Nunca como hasta ahora se ha percibido con tanta clarividencia que la incertidumbre es un reclamo de la conciencia, una especie de advertencia del juicio categórico que recrea lo ente. La sustancia última que nos da el ser. Inés Montes, poeta y narradora, licenciada en Teoría de la Literatura, ha publicado con anterioridad Las noches y los días (1992), Fronteras (2014), El canto inaudito (2017) y Un lugar al borde de las cosas (2018), habiendo recibido algunos premios literarios como el Himilce o Jábega. Su nacimiento a la poesía está muy presente en la singladura que adquiere su prosa, donde se palpa ese destello lírico siempre bajo la sombra y la presión de lo contemporáneo. El tiempo determina una síntesis en el propio título para demonizar la tardanza, la falsa resolución de lo cotidiano.

De repente, siempre es tarde lo componen un conjunto de dieciséis relatos que aspiran a expresar una sensación amarga de la realidad, aunque esta puede ser construida por nosotros mismos como en la cita de James Salter. Desde las primeras páginas se ve una literatura de corte intimista donde lo memorial posee un gran peso en las historias generalmente en primera persona: referentes personales y familiares, como en el primer relato, con la abuela o los padres: «Mi abuela, dejó de anunciarnos su felicidad porque se marchó a otras esferas en las que ignoro si mantuvo la misma costumbre». En otras situaciones surge la construcción de los sentimientos en la adolescencia, como en el relato de su amiga Flora, en la Granada de la Plaza Bib-Rambla y el cine Paradiso como símbolos vitales. También surge la soledad como espacio para la comprensión de sí misma o del mundo, como el personaje de Clara cuando le dice a la profesora: «El tema que he escogido es la soledad y para mí la soledad es una página en blanco que nunca llega a escribirse».

Inés Montes es una escritora que busca los espacios íntimos, las frases categóricas que sinteticen una vida, un sentimiento o una historia, como cuando esa memoria se apodera de los adolescentes en el instituto y surge de nuevo el bar Natalio o el desaparecido café Suizo en Granada y el desasosiego, los recuerdos imantados de melancolía. Son historias en su mayoría de mujeres que tratan de reconstruir lo que somos desde el valor que adquiere lo memorial. Somos nuestros recuerdos, recuerdos rotos, recuerdos que nos van haciendo vivir y ser, al tiempo que nos alumbran o ciegan nuestra existencia en ese poso que dejan las últimas excrecencias de lo vivido. Significativo en este sentido es el relato «Geografía perfecta» y la figura de Nuria reconstruida desde la memoria del cine y Truffaut: «Nos conocimos en la entrada del cine, daban un ciclo de Truffaut». Es un mundo personal, envolvente, porque son personajes que van construyendo una historia en torno a ese cine Paradiso, lugar de encuentros, de anhelos y de derrotas, y la soledad y el deseo frustrado siempre casi como último refugio del vivir.

Situaciones cotidianas que conforman la existencia de millones de seres siempre con un deje hipocondríaco o nostálgico y un nutritivo entusiasmo por el cine, que juega ese protagonismo de contrastes para cimentar la aporía perfecta. Una administrativa, una estudiante, una vendedora… son personajes de su propia intrahistoria, personajes de una sociedad normalizada que adquieren el protagonismo a través de sus vidas anodinas y sus derrotas como en «Jabón de luxe»: «Tú eras carne de mercado, mercancía barata sin más valor que el de una basura tirada en mitad de la calle». Mujeres desesperadas y sin rumbo, como Alicia en «Espejos» o la protagonista de «Ventanas», con la violencia sexual como protagonista y la venganza y muerte como fuego reparador que le hace estallar: «La mía es una soledad ebria que me sumerge en un tranquilo egoísmo. Nunca imaginé que me iba a reconfortar tanto este aprendizaje, este rito de venganza feliz. Nunca pensé tener tantas ventanas para ordenar mi vida». Un encuentro en el autobús o la situación que genera el ser despedida del trabajo pueden servir de aliciente para en pocas páginas construir un relato convincente, sensible y bien conducido que nos revela una escritora capaz de organizar un mundo poderoso con pocas palabras.

‘De repente, siempre es tarde’.