Dirigida por el poeta, periodista, profesor de literatura y gestor cultural Federico Díaz-Granados, director a su vez de la Biblioteca de los Fundadores del Gimnasio Moderno y su agenda cultural, la colección Valparaíso de poesía edita, en el número 207, la segunda obra poética del granadino Marcelo García con el sugerente título La aurora y el viento, que nos remite de inmediato a la mitología grecolatina en la que Aurora, divinidad sobrenaturalmente hermosa, dotada de enormes alas blancas de pájaro, abría las puertas del cielo para que su hermano Helios pudiera iluminar el día con su carruaje, conducido por corceles que arrojaban fuego. Homero recoge en sus obras Ilíada y Odisea esta figura mítica describiéndola como la diosa de dedos rosados que apertura las luces del alba. El autor establece un sincretismo entre Eos (la aurora) y Aura (el viento) para retraer desde la memoria el episodio ovidiano de las Metamorfosis en que la celosa Procris escucha a su marido Céfalo cantar al viento y lo interpreta como un canto a su antigua amante Aurora. El acervo conceptual del poeta, tanto en el fondo como en la forma, nos conduce a la palabra innovadora y fulgurante del cordobés Luis de Góngora que atrae a su poesía toda la ciencia literaria de la antigüedad para convertirla en un crisol de irradiante belleza. Es denotativo que la obra aparezca introducida por una cita del racionero, perteneciente a la Soledad I, cuya fórmula emula Marcelo conociendo tan arriesgado desafío: «Los reinos de la Aurora al fin besaste».

Secundando al racionero, el autor indaga en el poder de la naturaleza, admirándose de su maravilla, sintiéndose parte integral y proteica de todo lo que existe: «Miro en derredor las cosas, puentes, pájaros, soles, sueños». Y rememora el frenesí del peregrino estableciendo un enardecido diálogo consigo mismo y los misterios: «En todas estas cosas mi espíritu retoza,/ se abandona, se impulsa, se estira y se contrae».

Embaulados por la incuria de la prisa y la escasa exigencia de las redes, un mayoritario grupo de creadores –hijos de este tiempo– se olvidan de instruirse para cimentar lo escrito sobre el pilar de la tradición, sea para secundarla o trascenderla. En este olvido no incurre el profesor Marcelo García, empapado de la más augusta herencia, presto a mostrarnos en su voz un caudal de conocimiento poco común en el ámbito actual de la literatura. Lejos de desazonarnos con experiencias cotidianas que invaden y contagian páginas y páginas de sucedánea escritura, Marcelo García nos inmerge, con su particular palabra, germinal y poderosa, en los orígenes de la experiencia poética para crear un corpus orgánico que incorpora elementos orientales y episodios evangélicos al imprescindible universo mítico, plagado de dioses y héroes, proclive a sensibilizarnos sobre los temas intemporales de la maternidad, el carpe diem, la soledad, el tempus fugit, el dolor, el amor y la muerte. Príamo, Héctor, Heracles, Aquiles, Paris, Helena, Memnón, Bóreas, Zeus, Pan, Atenea y tantos otros renacen de sus cenizas para recrear la épica contemporánea de la existencia, trasmudada en la insolidaridad de la tecnología y heredera de todos los errores que la humanidad sigue lastrando desde lo arcano de la memoria. Pero en el envés de la moneda también nos evoca el dulzor que destila el Cantar de los Cantares para obligarnos a responder sobre nuestra incapacidad de reinventarnos.

‘La aurora y el viento’.