, proclives a dar verosimilitud a los hechos relatados. Es evidente que Fernando de Rojas pretendía escudarse de la exclusiva propiedad intelectual de La Celestina, temeroso de que su manifiesto humanista pudiera despertar la inquina de quienes lo suponían un impenitente converso. Del mismo modo, Cervantes recurre a este tópico de encontrar páginas manuscritas para crear un artificio narrativo que complica hasta el infinito. El historiador moro al que atribuye la autoría, el traductor que la vierte al castellano y su presencia, como segundo autor, que, alejándose de autoría, lega la historia traducida a los lectores, son recursos para dar ilusión de verdad a los hechos vividos por Don Quijote. Esta técnica será también usada por Antonio Gala en El manuscrito carmesí, que imagina una ficción novelesca donde dos jóvenes arquitectos franceses descubren en la mezquita marroquí de Karauín un cúmulo de documentos y libros preciosos, entre los que destaca un manuscrito por su color carmesí, texto que compilaba las memorias de Boabdil, el último rey de Granada. Vallina utiliza este mismo artificio literario, informándonos en el preámbulo de la novela cómo halló una caja de madera de dimensiones reducidas y cubierta de polvo en cuyo interior se mostraba un objeto envuelto en un paño de lino que resultó ser un libro encuadernado en cartoné, escrito a doble página, que firmaba una mujer, apuntes biográficos sobre los que forjó su historia.
Lo cierto es que fue Félix Salomón quien encontró, en 1898, los legajos sobre Ana de Soto, cuando rebuscaba información en el archivo de Intervención de Marina, en Cádiz, para documentarse sobre un libro que estaba escribiendo. De no ser por este hallazgo, la historia de Ana de Soto habría pasado sin pena ni gloria, como habrá ocurrido con tantas otras mujeres encuadradas entre las tropas del Ejército y la Armada, de las que nadie sabe de su existencia.
Basándose en estos legajos, en 2018, Luis Solá Bartina, en su artículo «Una mujer entre las tropas de Marina del siglo XVIII: Ana María de Soto y Alhama», señala que han sido pocas las mujeres, travestidas o no, que han asumido el papel de heroínas frente al jinete apocalíptico de la guerra, pocas, pero las suficientes para llamar nuestra atención. Y así afirma que, en España, además de la monja alférez, tenemos constancia de Juana García, quien, bajo el pseudónimo de Caballero de Oliveros, luchó a favor de los Reyes Católicos. O el conocido precedente entre las tropas españolas de la Marina como fue María la Bailaora, quien tras ser descubierta su condición mujer, fue premiada con el sueldo de arcabucero de por vida.
Ejemplos de mujeres valerosas encontramos en la literatura y la historia. En la obra Fuenteovejuna, publicada en 1619 por Lope de Vega, se relata la hazaña del pueblo cordobés levantado unánimemente contra el comendador mayor de Calatrava Fernán Gómez de Guzmán. En este drama épico, será una mujer, Laurencia, la que inicie el pronunciamiento, tras haber sido ultrajada por el tirano. No olvidamos la gesta por antonomasia de Juana de Arco, alentada por las visiones del arcángel Miguel para liberar a Francia de la dominación inglesa en la fase final de la Guerra de los Cien años, a la que se unen en la historia María Pita y Agustina de Aragón. José Antonio Ponferrada Cerezo, quien también escribirá sobre la heroína aguilareña, nos recuerda que su padre, José Ponferrada Gómez, en 1980, refería que se trata de una historia muy parecida a la de la famosa monja alférez, Catalina de Erauso, un personaje que solo el Barroco y el Siglo de Oro pueden ayudarnos a contextualizar.
Ana de Soto, de alguna manera, nos representa a todos porque todos soportamos el escalpelo de la soledad y la inseguridad de nuestros destinos; todos somos conscientes de nuestra frágil naturaleza y de cómo el valor, el honor y la amistad nos vuelven empáticos y generosos; todos buscamos el reconocimiento de los otros para vencer el miedo a no ser aceptados por lo que somos, pensamos, deseamos o pretendemos; todos, en definitiva, sentimos la imperiosa necesidad de ser amados. Solo cuando un texto literario consigue despertar en nosotros estos sentimientos y convertirse en espejo de nuestras emociones sabemos que nos encontramos ante una obra que refleja sin paliativos la levedad y fortaleza de la condición humana.
'Hija del mar'
Autora: Alicia Vallina
Editorial: Plaza & Janés Editores
Barcelona, 2021