‘Galería de rara antigüedad’. Autor: Jaime Siles. Editorial: Visor. Madrid, 2019.

Son pocos los grandes poetas consagrados, de amplio reconocimiento nacional, que mantienen una altura lírica envidiable en cada poemario nuevo que publican. En las últimas décadas, junto a autores de la talla de Antonio Colinas, Carnero o Gimferrer, todos ellos ligados de un modo u otro a la generación Novísima -no tanto Colinas, salvo en sus dos o tres primeros poemarios-, el más joven adscrito a dicho grupo, Jaime Siles (Valencia, 1951), ha conseguido elaborar un itinerario de carácter lírico muy sólido y compacto, dando a la luz títulos esenciales como, por ejemplo, Semáforos, semáforos (1989), Premio Internacional Loewe de poesía, Himnos tardíos (1999), Premio Internacional Generación del 27, o Desnudos y acuarelas (2009), Premio Tiflos. En todos los libros mencionados, y en otros suyos, palpita la voz personal de un autor que domina la forma y la música del poema como muy pocos en este país, donde últimamente se está publicando ese tipo de poesía descafeinada, cursi y romanticona, marwánica y deffrediana, que tanto interés viene despertando entre púberes y adolescentes con acné.

No obstante, no todo es, por suerte, mala lírica. A Dios gracias, Jaime Siles (Valencia, 1951) desde sus comienzos apuesta por la poesía luminosa, en estado puro, lo que se agradece hoy más que nunca en vistas de cómo está el patio poético nacional. Aquí en este nuevo libro, Galería de rara antigüedad, con el que ha obtenido el Premio Gil de Biedma en su última edición, Siles vuelve a ofrecernos lo mejor de su obra lírica en piezas de una calidad estética admirable que nos hacen confiar en que, pese a deffreds y marwanes, la poesía en estado puro es posible aún. Así, el enorme vate valenciano va derramando a lo largo de este libro versos y poemas sublimes, impregnados de un tono épico elegante, esbelto, emotivo, incluso nostálgico a veces, pero nunca gélido, envarado. Hacía ya mucho tiempo que uno no leía versos de un fondo épico y sagrado como estos: «Todos fueron quemados junto a sus caramillos,/mientras Pan en su selva, armado con su siringa/hecha de cañas, hizo un ceño en su rostro y sonrió».

Y unas líneas después el autor añade estos otros: «Su sangre fue cayendo/por las gradas del templo y su mancha/en el mármol de todas las columnas/floreció». Un tono envolvente de ternura legendaria y sensibilidad clásica, en un sentido literal, recorre este noble retablo de horas épicas donde el tiempo es elástico, líquido y sonoro, y va y viene a su aire, de un sitio para otro, con la voz del poeta encapsulada en las pupilas de un chico que mira la historia con asombro y se siente guerrero, sabio, filósofo, dios incluso de un tembloroso cielo de papel con columnas de seda y bóvedas de amor: «Yo soy aquel muchacho que hizo una/de aquellas dos preguntas al sabio Aristón./Entre tanto, él ha muerto y yo he envejecido/cansado de vivir en la metáfora./Por eso me pregunto si la muerte lo es». Muerte y vida, sueño y dolor, lucha y paz, miedo y esperanza, pensamiento y emoción, ternura y pasión, y muchos más conceptos e ideas sublimes se funden y amalgaman en esta hermosa Galería de rara antigüedad, donde el tiempo aparece inmóvil, disecado, como un ánade esbelto en la penumbra anaranjada del viejo almacén donde un gran taxidermista, como es Jaime Siles, colecciona con esmero las piezas poéticas más elaboradas conformando un enjambre de poemas zigzagueantes que tienen raíz en la luz de un mundo clásico que el poeta domina a la perfección.

A quienes seguimos la obra lírica de Siles desde la adolescencia, nos ha sorprendido este libro por su rigor estético y su atmósfera genuina, pues nos abre un espacio de dioses humildes, humanizados, a los que tuteamos en su horizontalidad.

Aquí hallamos poemas verdaderamente hipnóticos, como, por ejemplo, el que abre la puerta del volumen, titulado «La cuestión homérica: a vueltas con la Iliada», donde fulgen estos versos: «El texto no ha cambiado y sigue siendo el mismo…/Héctor y los troyanos, y las flechas de ambos/se cruzan en el aire como enjambres de abejas/y las lanzas de bronce brillan bajo el intenso sol».

Lirismo, emoción, épica, estética y misterio, música y amor limpio a las raíces de los clásicos armonizan el fondo y la forma de este libro, este retablo inmenso de horas épicas cosido por una luz intemporal.