‘Colibrí con hielo’.Autor: Manuel Moya. Editorial: Maclein y Parker. Sevilla, 2019.

El escritor Manuel Moya (Fuente Heridos, Huelva, 1960), acreditado poeta, traductor y narrador, uno de los nombres imprescindibles de la generación de los 80, ha publicado su sexta novela, titulada Colibrí con hielo, en la editorial sevillana Maclein y Parker. Llega detrás de títulos tan significativos como La mano en el fuego, La tierra negra, Majarón (una pequeña obra maestra), Las cenizas de abril (premio Fernando Quiñones, traducida al portugués y al italiano, sobre la revolución portuguesa de los claveles) y Mojama (sobre la emigración). Son muy celebrados sus libros de relatos cortos y de cuentos, entre los que cabe citar La sombra del caimán, Caza mayor y Zorros plateados (premio Tiflos). Brillante y celebrada trayectoria la del escritor de Fuenteheridos, quien en Colibrí con hielo nos ofrece una novela escrita a lo largo de los últimos doce años, ambientando su relato en la ciudad de París, para venir a demostrarnos que no es luz todo lo que deslumbra ni oro todo lo que reluce en la sociedad occidental.

El protagonista de la novela es un negro, pues así suele llamarse a quien escribe la obra que firma otro autor conocido para quien trabaja; esto es, a quien ofrece sus servicios como escritor a cambio de una compensación económica con que ganarse la vida, si no sobrevivir; pues la fama y el dinero, en verdad, se lo llevan otros, quizás considerados como «glorias nacionales».

Para quien esto escribe, Colibrí con hielo no supone otra cosa que una crítica al sistema de vida occidental, por cuyo lujo y atractivo son deslumbrados tantos ingenuos que esperan un golpe de suerte para hacerse a él, para integrarse en él y ser reconocidos como tales. Son gentes que acceden a la urbe atraídos por su imperiosa llamada, seducidos por el lujo y la abundancia, el consumo y la vida regalada.

Pero el escritor nos desvela en seguida la verdadera cara de un sistema que no crea sino pseudo esclavitud en los asalariados, supervivencia y hasta nostalgia por parte de quien ha vivido antes otras situaciones y en otros lugares, guardando de ellos la memoria viva de lo que fueron, aun en medio de carencias y estrecheces. De ahí que los protagonistas de esta novela echen de menos, hasta de una forma radical y enfermiza, la reconstrucción en la Ciudad-Luz de sus respectivos paraísos perdidos; esto es, los lugares de su infancia y juventud.

La luna del escaparate de la ciudad y sus promesas de felicidad se van resquebrajando y, finalmente, se hacen añicos cuando tras pillerías, deslealtades, engaños, traiciones, robos y peligros que acechan, los personajes se dan cuentan, casi al borde de su propia destrucción, de que han de recomponer sus vidas en la línea que lleva a sus orígenes o bien se sienten prisioneros del sistema, imbuidos en él, tragados por él, tanto que ello hace imposible su regeneración personal. Hay quien reproduce en su casa de París la estética, la vegetación y las condiciones de su casa natal en Curaçao.

Sus personajes están invalidados incluso para el amor, aunque parezcan amar. Suelen llegar a acuerdos entre ellos por su propio beneficio y, en ocasiones, son solidarios en las dificultades.

Manuel Moya se muestra buen conocedor de la ciudad y de estos tipos que sobreviven en ella, aunque llegaron persiguiendo sueños que no se harán realidad. Escribe su relato en primera persona, con un narrador autobiográfico y en él hace guiños a la novela policial.

Con esta novela, el escritor de Fuenteheridos vuelve a inmiscuirnos en una atmósfera de crítica al sistema capitalista, nos muestra sus «vergüenzas» y las bases de barro sobre las que se asienta, siempre en defensa de la dignidad de humana.