B ertrand Russell ya advirtió cómo, frente a otros «negocios prácticos», el ser humano considera la Filosofía una ocupación inocente, frívola e incluso inútil. En su obra Los problemas de la filosofía , el británico reflexionó acerca del valor de dicha disciplina y la necesidad de dedicarle tiempo suficiente a su estudio. José Carlos Ruiz, profesor de la Universidad de Córdoba y uno de los filósofos de referencia en el panorama nacional, vuelve a las librerías con su nuevo ensayo, Filosofía ante el desánimo , un ensayo rotundo y preclaro que nos invita a adoptar una actitud crítica para combatir los grandes males del siglo XXI.

Tras el éxito de obras como De Platón a Batman (2017) o El arte de pensar (2019), Ruiz gesta con su última obra un minucioso recorrido a través de diversos ámbitos vivenciales del ser humano, trazando un lúcido análisis con que problematizar aquellas actitudes a que nos ha llevado el progreso en las últimas décadas. Lejos de los gurús de la autoayuda, Ruiz se impulsa en la Filosofía para abordar frontalmente cuestiones como la identidad, el amor, la edad o el entretenimiento -entre otras-, tomando un enfoque clarificador aunque severo a través del cual ofrecernos la luz del logos. En ese sentido el ensayo -lejos de cualquier sustrato paternalista o motivacional- articula sus capítulos con un espíritu estructural similar al de un decálogo, ofreciendo una breve sentencia -casi un aforismo- que abre la reflexión en las sucesivas cuestiones en que se detiene el autor y ayudándonos a tomar conciencia del carácter terapéutico de la sabiduría.

En el primer capítulo, el ensayo parte del concepto de «bulimia emocional», abordando esa desafortunada configuración identitaria, exhibicionista y virtualizada, que nace como consecuencia de la hipermodernidad y la tecnoglobalización. Ruiz echa en falta esa tensión hacia lo exterior, hacia lo desconocido, en una actitud caprichosa e hiperactiva con que el ser humano trata de apoderarse de la realidad. En ese contexto se han desvanecido la curiosidad y el asombro, que no solo han marcado secularmente al ser humano sino que fueron el origen de la Filosofía allá por el siglo VI aC.

En la obra, por lo que respecta a las relaciones personales, Ruiz analiza también el modelo de amor «líquido» -en la línea de Zygmunt Bauman-, devenir ególatra y frágil del verbo «amar», que ha privilegiado al deseo como vía para liberarse de una suerte de opresión, cambiando el paradigma de las relaciones sentimentales; asimismo, la amistad, ahora cuantificable y virtualizada, que nos ha convertido en seres ausentes -a pesar de las videoconferencias y recientes aperitivos virtuales- ofreciendo una versión adulterada de dicho concepto, lejos de la nostálgica narratividad resultante de las experiencias memorables que han marcado nuestra felicidad prepandémica.

De especial repercusión, los capítulos que José Carlos Luis reserva al binomio placer-dolor, dos conceptos decisivos a la hora de configurar nuestra identidad. Desgraciadamente, el sistema ha uniformado nuestra manera de sentir, de desear, generando en nosotros la eterna necesidad del placer. Dicho efecto -asegura- ha acabado con los límites entre el placer y el deseo, nos ha situado en un rol deseante mediocre y productivo. Así, el aparato neoliberal nos ha distanciado inevitablemente de lo sencillo, de lo real. En el mismo camino, surgen nuevas formas de violencia, todas ellas silenciosas y virales -disculpen el adjetivo- que materializan a su vez nuevas formas de alienación. Así el sacrificio, el consumo y el éxito como placebos normativos que nos aportan alivio para seguir tolerando la frustración en un mundo donde no podemos sentirnos realizados porque no comprendemos el dolor.

Con todo, podríamos pensar que Ruiz propone una visión poco alentadora de la realidad actual. No es así. Es la misión del filósofo -de todo ser racional- examinar críticamente la existencia, adoptar un enfoque valiente en la búsqueda de un saber con frecuencia doloroso. Hacer filosofía es adoptar una nueva mirada, liberarnos de todo tipo de subyugación. Lejos del argumento ineludible de su progresiva y premeditada desaparición de los planes de estudios, la Filosofía es la única disciplina que nos enseña a ser felices, si la concebimos como un arte de vivir («la vida contemplativa, el reposo, el arte, la belleza, el deleite»). José Carlos Ruiz nos ofrece la enésima oportunidad de aferrarnos al pensamiento filosófico, un nuevo punto de partida para volver a comprendernos en el mundo.