E l último libro de José Luis García Martín, El lector impertinente , es un excelente acopio de artículos donde García Martín observa a través de las publicaciones y de los libros que han ido surgiendo el mundo que le rodea. La agudeza del poeta, profesor y crítico encuentra aciertos y desventajas en tantos libros que han llegado a su despacho. Sin que nadie sea más importante que nadie, García Martín aborda con sinceridad la crítica, escruta la calidad de los mismos, los aciertos y defectos que hay en ellos, porque el paisaje cultural es siempre el leit-motiv de un hombre que ha dejado en su vida un amor incondicional a la literatura. Este paseo por los libros deja páginas absolutamente memorables, porque alaba a poetas como Miguel d’Ors y recuerda con emoción a Eduardo García, fallecido tristemente hace unos años; encuentra y coincido con él que Verano inglés es el mejor libro de Guillermo Carnero, también considera que algunos poemas de José María Álvarez en El vaho de dios pueden resultar caricaturescos, como dice: «Es difícil, sin embargo, no sentir un poco de vergüenza al leer alguno de los poemas de este libro, o de cualquier otro de José María Álvarez, un poeta que gusta de caricaturizarse a sí mismo y que parece considerarse como el último representante de una estirpe gloriosa a punto de extinguirse». Sin duda alguna, es García Martín un crítico que no se congracia con nadie, que elude el mundo laudatorio que hace que muchos críticos encuentren alabanzas por ensalzar solo a los novelistas o poetas comentados. Ese afán le da autenticidad, hondura y claridad. Por ello, no elude ver objeciones en la prosa de Juaristi en Los árboles portátiles , por el hecho de comentar en cada uno de sus párrafos aspectos irrelevantes que estropean el conjunto.

Parece curioso que el crítico e investigador lleve la revista Clarín porque al igual que el afamado Clarín es incisivo y duro con sus artículos como lo fue el famoso novelista en sus Paliques , por ejemplo. Haciendo honor a tan querido maestro, García Martín está al corriente del mundo que lo rodea y sabe diferenciar lo bueno de lo malo en este excelente libro.

Nos hallamos ante un amanuense que escruta los textos, que percibe la prisa y aquello que se escribe con urgencia o a los arribistas que buscan complacer solo a otros, sin pensar en la calidad de lo literario. También alaba muchos libros y muchos autores por ese afán de cuidar la obra y llevarla a cabo con rigor.

Parece que lo veo envuelto en su despacho con la mirada atenta al gazapo, pero también sorprendido del hallazgo literario, mientras desde su ventana un paisaje hermoso, casi incomparable, ilumina la luz del día y prende un sol casi en llamas en las letras observadas.

Son muchos los que aparecen en este interesante y nada desdeñable volumen donde vemos a un hombre que escribe y mira a otros mientras lo hacen, en un diálogo con la cultura, con el saber que va quedando como poso en nosotros.

Vamos leyendo y vamos conociendo y nos invita, sin duda, a entrar en el largo catálogo de nombres entre los que figuran Juan Manuel de Prada, Antonio Muñoz Molina, Luis Alberto de Cuenca y muchos otros. Como señala Abelardo Linares, editor de Renacimiento, José Luis García Martín es un gran tertuliano que lleva muchos años en una famosa tertulia en Oviedo. Sin duda alguna, este libro es una tertulia con hombres y mujeres que escriben sobre obras, autores y sobre nosotros mismos cuando leemos: «Este libro bien puede ser como un avatar más de esa tertulia, una dilatada charla sobre vida y literatura, una charla en la que José Luis García Martín lleva la voz cantante…».

García Martín conoce el mundo de luces y sombras donde vivimos y crea un libro que es también un espejo de nosotros, donde nos iluminamos y nos oscurecemos, como en la propia existencia. Si el título lleva el adjetivo impertinente es porque el autor no quiere congraciarse con los demás, sino expresar con sinceridad lo que piensa. Todo un debate de los que sostenían los antiguos sabios que aún quedan en los libros del medievo. No en vano la portada del libro es el de una biblioteca, donde los libros se leen pero también se oyen en ese diálogo eterno con la cultura. Leer el libro es leer un pensamiento pero con eco y una voz sin adornos ni florituras, sincera como pocas voces en la actualidad.