D espués de una carrera literaria atípica, la escritora francesa Maylis de Kerangal (Toulon, 1967) nos ofrece a través de su editora española, Anagrama, la última obra publicada, Un mundo al alcance de la mano. Comenzó trabajando en la editorial Gallimard hasta al año 2002, donde dirigió una colección de viajes y, posteriormente, una infantil. Pero fue su traslado intencionado a EEUU el que derivó en la creación literaria de ficción, con un duro comienzo, pero con obras posteriores muy premiadas. Su deseo de ser enóloga quedó en olvido para entregarse a la escritura.

Sus dos libros más conocidos han sido Nacimiento de un puente , traducida a ocho idiomas y galardonada con los premios Médicis, Franz Hessel y Gregor von Rezzori y Reparar a los vivos , que alcanzó el mérito de ser uno de los libros más vendidos en Francia durante varios meses y ganador de los principales premios literarios galos, no solo institucionales sino de los lectores; en España obtuvo el Premi Llibreter. La historia sobre los trasplantes de corazón que trata este último resultó impactante.

Ahora llega con una peculiar historia protagonizada por tres jóvenes que representan los años a comienzos del siglo XXI en que la preparación y la movilidad de quienes estudiaban se movían hacia encuentros multiculturales y de una gran diversidad. Por el contrario, la rentabilidad y oportunidades de poder desarrollar lo aprendido no evolucionaron en la misma línea. La joven parisina Paula Krast se marcha a Bruselas tras una duda vocacional y casi vital. Quiere aprender un tipo de arte concreto en una escuela determinada. Allí conoce a un tímido joven belga llamado Jonas, por el que siente una atracción que no siempre es correspondida, y a un tercer personaje, Kate, una guapa escocesa pelirroja.

Podríamos pensar que presenta las normativas características para que la novela pueda centrarse en lo emocional, en las idas y vueltas que cualquier relación actual puede tener, pero es solo uno de los centros de interés. Va más allá. Durante bastantes páginas la novela es casi una propuesta radiográfica existencial, en la que Paula como cualquier joven inquieto y con bagaje artístico debe tomar. Vivir del arte es complejo, tal vez la especialización que conlleva un duro proceso de aprendizaje pueda conformar una base de expectativas. Cualquiera relacionado con el arte puede reconocerse por donde gravita la protagonista al recibir su primer contrato serio de tres meses: «Se acabaron los pequeños encargos privados, las muestras impagadas, los muestrarios delicados que hay que aceptar hombres ausentes, a mujeres vacilantes, tanto más exigentes cuanto que van con falsas prisas». En ese sentido, la novela gira y quizás no sea tan apetecible para un lector medio puesto que se adentra en un mundo cargado de técnicas pictóricas, simbolismo que sobrepasa lo referente. La técnica en la que destaca la protagonista, el trampantojo o trompe l’oeil , sobre mármol, sirve para meditar sobre la pintura, el cine o la propia historia del arte.

El hecho de que sea contratada como restauradora especializada y, posteriormente, como creadora de decorados para una obra de Nani Moretti en Roma, propician la aparición de elementos descriptivos, que suponen para quienes conocen técnicas pictóricas un goce como lectores. El mismo ritmo narrativo cambia varias veces a lo largo del libro, como si las partes marcaran una escritura diferente. Y la parte dedicada a la reproducción de unas cuevas, las de Lascaux después de un periplo moscovita también creando decorados, resulta a nuestro parecer una delicia, lo mejor, todo lo que rodea al intento de buscar la copia perfecta, la más real, al que recrea y ahonda en que pintar puede llegar a ser una fusión con lo pintado, la creación con lo creado.