Escribía George Santayana en Los reinos del ser (1942) que «la fantasía poética, creativa y original, no es una forma secundaria de la sensibilidad, sino su primera y única forma». Y añadía, además: «Las bellas artes son, pues, más antiguas que el trabajo servil, y la cualidad poética de la experiencia es más fundamental que su valor científico».

Confirmado, ya hay más escritores que lectores. Y también asegurado, ya hay más editoriales que lectores. Estamos en una época provechosa. O mejor dicho, ajena al provecho, porque la mayoría de lo que se publica no tiene ningún interés literario. Los escritores y las editoriales crecen como el bambú en las zonas húmedas. El escritor tiene necesidad de publicar, y las nuevas editoriales (y muchas de las antiguas), el único filtro que poseen en la actualidad es el de la venta. Si algo vende, da igual que no sea literatura, se publica.

Una editorial debe seguir siendo un filtro, pero un filtro literario, ajeno a las modas y al marketing de la venta fácil. Sin ese filtro, que debe ser ajeno igualmente a los gustos, el bambú se convierte en humo. Los lectores, que siempre deben tener la razón, aunque nos pese en algunos casos, ayudan poco. Pero deben recibir verdadera literatura para poder jugar y emitir un juicio. Para esto el lector debe disponer de un criterio. Filtro y criterio son dos términos fundamentales que hoy día escasean. Y el resultado lo pueden comprobar, bambú, solo bambú, que pertenece a la familia de las poáceas o gramíneas, y estamos ya atacados por la alergia. Las mesas de novedades se llenan de basura alérgica.

Pueden o no pueden estar de acuerdo con estas palabras. Pero Santayana apostilla: «Si cada uno se declara competente y próspero en su propio mundo, nada sabría del mundo de sus vecinos».