Con harto dolor de mi corazón escribo estas líneas ante la repentina desaparición de nuestro amigo y admirado compañero generacional, Justo Jorge Padrón, víctima de este virus trágico y sin sentido que nos atormenta, para ofrecer un breve apunte sobre la alta dimensión de su obra, de la que tantas veces hemos tenido la oportunidad de ocuparnos en estas mismas páginas.

Tras Los oscuros fuegos y Mar de la noche -conjunto de poemas de potente imaginación e imaginería surreal-, con Los círculos del infierno (1976) nuestro poeta, en plena juventud, conseguía su consagración internacional, viéndose traducido a más de cuarenta idiomas. Este libro -cosmogonía del hombre contemporáneo, con la recreación de mitos destructores y oscuros de su historia, en una atormentada introspección en los grandes temas del dolor y la angustia- fue definido por Vicente Aleixandre como «una obra fulminante y grandiosa, símbolo cerrado del destino humano».

Su cuarto poemario, El abedul en llamas, supuso la superación de este sombrío orbe agónico en una especie de ascensión hacia la luz y al lenguaje fresco y luminoso de una Naturaleza matinal, así como la nueva orientación hacia un radiante panteísmo en gozosa fusión con el cosmos. Su siguiente libro, Otesnita, se constituye en una reflexión sobre el tiempo y las vicisitudes del amor como principal fuente de revelación y conocimiento del mundo; del amor como comunión espiritual y carnal en la que los amantes se integran en la plenitud total de lo creado.

En estos libros -si exceptuamos la ambiciosa epopeya de Hespérida (Canto Universal de las Islas Canarias), que, desde la génesis de su archipiélago atlántico, abarcará la total historia hispánica- ya apreciamos cómo su obra lírica, vasta y compleja a un tiempo, se va a alzar como un intento de conciliación de las dos líneas principales que siguen su vocación poética y su personal concepción del mundo: «la cosmogónica o lunar con la primigenia y solar, la doble alternancia de oscuridad y luz ante las verdades y mitos que han acompañado al hombre desde su primera aventura en la tierra».

A estos libros han seguido otros muchos hasta superar la treintena, como La visita del mar y Los dones de la Tierra, que han continuado insistiendo en el orbe mistérico y numinoso de una materia fuertemente espiritualizada en un proceso poético que podríamos definir como una especie de transcendentalización de esa misma materia en un afán por indagar mágicamente en el espesor y textura del mundo. El gran poeta grancanario sondea en lo oscuro y tenebroso de la existencia y el misterio con la lámpara fulgurante de su palabra y su poderosa intuición lírica, como seguirá haciéndolo en los siguientes poemarios Sólo muere la mano que te escribe y Los rostros escuchados. Y así, hermosamente envuelto en una luminosa oscuridad, viene a reconocerlo el propio poeta: «Cuando cierro los ojos, alcanzo las estrellas».

De la búsqueda a la revelación

Estamos, pues, ante una obra dilatada y fecunda, de muy altos quilates literarios y humanos, que abarca más de una cuarentena de títulos entre poesía lírica y épica, más una ingente labor como traductor y estudioso de las más exóticas poesías desconocidas en nuestra lengua, ante una poesía de palabras mayores y poderosa concepción arquitectónica, que no se conforma con el fácil cliché del poema reiterado y apañadito, de andar por casa: una obra de sostenida inspiración y aliento, de vocación de universo y de infinito, sustentada en una concepción de la poesía de honda raigambre romántica. No otro ha sido el horizonte ideal de la sostenida vocación poética de Justo Jorge Padrón, a la que consagrara toda su vida con religiosa y apasionado entrega hasta su último momento, a la Poesía como suprema realidad absoluta, tal la concibiera Novalis, a la vez que como destino y justificación de toda una vida ante sí mismo y ante los demás. Una llamada de lo absoluto entre la tierra, el mar y las estrellas. Una obra que parece aunar el aleteo metafísico de Rilke con la pasión sensualista de Neruda; la irradiación cósmica y telúrica de Aleixandre y el misterio mágico de Lorca.

‘Hespérida’

Pero si dilatada y desbordante es su poesía lírica no lo es menos su original adaptación del género del gran poema épico a los modos literarios contemporáneos, de lo que es deslumbrante ejemplo su ambiciosa empresa Hespérida. Tres son los bien preñados volúmenes publicados hasta la fecha: el Canto Universal de las Islas Canarias, con más de ocho mil versos de arte mayor, La gesta colombina y La primera circunnavegación del mundo, a los que seguirán, pues nos los dejó ya escritos, Los halcones del mar, sobre la lucha contra la piratería y la expansión hispánica en América, y los dedicados a las figuras y reinados de Carlos V y Felipe II.

Esta vasta empresa retoma y actualiza un género que muchos creyeran agotado, el gran poema épico, empresa que por su empeño totalizador y protagonismo coral -las legendarias Hespérides y la pasión de todo un pueblo, el autóctono pueblo guanche en su primera entrega, y luego todo el pueblo canario en su aventura a través de los siglos, pero no aislado, como no podía serlo, sino inserto en el general devenir histórico de España y de América-, alcanzará categoría de auténtica epopeya.

Conocemos de primera mano por nuestro continuo contacto con su autor cómo se han ido fraguando estos áureos eslabones épicos en torno a los mejores momentos de nuestra historia, que Justo Jorge Padrón pretendía llevar hasta la España del siglo XXI; la fatalidad ha impedido culminar tan noble empresa, no obstante, los tres volúmenes ya concluidos e inéditos, nos ofrecerán un esplendoroso reflejo del amor de este poeta universal a su patria.

Estamos seguros de que su amada esposa y compañera, Kleopatra Filipova, mujer de gran valía y cultura, conocedora de múltiples lenguas, que ha seguido cotidianamente la obra en continua creación de Justo Jorge Padrón, culminará con sensibilidad y fidelidad a su memoria la publicación de la valiosa obra inédita de nuestro añorado poeta. Nos ha dejado nuestro amigo, víctima como tantos de esta terrible pandemia, pero nos ha dejado también, ya para siempre viva, su poesía, su gran poesía, que es como dejarnos lo mejor de sí mismo.