Cine. Dícese del «arte de narrar historias mediante la proyección de imágenes». Hasta aquí, posiblemente todos, queridos lectores, estemos de acuerdo, ya que, aunque no deja de ser una definición excesivamente académica, lo cierto es que se ajusta a la verdad. A partir de ahí, podemos hablar de cómo el cómic ha influido en el cine, o el cine en el cómic, de las ciudades del cine o de la poesía del cine, recursos a menudo muy resaltados en cuantas proyecciones cinematográficas veamos. Porque la influencia del cine en literatura es innegable, es por lo que el valor aumenta con ediciones como Eso no estaba en mi libro de historia del cine, firmado por Javier Ortega, en donde se nos brinda un recorrido por las entrañas del séptimo arte, analizando y desentrañando los secretos de aquellas sagas (El Padrino) o de aquellas franquicias (Star Wars) que no solo habrían de marcar un antes y un después en la historia del cine, y también en nuestras propias vidas como espectadores. Detalles como que Martin Shenn sustituiría a Harvey Kaitel en Apocalipsis Now, que hay quien sostiene aún hoy en día que Stanley Kubrick es el responsable de la filmación de la llegada del hombre a la Luna, o que Rick’s café nunca estuvo en Casablanca, tan solo son unos ejemplos cuanto leeremos en Eso no estaba en mi libro de historia del cine. Y es que ya saben, como decía Luis Eduardo Aute, Cine, cine, cine, más cine por favor.

Y del cine vamos a hacer una pirueta cervantina para adentrarnos en el mundo literario de Jorge Herralde. El editor por antonomasia. Y es que cuando Jorge Herralde presentó Opiniones de mohicanas (Ediciones Acantilado), de eso hace ya varios años, Roberto Bolaño aún estaba vivo. Cuando más tarde entregó El optimismo de la voluntad (Fondo de Cultura Económica 2010) prologado por Juan Villoro, viejo amigo suyo y de Roberto, Carlos Monsiváis aún estaba vivo. Porque los amigos, los buenos amigos, te rodean, te felicitan cuando publicas un nuevo libro y se van la mayoría de las veces casi sin decirte adiós, casi sin despedirse, el viejo editor entrega, o mejor dicho Jordi Gracia que es quien lo firma, Los papeles de Herrralde, la correspondencia de toda una vida entregado a la edición y al amor por el libro como artículo, por encima de otras consideraciones. Javier Marías (el denostado), Paul Auster, Claudio Magris, Oliver Sacks… han sido tantos los autores que le han, que nos han acompañado, que sería imposible detenerse en alguno. Eran tiempos en donde autores, editores y agentes, convivían en una Barcelona en la que comenzaba a asomar la Gauche Divine, y en la que la literatura del cono sur latinoamericano asomaba sin pudor buscando su lugar a través del realismo mágico. Los papeles de Herrralde es un libro de pinceladas en donde se tiene sensación que más que para los lectores, está escrito para sus amigos, presentes y ausentes.

Y para finalizar, me gustaría resaltar la edición de La barbarie de la ignorancia, libro-entrevista en donde George Steiner se nos presenta en una conversación de casi 100 paginas en una nueva traducción con apartado final nunca recogido anteriormente. Sus pensamientos, su filosofía, su idea de la literatura, su critica visión del siglo XX hacen de Steiner uno de los referentes filosóficos a resaltar, más en este principio de siglo tan exigente. Felices lecturas.