A nagrama acaba de publicar la traducción de Como un ladrón en pleno día , escrita en Londres por el rock star de la filosofía actual, el pensador esloveno Slavoj Zizek (Ljubliana, 1949), teórico cultural, psicoanalista lacaniano y activista político. Esta obra tiene como subtítulo El poder en la Era de la Poshumanidad y en ella plantea preguntas clave de nuestro tiempo que giran en torno a tres planteamientos bien diferenciados.

El título hace referencia a nuestro sistema político y económico vigente, que cambia sin que nos percatemos de ello. Sostiene que la concentración de las riquezas que antaño era secreto, ahora ya no lo es. Lo que constatamos es una rebelión de los ricos, sin complejos, a pleno día. Brecht se preguntaba qué es robar un banco comparado con fundar uno.

Este ultracapitalismo se caracteriza por su pretensión de privatizar todo lo común, a lo que habría que oponerse con diligencia e inteligencia. Contra ese «ser neoliberal» que más que una economía es una forma o modo de vida difícil de superar. Las megacompañías aspiran a controlarlo todo: el control de nuestras mentes y también el control de las redes.

Ejemplo de este modelo ha sido el farsante charlatán de Trump, que engañaba presentándose como adalid de los pobres, contra el establishment como un nuevo ciudadano Kane . Cuando los presupuestos republicanos norteamericanos bajan los impuestos a las élites, son un regalo a los multimillonarios; es Robin Hood al revés. Por el contrario, propone denunciar las injusticias de un sistema que persigue los pequeños hurtos, pero que, en cambio, tolera los grandes robos financieros.

Zizek sostiene en su posterior obra Pandemia (2020) que la sanidad pública debe estar por encima de la economía y concluye que la Naturaleza se recuperará, pero se cuestiona si habrá un lugar para nosotros los humanos dentro de ella.

En un segundo plano se plantea cuál debe ser el papel de la Filosofía y qué tipo de filósofos necesitamos. Hace una clara distinción entre aquellos filósofos que «corrompen» a la juventud, como fue el caso de Sócrates (junto a Ockham, Hume o Sloterdijk, entre los que él se incluye) y, por otro lado, los que califica de filósofos «normalizadores», como Aristóteles (además de Aquino, Leibniz, Kant o Habermas), que serían, por el contrario, aquellos que concilian la Filosofía con el orden establecido y la disciplina estatal.

Opta abiertamente por los primeros, confesando que no le gusta Habermas, al que considera el filósofo de la (re)normalización, el que se esfuerza de manera desesperada por impedir el hundimiento del orden ético político establecido.

Este filósofo alemán está considerado como el heredero de la tradición ilustrada europea, el que constata que hay que continuar este combate en defensa de este legado cultural. Sí coinciden ambos en oponerse a aquellos historiadores revisionistas que pretenden, sin conseguirlo, negar el significado del Holocausto como el mal absoluto de nuestro tiempo. Habermas y Sloterdijk son los dos grandes adversarios filosóficos de la escena alemana (pág. 108).

Zizek toma partido elogiando de manera entusiasta a Sloterdijk, que es quien le incita a pensar. Porque es un pensador que no teme razonar peligrosamente, ni tampoco a cuestionarse los supuestos hasta ahora indiscutibles de nuestra libertad y dignidad humanas, como también a nuestro Estado de bienestar liberal europeo. Valora a este pensador de nuevo tipo que es capaz de cuestionarse nuestras certezas más íntimas. Este filósofo neoheideggeriano, en sus polémicas Normas para el parque humano , nos sacude con atrevidas y originales teorías, no del todo comprendidas en el gremio del oficio de pensar.

Zizek se muestra como uno de sus defensores. Parte del concepto heideggeriano de «lo humano» (humanismo), al que intenta dar una nueva vuelta de tuerca e ir más allá a través de una nueva concepción postulando un «poshumanismo» que constata que el humanismo clásico fracasó ante la barbarie del nazismo, por lo que nos sugiere ahora (ya incluso antes de la pandemia) que repensemos qué es la esencia de lo humano/poshumano a través de los vectores en el siglo XXI de las nuevas tecnologías y de la ecología que dirijan en el presente la evolución humana.

En su repaso de la historia del pensamiento occidental pondera la figura de Sócrates como primer filósofo víctima de la alteración del orden establecido. Entiende que la función de la Filosofía consiste en corromper a los jóvenes con el fin de sembrar dudas radicales, que nos permitan actuar de una manera autónoma, como ideal del hombre libre y emancipado.

En el creciente orden nihilista que nos quieren imponer, Zizek nos propone un nuevo combate por las libertades nuevas que afectan, sobre todo, a los más jóvenes. La revuelta de unos jóvenes que no debe someterse de ninguna manera a un proceso educativo que no sea liberador del statu quo social neocapitalista. La alternativa no puede venir ni de los populismos, ni tampoco de fundamentalismos religiosos, sino que de lo que se trata es de ir construyendo nuevas zonas emancipatorias en ciudades como Barcelona, Newark y Nueva York.

Reivindica el materialismo histórico como método de investigación social, apoya la ruptura del dominio heteropatriarcal en una sociedad más allá del capitalismo y del comunismo, que transite por una senda futura de carácter ecologista. En esta nueva era, que califica de Poshumanidad, se impone recuperar nuestra individualidad, llevando a cabo a la par un programa de evolución social de carácter emancipatorio e igualitario.

En la última parte, el Zizek cinéfilo, autor de Guía perversa del cine , se centra en la figura del director de cine judeo-alemán E. Lubitsch, creador de la genialidad de Ser o no ser , que se vio obligado a exiliarse a Norteamérica por la persecución antisemita nazi. Analiza de manera magistral el secreto del llamado toque Lubitsch , aquel por el que un cineasta sugiere más de lo que muestra.

Es el modo irónico que utiliza para saltarse la censura, para complicar la trama, para divertirse logrando así un sinfín de situaciones ambiguas que llegan a hacer sonreír a los espectadores. Es el espectador el que llega a imaginar una situación desde los guiños que deja entrever el director. Se trata de una técnica que permite no mostrar de forma explícita una situación escénica, lo que obliga al espectador a un esfuerzo suplementario. Zizek, autor de Mis chistes, mi filosofía , sostiene que Lubitsch usó el humor para minimizar los horrores del nazismo.

Las mejores películas sobre los campos de concentración son comedias. El trauma lo convierten en chiste en el proceso de duelo. Tras la guerra de la desaparecida Yugoslavia surgieron multitud de chistes políticos, unos inteligentes, otros vulgares y algunos tremendos. De la pandemia, asegura que estamos preparados para reírnos de este drama inédito, pero que necesitamos aún tiempo y distancia. El humor volverá aunque será oscuro y brutal.

En conclusión, el filósofo Eslovenia propone que sea Europa como unidad, el agente importante en el Nuevo Orden Mundial emergente. Zizek mantiene que aún es posible la esperanza en un cambio radical de sociedad en el nuevo orden mundial que está surgiendo, donde los ladrones político-financieros dejen de manipular la progresiva digitalización de nuestras vidas.