El exilio de escritores sigue existiendo en nuestros días, aunque por muy diversas y distintas causas. En cuanto a nuestro país, no es igual a aquel otro en el contexto de la guerra civil española y la derrota de la República, a este de ahora de exiliados de manera voluntaria, por motivos personales, económicos o laborales, son desexiliados , palabra que acuñó el poeta Mario Benedetti. «Poesía y exilio han ido de la mano desde la Antigüedad, factores diferentes han obligado a los creadores del verso y el poema a emigrar voluntariamente o no», nos dice Mertxe Manso, autora de una antología próxima a publicarse.

Breve grupo y muy interesante de poetas españoles, como Fernando Operé, Francisco Javier Irazoki, Fernando Aramburo, Pedro Larrea, Beatriz Hernanz Angulo, Marta López-Luaces, Luis Muñoz, María Paz Moreno, Ana Merino, Iván Díaz Sancho, Irene Gómez Castellanos o Fernando Valverde por orden de año de nacimiento y que van desde 1946 al más joven 1978, repartidos entre las generaciones de los 70, 80 y 90. La mayoría situados en Estados Unidos, Alemania, Italia, Francia y Japón, como profesores en universidades, sedes del Instituto Cervantes o bibliotecas donde se enseña el español.

Exilios nada ocasionales, algunos llevan varias décadas: Fernando Operé es el más veterano desde 1978; Francisco Javier Irazoki, desde 1993; Fernando Aramburu, en 1995, más ilustre como novelista, sobre todo por Patria ; Marta López-Luaces, desde 1998 y me viene a la memoria su labor en la revista Galerna de Nueva York, e Irene González Castillejo, desde el 2000. Desexiliados de su tierra y país, no de la poesía.