‘Muerte en la academia’. Autor: Antonio Bascones. Editorial: Almuzara. Córdoba, 2019.

De todos es conocida la vinculación de la medicina y sus profesionales con los estudios humanísticos y el cultivo de la literatura. Buena prueba de ello es la ya dilatada dedicación novelística del autor de este libro, Antonio Bascones, médico estomatólogo y catedrático de la Universidad Complutense; en la actualidad presidente de la Real Academia de Doctores de España. Además de una serie de cuentos, de artículos, prólogos y ensayos en prosa poética, Bascones es autor de las siguientes novelas: La última experiencia, La fuerza del destino, El secreto del camino, Sol entre siete chimeneas, Cuentos para una tarde de invierno y La invitación, entre otras; ello explica la más que notable capacidad fabuladora y buen pulso narrativo que evidencia esta última producción, Muerte en la Academia, recientemente publicada por la editorial Almuzara. Se trata de una, en muchos de sus momentos realmente apasionante, novela laberíntica de intriga y aventuras, de viajes por el tiempo y por países extremos y remotos, como Islandia y otras tierras nórdicas, de encuentros y desencuentros, de pérdidas y hallazgos a lo largo de quinientos años -actualización de lo que en el siglo XVI sería la novela bizantina-, de amores y desamores, todo ello envuelto en un aura de búsqueda detectivesca y misterio, en una acción intrincada a través de los siglos, acción que gira en torno a un valioso lote de libros, ocultos en una arqueta emparedada en uno de los muros de una casa, en un perdido pueblecito del sur de Badajoz, por un antiguo médico judío, fugitivo de la Inquisición.

Como el mismo autor manifestó en una ocasión, Muerte en la Academia nació por casualidad, mientras Antonio Bascones asistía a una de sus clases de literatura, el profesor comentó que en el año noventa y pico habían aparecido unos libros escondidos en un muro de una antigua casa de Barcarrota, en Extremadura.

Tal es el punto de partida de esta novela que discurre a través de diversas épocas de la historia de España, con un inmediato y muy directo sabor a realidad a pesar de los tan diferentes ambientes y tiempos en que transcurre, así como de los diferentes personajes que en ella aparecen. Su historia narra cómo Francisco de Peñaranda, un judío converso, pero en realidad un criptojudío como tantos otros, por temor a la Inquisición tuvo que ocultar una serie de libros y huir a Olivenza, en Portugal, país en el que aún no había sido promulgado el decreto de expulsión, y que sirvió de inmediato refugio a tantos hijos de Israel, entre ellos -recordemos- la familia del que sería el futuro filósofo Baruch Spinoza.

Entre este grupo de libros, todos ellos incluidos en el Índice de libros prohibidos, resaltaba una valiosa edición del Lazarillo de Tormes, impresa en 1554 en Medina del Campo. Años más tarde, un descendiente de dicho bibliotecario los volvería a esconder, por miedo al hurto de los mismos, ya que pasado el tiempo, se desatarán una serie de intrigas en torno a esta arqueta de libros, que traerá como consecuencias un asesinato en el seno de la Academia de la Lengua, pues -estamos ya a principios del siglo XX- un grupo misterioso de delincuentes pretenderá apoderarse de dicho tesoro bibliográfico.

Finalmente, tras azarosas empresas y viajes, a través de diferentes épocas en un Madrid capitalino, perfectamente descrito y ambientado en la zona noble de la capital, y en un dilatado viaje a través de los años, la acción pasará, para sorpresa del lector, a los boreales confines de la llamada antiguamente última Thule, Islandia, en donde los protagonistas se encuentran por casualidad con una familia sefardí descendiente de aquel médico judío que emparedó, poco antes de su expulsión, sus libros en aquella remota casa del sur de Extremadura.

Los protagonistas de los episodios contemporáneos de la narración, que, a su vez, se encuentran perseguidos por una banda de malhechores, que indirectamente van tras el mismo botín, acrecentado en este momento de la narración con una cuantiosa suma de dinero, debida a una serie de robos. Dichos protagonistas consiguen finalmente -tal era la voluntad de los legítimos herederos descubiertos por casualidad en Islandia-, reintegrar el valioso tesoro libresco a su lugar de origen, donándolos a la Biblioteca de Extremadura, volviéndolos pues al mismo lugar en que tuvieran que ser sepultados, pero ya a plena luz y al alcance de posibles investigadores en dicho centro cultural extremeño.

La obra seduce por la fina ambientación histórica y cultural de las diversas épocas por las que atraviesa su acción y el convincente desarrollo de situaciones impensadas e insólitas. Son realmente iluminadoras y emotivas las páginas que tratan de la amarga y empobrecedora expulsión del pueblo de Israel por los Reyes Católicos, en 1492; un episodio que puede estar en el relativo retraso científico, filosófico, económico y mercantil de nuestro país con respecto a otros de Europa: «Los judíos -como se apunta en la obra- se llevaron la ciencia y el comercio, dejaron los cristianos viejos con el tocino, la hidalguía, el jubón raído y la hogueras».

Conmovedores son los fragmentos y diálogos escritos en ladino, que tienen lugar en el confín del mundo, entre los insólitos glaciares y géiseres de Islandia, a donde, en su éxodo secular, han ido a parar los descendientes del aquel ilustrado médico extremeño.

El lector se abisma en un, a la vez misterioso y realista, viaje a través del tiempo y de diferentes épocas de la historia de España, plasmadas con fidedigno verismo y ágiles y sutiles diálogos, con momentos de intriga y de suspense que la hacen francamente apasionante en sus mejores momentos. Al final, todas las piezas de este juego de enigmas y de azares encajan perfectamente y dejan en el lector una sensación de plenitud, de realidad cumplida y misterio resuelto.

Esta novela, con toda su complejidad de pasado y presente que se cruzan y entrecruzan, y que cabría también ser calificada casi de detectivesca o policíaca, puede a la vez ser leída como una especie de apasionado y a la vez lúcido homenaje a aquellos lejanos compatriotas nuestros de Sepharad. Como se explicita en las últimas líneas de este libro, «merecía la pena que se conociera la historia de estos judíos que poblaron la Baja Extremadura y que iniciaron la diáspora sefardí con la llave de su vivienda, signo de su identidad». De su identidad española irrenunciable.