Se puede escribir largo y tendido en torno a Sandro Veronesi, sobre su obra, sobre el prestigioso premio Strega 2020, obtenido en Italia por autores que admira y que tan solo él ha repetido, sobre su particular estilo o el éxito de su última obra El colibrí a nivel internacional, pero alguien que declara sentirse muy extraño porque ha triunfado como escritor en un año en el que la gran mayoría lo pasaba mal nos avisa de quién tratamos. Alguien que condensa en un par de pensamientos la actual zozobra social: «Todas las conquistas de la clase media burguesa son hoy de nuevo exclusivas para pocos», o bien: «Los buenos sentimientos no son populares hoy en día y mi novela habla de algo universal, las familias infelices, que son las interesantes». Nos anuncia una buena carta de presentación.

El colibrí es un pájaro que puede pararse en vuelo sostenido tan solo por sus frágiles alas. También de manera extraordinaria tan diminuta y preciosa ave puede volar hacia atrás. Parece justo lo contrario de nuestras vidas que siempre se encuentran en constante movimiento hacia delante. Veronesi realiza una metáfora de tan singular avecilla en la vida de un oftalmólogo italiano, al que su madre apoda así cuando es pequeño, sin muestras del estiramiento propio de la edad, quedándose atrás, en un punto que a lo largo de su vida se convierte en una manera involuntaria de superar o enfrentarse a las adversidades que nos pueden tocar cerca, la muerte, el amor mal entendido o fracasado, la pérdida de seres queridos, la familia que no elegimos y que aparece y desaparece. La vida misma o el imprevisto inmovilismo.

El autor italiano ha conseguido un relato sorprendente y original, como si hubiese dispuesto antes los escenarios, los personajes que acompañarán al protagonista, los tiempos, las acciones y se hubiese dejado suelto en ellas al personaje principal, el oftalmólogo romano Marco Carrera, que debe acomodar todo lo que le rodea constantemente, como en nuestras propias vidas, tal vez por eso sentimos una lectura empática ante lo escrito, hacia lo que ocurre, porque aunque no sea un espejo en algún momento puede que nos estemos viendo reflejados en alguien que conocemos. Todo ello sin la renuncia a una forma novelesca, pese a los apósitos en defensa de un género que se pronosticó muerto desde el siglo XIX (recordemos aquellas polémicas de Pardo Bazán y Juan Valera), pero que continúa vivo y en buen estado de forma, al menos en los dividendos y reconocimiento que un público mayoritario le dedica.

Sandro Veronesi ha escrito una novela de elementos tristes sin que tengamos la sensación de que se trata de una novela triste. La vida es un constante cambio de previsiones, donde lo ideado tiene fecha de caducidad casi inminente. Si ese principio lo aplicamos a las relaciones más cercanas como las familiares o sentimentales nos damos cuenta de que giramos en torno a dos principios, la verdad y los cambios que hacen caer castillos de naipes, todo lo que en apariencia era fortaleza. Lo ideado y lo realmente vivido no confluyen en la aparente teoría que nos planteamos, que el autor como un muestrario de escenas va ofreciendo. Tan solo existe una verdad única y la postergamos, la entretenemos o pretendemos obviarla, nuestro adiós. Veronesi se sirve de su personaje para dejar atrás postulados trágicos e intenta mostrar un punto de esperanza en la decisión y gestión de su final, una de las partes más atractivas de la novela, que por sí misma ya hubiese merecido la pena como lectura. Un planteamiento sencillo proclamado por el autor no deja de sorprendernos: «El hecho de que haya una visión optimista, una esperanza, aunque haya tanta infelicidad también, ha sido catártico porque, por mucho que pueda parecer lo contrario, a la gente le gusta ilusionarse, pensar y saber que hay esperanza». No nos queda otra. La lectura en tiempos de pandemia tiene ya su propio drama, sus propios trágicos finales como para no sumar.

Un verdadero placer abrir las páginas y detenerse como el colobrí para buscar el néctar de la escritura, de flor en flor, de capítulo en capítulo, de historia en historia. No me digan que no les llama la curiosidad saber qué ocurre a un personaje que da tan mala suerte que es conocida y se convierte en su medio de vida, es contratado para dar mala suerte a determinadas personas. Una novela muy recomendable.

‘El colibrí’.

Autor: Sandro Veronesi.

Editorial: Anagrama . Barcelona, 2020.