La lectura que provoca la obra de Enrique Vila-Matas supone ese viaje sin retorno que uno emprende, y cuyo destino ignora. Sus libros convierten la ficción en un trayecto que no se transforma en una trama cerrada, en un argumento estructurado, sino que explora el concepto de creación, y esa noción historicista de la literatura que para Vila-Matas se concibe como una sucesión de variaciones sobre los mismos temas, o un proceso en desarrollo a lo largo de los tiempos, siempre y cuando entendamos que la obra de un escritor se convierte en un viaje interminable alrededor de una misma obsesión. Los lectores del escritor barcelonés estamos obligados a volver la vista a sus inicios, cuando publicaba Una casa para siempre (1988), una novela de cuentos encadenados que reproduce las memorias de un ventrílocuo, un hombre atormentado por un crimen, con la idea de una sola voz para contar su historia que proclama con más severidad que ironía, como única y definitiva fe: creer en una ficción que se sabe simulación, conocer que la verdad consiste en ser consciente de que se trata de una invención y, sabiéndolo, creer en ella.

La ubicación metaliteraria de Vila-Matas convirtió su entorno más cercano en esa otra realidad donde todo es susceptible de hacerse visible; solo así es posible que entendamos cualquiera de sus propuestas, como una experiencia única, descubramos temas que dialogan a través de su obra, que se entremezclan y te observan, un todo que no acaba y se transforma, aunque al final lo importante es el placer de adentrarse, de perderse, de disfrutar de los personajes que construye, de las reflexiones que plantea y del curioso conocimiento literario y cultural que subyace, del viaje a través del lenguaje, porque de eso se trata, de un encuentro con el habla, con la literatura, con la imaginación, con una idea muy interesante sobre la creación, sobre la autenticidad y la identidad; es entonces cuando ocurre algo singular, y decides leer esos libros en los que se dialoga con Vila-Matas.

La editorial, WunderKammer, publica Ese famoso abismo. Conversaciones con Enrique Vila-Matas, de Anna María Iglesia. Escrito en formato de diálogo clásico, un encuentro más allá de las páginas de un libro, o cerca de las muchas aseveraciones y conjeturas de un escritor que uno no deja de admirar, por lo que su prosa tiene de ensayo de laboratorio y de juego literario, de originalidad y de audacia, o de osadía porque plantea esa meta-ficción que sustenta la palabra, el lenguaje se diluye por el mundo de la creación en la amplitud de sus sentidos, y en la significación de la estricta función de la literatura. Creación y crítica, ficción en expansión que busca esa manera de aparecer y desaparecer, de ser efímera, que confirma su presencia sin que seamos conscientes del todo, como ocurre en muchas de las propuestas de Vila-Matas que tienden a la asimilación, convergen o se someten a un criterio lector identificado con uno mismo.

Las preguntas ensayan y crean un diálogo de referencias, de comprensión y deseo que vislumbra el espacio del escritor; en sus respuestas nos obliga a una vuelta atrás a cada uno de sus libros que conforman ese único libro en los muchos libros; y encontramos reflexiones certeras sobre la creación y la literatura, o curioseamos anécdotas personales, de la infancia, o de los primeros pasos como escritor, conversaciones y descubrimientos de los personajes cuyos nombres se cuelan en la realidad, o esa curiosidad de citas transformadas, de las que Vila-Matas siempre hace gala, ese entender que toda ficción es una creación, una construcción, y afirma cómo hay que abandonar esa tragedia que impregna sus páginas que redescubre el juego y, una vez más, atreverse a crear.

El volumen se divide en capítulos que exploran un tema concreto, y las acertadas preguntas de Anna Iglesia permiten ir enhebrando el hilo del pensamiento del escritor; cada apartado resulta una suma más de esa visión de conjunto; partimos de una lectura que fomenta el interés del lector hacia el autor y su obra, unas páginas que se convierten en esa posibilidad que descubre y afianza el resto de la obra del narrador, en las que abunda la literatura. Como toda buena entrevista, o conversación, se convierte en una exploración que ilumina esos puntos ciegos, que nos lleva por parajes menos conocidos, que desenmascara y disipa la bruma, aunque ignoremos si debamos calificarla de insensata, y nos obliga a ver el abismo, ese envés, o negativo, en su sentido estricto.