Fernando de Villena, tan buen ensayista como poeta y narrador, ha sumado a este último género, en el que ya acumula 23, títulos recientes como Udaipu, Los conciertos o El cautivo de su paraíso. En 2019, retomando su admiración por lo misterioso y sorprendente, ha decidido contar una historia iniciándola «desde muy atrás, desde los días en los que Cristo recorrió las tierras y las aldeas de Palestina dando testimonio de la verdad». Por ello, coincidiendo casi con el tiempo cuaresmal, llegó a nuestras manos Ubi sol occidit, que parte de los acontecimientos sucedidos en Jerusalén en la noche de la Santa Cena y del ambiente tumultuoso y luctuoso que la siguió.

Fernando de Villena escribe con elegancia, con precisión, ciñéndose al relato evangélico pero añadiéndole una vivacidad y un realismo que son fruto de su recurrente imaginación. Esta le lleva a centrarse pronto en el personaje de José de Arimatea, quien tras la muerte de su esposa solo volvió a ver de nuevo la esperanza y la alegría cuando conoció a Jesús en una sinagoga durante uno de sus viajes a Galilea. Asiste a su crucifixión y a partir de ahí el desarrollo de esta novela se hace llamativo y original. En ella, mediante breves capítulos (treinta en total), se va desgranando un relato que en cada uno de ellos va aglutinando interés, léxico apropiado y escogido, y en todo caso llega a ser complemento ficticio de unos hechos conocidos por bíblicos dentro de la tradición cristiana. Y es esa imbricación de la historia sagrada con los detalles o acontecimientos que la ficción supone lo que da verosimilitud al argumento.

En su desarrollo, José de Arimatea viaja hasta las tierras de las Galias («pese a que ya contaba más de cincuenta años, sentía en su corazón un ímpetu nuevo») porque creía firmemente que su fe le exigía dispersar las enseñanzas de Cristo por aquellos lugares lejanos «donde el sol se derrumba», origen del título de la novela.

Desde el capítulo 8 hasta el 13 la acción lo va a llevar a los espacios de Hispania e incluso de Britania, consiguiendo que allí donde arribaban «después de su llegada ya se hubiesen ganado la amistad de algunos de los naturales» y que estos confiaran en su «fe en Cristo y en su condición de Hijo de Dios con más ardentía que muchos circuncisos». La prosa de De Villena, en alguna ocasión, interpela al lector para avivar su atención, como cuando leemos: «ya la noche ganaba su batalla y entonces..., quedad atentos y oiréis lo que ocurrió»; o cuando, a punto de contar la historia del rey de Covernic, se ruega: «Prestad atención y sabréis lo que ocurrió». Es este el momento en que el autor -a la altura del capítulo décimo- recupera o resucita las leyendas artúricas y caballerescas por las que, desde su infancia, había mostrado interés y las narra para el lector, algo que el mismo narrador comenta en la página 67 y anuncia enseguida con claridad: «Cuanto diré a continuación no es otra cosa que el testimonio de lo por mí vivido». Y de acuerdo con ese adelanto de intenciones sigue la segunda parte titulada «La hoja del códice», que transcurre primero ya en tiempos actuales de los pasados años 60 del anterior siglo, cuando recuerda sus anécdotas en Almuñécar y era «feliz en aquellas mañanas celestes y plenisolares». La biografía, con nuevas atenciones a la literatura artúrica, se afianza por estas páginas que contienen de nuevo la razón del título de la novela.

Esta continúa ahondando en las vivencias del protagonista en tanto hacía el Camino de Santiago y visitaba Finisterre, donde «algo muy grande y misterioso fulgía al final de mi andadura». Y ya en la cuarta parte («Ubi sol occidit»), breve y sintética, se remata una sorprendente, excelente, simbólica y a la vez actual historia en la que Fernando de Villena «nos conduce a través de diversas épocas y lugares con su original estilo y una intriga apasionante hasta un final inesperado».

Para el protagonista llega ese final cuando se cumple el instante que colmaba de «sentido mi vida y mi búsqueda». Porque, en efecto, el argumento de la novela viene a ser una representación alegórica de la búsqueda y purificación interior de aquel. En ella hay una temática tan diversa que abarca esoterismo, cultura, historia, ideología, sanidad, política, literatura, sociología, filosofía, viaje o turismo, con pasajes reivindicativos y ramalazos de crítica económica, religiosa y social, advirtiendo que «España es una tierra demasiado bronca». Todo ese conjunto hace que veamos a De Villena como un escritor de gran cultura y soltura literaria, para bien de sus lectores.