‘Señales de uno’. Autor: Antonio Pérez Roldán. Editorial: Corona del Sur. Málaga, 2019.

El poeta Antonio Pérez Roldán (Nueva Carteya, 1945), residente en Tarrasa, codirector allí, con el almeriense Francisco Lucio, de la colección de poesía «Alandar», es autor de varios libros de poemas, aforismos y cuentos, todos ellos publicados entre los años 1992 a 2017. Su última obra editada, aparecida en estos últimos meses, lleva por título Señales de uno. Se trata de unos textos que fueron escritos entre 2007 y 2011 y de una poesía depurada, quintaesenciada, diría yo, como si de un alquimista o un destilador de enjundiosos licores se tratara. El lenguaje se hace aquí enormemente efectivo y eficaz, a la par que significativo, pues nada sobra ni falta en él. Todo ello hace de esta una poesía ágil, ligera, que va de vuelo. Nada hay que distraiga al lector, nada que lo desvíe de la senda trazada en el verso por el poeta, quien conduce a ambos (lector y texto) con economía de elementos y esencialidad. Poesía intimista, sin duda, y profundamente reflexiva, que sitúa al hombre y al poeta ante sí mismo y ante los problemas o interrogantes vitales que acosan al ser humano; especialmente aquí, el paso del tiempo y la muerte. El lector atento hallará en estos versos un acentuado aliento que se debate entre una tan profunda como lejana tristeza y la melancolía; correlatos del dolor y el desgaste de vivir, de haber luchado y haberse dejado la piel en el intento; esto es, en el camino de la vida. Nada es en balde, nada ocurre o sucede en balde: la superación de las condiciones adversas, incluidas las de desarraigo y la edad, no pasan sino dejando factura y al guerrero seriamente herido. Esa herida es la que respira en los poemas de Señales de uno, donde la soledad y la escritura del poema, incluso a altas horas de la noche o ya en la madrugada, parecen requerirse mutuamente desde el insomnio. Un cierto desencanto se aprecia también en estos textos ante el balance que se extrae de la experiencia del vivir.

Diría que el poeta Antonio Pérez Roldán siente la urgente necesidad de dejar testimonio y dar fe de vida, para que no todo sea pasto del olvido y algo quede así en la memoria de sus contemporáneos; dar testimonio, digo, de algunas de las preocupaciones que, en gran medida, han requerido de sus afanes y desvelos en su pasar por este mundo. Y ello sucede cuando se tiene la clara conciencia del esfuerzo, del sacrificio, de la entrega y superación que la existencia humana requiere. No se hacen señales en la noche sino para advertir de que estamos aquí, en radical soledad, insomnes ante el dolor, el paso del tiempo y la muerte. Luminarias, señales en la noche, bengalas que lentamente se consumen por si alguien las avista y recoge, con amor, la honda verdad que ellas representan.

En su lucha con las palabras, el poeta las desnuda para extraer de ellas su sentido primigenio y verdadero; se desnuda igualmente a sí mismo para presentar ante el lector su más honda y genuina verdad, que es también nuestra más honda y genuina verdad: lo esencial humano.