Publicada por la editorial Actas, el profesor Cuenca Toribio en esta última obra que nos presenta, y que recoge una nutrida e iluminadora serie de artículos y ensayos publicados en diferentes medios españoles, nos ofrece un ilustrativo viaje por la historia y la cultura española a lo largo aproximadamente de una década, con importantes incursiones, al hilo de los centenarios y conmemoraciones de rigor, por los escenarios del devenir y la política internacionales. El historiador ha ido auscultando el pulso vital y cultural de una década -los años de la crisis-, temperadamente ha levantado testimonio de ello, y nos ofrece en estas nutridas páginas su interpretación y diagnóstico.

Así artículo a artículo, este fidelísimo y docto discípulo de Clío ha ido perfilando un crítico y ecuánime comentario personal, al margen de unidimensionales sectarismos a los que tan habituados estamos en estos años en los que, desde los púlpitos laicos del pensamiento dominante y del inesquivable monopolio televisivo, se nos intenta catequizar con fervorosa y empecinada contumacia a la feligresía electora con la omnipresente doctrina del pensamiento único progresista.

El enjundioso volumen se distribuye en cuatro amplias secciones. La primera trata sobre la historia y política de España. A continuación, un segundo apartado atiende a una serie de reflexiones de política internacional, suscitadas por determinados centenarios de acontecimientos estelares que han agitado nuestro continente desde la Gran Guerra, a los aniversarios de las grandes batallas de nuestra historia contemporánea y el análisis objetivo de sus dirigentes militares y protagonistas. Una tercera sección del libro, bajo el epígrafe de «Cultura y sociedad», nos ofrece un dilatado recorrido por ilustres personalidades de nuestra historia y de nuestra cultura, para dedicar una cuarta y última sección a la valoración de una serie de grandes personajes de nuestra historia y de nuestro más pasado más reciente. Desde Jorge Manrique a Ángel Herrera Oria, Alberto Ullastres, Adolfo Suárez o Felipe González.

DE ESPAÑA Y LOS ESPAÑOLES

Anima todas estas páginas un sobrio y profundo sentimiento de españolidad, que no sólo se exalta en la valoración cordial de nuestro pasado más o menos inmediato sino en la apertura afectiva a nuestros compatriotas más anónimos y esforzados, sabiendo que la historia no sólo la protagonizan los llamados grandes hombres y sus gestas, sino el humilde ciudadano de cada día, constructor paciente, individual y colectivo, de la unamuniana intrahistoria nacional. Amor por España, por sus gestas y su historia, y por sus hombres, sin olvidar sus culturas litorales a las que el profesor Cuenca ha dedicado de siempre una cálida atención, sin dejar de lado la fraternidad racial e histórica de las tierras y gentes lusitanas, con las que compartimos nuestra paralela navegación por los siglos, a bordo de este insumergible galeón ibérico.

Y afecto por el sencillo y afanoso pueblo español genuino, por los que se enfrentan o han enfrentado con su austeridad y discreción a los azotes sociales de una crisis como la apenas superada: «Por instinto, pero también por reflexión, en ellos anidan la voluntad ética y la tensión patriótica sobre las que se alzará un día -escribe hacia el año 2012- la recuperación de las mínimas constantes vitales para que España continúe en el mapa de Europa, si no en puestos de vanguardia, cuando menos con la suficiente fuerza y poder creador que garanticen el núcleo de su identidad».

Es muy pertinente y justa esa reivindicación del español de a pie, sufrido, trabajador y modesto con la antigua y decorosa honradez del mejor pueblo español de siempre, de padres y madres de familia anónimos, que levantan su patria cada día, en contraste con tanta transitoria prepotencia y avidez de ciertos gobernantes y tribunos.

Nuestro historiador, convertido en «auscultador del presente de su país y del mundo, se afana por esclarecer en estas páginas algún extremo de las innumerables sombras y enigmas que ofrece la actualidad tumultuosa, de un período como el comienzo del tercer milenio, más rico en interrogantes que en respuestas y explicaciones convincentes: desde la caída del Muro de Berlín en el otoño de 1989 y el consolidamiento de la China postmaoísta como actor de primer orden del principal escenario internacional (...), ahondando más en tan conturbadora perspectiva, la gran crisis económica de septiembre de 2008 (que) ennegreció hasta límites a las veces catastrofistas el horizonte turbador de la Humanidad».

Tales son los afanes y objetivos que mueven la pluma del profesor Cuenca, ofreciéndonos todos estos acontecimientos desde una perspectiva afirmada en las raíces cristianas de un pensamiento conservador y liberal, aunque más amigo aún que de dichos presupuestos ideológicos de lo que los objetivos datos de la ciencia histórica pueden ofrecerle en su configuración de la verdad.

Este desvío del discurso cultural oficialista -discurso oficialista que en la actualidad también lo hay, como también lo hubiera in illo tempore-, le lleva a valorar debidamente instituciones y personalidades que dicho patrón cultural vigente da, injustamente, por ineficaces o inútiles. Así, en su inicial artículo «Sevilla, Universidad, 1948-1951», Cuenca Toribio reacciona ante la descalificación por parte de un notable memorialista y poeta jerezano, que tachara en su libro a la Facultad hispalense de entonces de una Facultad inservible». Ni el profesor Cuenca ni el que subscribe estos apuntes podrímos dejar de reaccionar ante los que, desde el hoy, dictaminan la presunta invalidez cultural de unas décadas en las que tanto él como yo mismo nos formáramos académicamente.

Una serie de ensayos sobre la cultura de España y los españoles, como los dedicados a Julián Marías y otros insignes profesores universitarios del ayer, así como otros que glosan la historia y política internacional ilustran el volumen con la amplitud de conocimiento y compresión de nuestro historiador, como los dedicados a reflexionar sobre los diversos aniversarios de los dos conflictos mundiales: en el 2014, centenario del estallido de la Gran Guerra, aquella hecatombe suicida que marcó el declive del Viejo Continente como gran potencia rectora y que rompió lo que el ilustre catalán Eugeni d’Ors llamaba la «unidad moral de Europa».

El desastre que supuso la conflagración europea se simboliza en el desencanto de dos de los cantores de estos grandes imperios, que sufrirían bien ya su decadencia o su total desaparición con la contienda; me refiero al novelista y poeta británico Rudyard Kipling, bardo épico de las glorias del imperio británico, que padeciera la pérdida de su único hijo varón, John, de 18 años, alistado en los Irish Guards, a instancias del patriotismo paterno, y dado por desaparecido en el campo de batalla de Loos, sin que nunca pudiera ser localizado su cuerpo, lo que sumió al escritor en una amarga depresión. Dicha pérdida suscitó en el poeta una serie de desencantados epitafios, severamente amargos, como el que traducimos a continuación: «Si alguna vez te preguntaran que por qué morimos,/respóndeles: Nuestros padres mintieron».

Naturalmente en esta galería de varones ilustres no podía falta la melancólica y esplendente figura de Jovellanos, «el más grande español de su tiempo y de buena parte de los venideros», que el maestro Goya inmortalizó en esa reveladora y apesadumbrada -¿desilusionada?- actitud de los que se vuelcan en el servicio y en el sueño de su patria, y tantas veces ven obstruida su labor.

Y entre tantas figuras ilustres, la reivindicación de escritores postergados como el iluminador Azorín de nuestra juventud, que nos enseñara a amar la España clara de los Siglos de Oro y de nuestra Ilustración, entre otras tantas páginas debidas a su pluma «mojada siempre en un patriotismo acendrado».

‘Historia y actualidad 5’. Autor: José Manuel Cuenca Toribio. Editorial: Actas. Madrid, 2019.