Zenobia vuelve en un libro que va dejando su vida y sus perfiles, sus temores y sus ilusiones, como si todavía fuera la niña que aprendía idiomas para recorrer el mundo con la mirada. Y dos lujos, la editorial Alianza que continúa su senda de publicación de grandes libros, donde se combina el universo de Woody Allen en un éxito editorial indudable, con el recogimiento de Zenobia, mujer a la sombra del genio, ese malhumorado poeta, de talante enfermizo y perfeccionista que logró incubar en muchos de sus amigos la enemistad permanente. Dejó Juan Ramón Jiménez una senda de adversidades y de entregas totales que sufrió Zenobia en sus carnes. Porque fue ella la que arropó su obra, la que mimó al poeta, la que soportó sus malos humores, sus depresiones, sus enfermedades imaginarias.

Fue Zenobia y lo explica muy bien la mejor experta en su obra y autora de este apasionante libro titulado Zenobia Camprubí. La llama viva, Emilia Cortés, la que hizo que Juan Ramón brillará desde la oscuridad reinante de su mundo de espejismos. Emilia Cortés ya ha sido la garante de la obra de Zenobia por los epistolarios que ha sacado a la luz. Como un amanuense, la investigadora, que es doctora en Filología por la UNED, ha ido enlazando perfiles de esa mujer fascinante que respira siempre en una obra densa y aún desconocida.

La vida de Zenobia, su origen, está en el libro, lo que no me atrevo a desvelar, por ser muy interesante, también, todas las peripecias que pasaron, desde ese antes y después de la Guerra Civil española y del exilio, aquellos huérfanos que acogieron y el saqueo de la casa de ambos durante la guerra. Porque la barbarie solo entiende de violencia, el país se desangró y murió la inteligencia.

Gran documentación

El libro está muy bien documentado, a lo que se unen unas espléndidas fotografías de la sala Zenobia-Juan Ramón Jiménez en la Universidad de Puerto Rico, en el recinto de las piedras, también de la Casa-Museo de Moguer y del Centro Federico García Lorca, a lo que se une un índice onomástico muy completo.

Emilia Cortés ha escrito un libro que va paseando por los rincones de la memoria de Zenobia, por su gran nivel creativo (es sorprendente todo lo que escribió), pero también por sus emociones, por su feminismo, por esa idea de la igualdad que prevalece en esas mujeres de talento de los años veinte que nada tenían que envidiar a sus maridos poetas, pese a que han sido reconocidas tardíamente en nuestro país.

Sin duda alguna, el cosmopolitismo de Zenobia Camprubí por sus orígenes paternos no casaba bien con un hombre más provinciano como Juan Ramón, pero el gran esfuerzo de ella por vivir por y para su marido poeta la ensalza aún más, como una gran mujer que tuvo que sacrificar su talento para que brillara aún más el de su marido.

Hay una simbiosis final entre Emilia Cortés y Zenobia, dos mujeres que se entienden en la admiración, no hace falta siquiera conocerse para hilar las emociones entre seres que ya se aman desde lejos. La labor de la investigadora es la del que descifra un códice, porque todo pasa por el tamiz de un mirar minucioso como muestra este libro.

Artista y mujer de negocios

Zenobia Camprubí no solo fue una artista de la palabra, sino también una mujer de negocios, como se descubre en el libro, porque su apasionado empuje no encuentra barreras y, como conclusión, nos preguntamos, ¿qué hubiera sido del hombre ensimismado sin la mujer extrovertida y todo terreno? Nunca lo sabremos, sus destinos quedaron entrelazados para siempre, pero en mi opinión el brillo de Zenobia, su llama, como reza el título, aún sería más poderoso sin la sombra de su amadísimo marido.