Conocí a Antonio Fernández Ruiz hace 40 años, cuando comenzaba mi andadura docente en Pueblonuevo y él dirigía el centro de profesores del Guadiato. Este centro editaba una publicación escolar, coordinada por Antonio, denominada La Pizarra en la que me invitó a colaborar. Así se inició en la revista la sección El Reino Mágico dedicada a comentar libros de carácter infantil y juvenil; y asimismo fue el comienzo de una fraterna amistad que ahora la oscura dama de la muerte ha crispado con dolor y silencio. Es la última cita del amigo que ha dedicado su vida a solucionar los problemas laborales y hasta personales de los afiliados a la UGT, primero en la enseñanza y más tarde en todos los ámbitos de las diferentes profesiones. Siempre ha sido ejemplo de inteligencia, concordia y mesura. Su ausencia deja un insondable vacío, un clamor quebrado, una doliente llaga en el espacio siempre protegido de nuestro indefenso corazón.