LAS GUARDAS
Decencia

Decencia
La decencia y la esencia están muy conectadas. Tanto que una nos acerca a la otra y viceversa. Esencia es ser y esencia es estar en armonía con la naturaleza. En las últimas semanas se han otorgado algunos premios literarios, premios ausentes de esencia, premios que abandonan la decencia. Porque los premios de nuestro tiempo son el reflejo del fracaso de nuestra sociedad, el escaparate de nuestras miserias.
Se confunde la esencia con lo siniestro, es como si la cultura hubiera entrado en un clima de presbicia generalizada. Como si fuera la culpable de esta confusión. Lo de las calles de Cataluña es un ejemplo de la ausencia de cultura, de la falta de educación. Y todo esto trasladado a la literatura, al arte, nos lleva a una realidad cultural ausente de contenido, de falta de esencia. Hoy hace falta en la cultura más ética que estética. Más verdad. Vence el más tonto, el más lelo. La literatura ha pasado de ser esencia para convertirse en una foto de Instagram. La literatura ha dejado de ser un aliciente, ahora es puro accidente irracional e inexplicable. No se escribe literatura, y aquellos que lo hacen permanecen en el bello anonimato del silencio, en la compañía paciente de la soledad, en el trágico y bello sentido de la esencia verdadera. Y lo hacen con decencia. Negar la ética es perder la esencia, es vivir sin decencia, sin cultura sin arte. Alejados de lo bello y lo bueno. Pero no queremos escuchar la verdad de las cosas. Nos vale la mentira, nos llena la indecencia, nos acoge la vulgaridad que siempre es mediocridad.
Escribía Krishnamurti: «Sin experimentar la esencia, no hay belleza. La belleza está meramente en las cosas exteriores o en los íntimos pensamientos, sentimientos e ideas; la belleza existe más allá de este pensar y sentir. La belleza es esta esencia».
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