Las alas de lo azul tienden su amor sonoro en las esquinas del silencio. Juan Cobos Wilkins siempre dibujó el corazón de los perdedores, de los caídos entre los brazos de la luz, con la inocencia de un ángel rebelde.

Sus versos tienen alas luminosas: «Un niño pisa la escarcha y los carámbanos/ camino de la escuela». Ahí se despliega, entre alas de oro, su autenticidad, la rebeldía esbelta de un poeta que cree en la libertad y la soledad frente a la sumisión y el gregarismo.

Donde los ángeles se suicidan es un resplandor gótico de amor que cae a la tierra y abre el infinito.

El poeta es asistido por un ángel en este libro espléndido, antológico, que ha editado La isla de Siltolá. En el discurso añil de Cobos Wilkins uno descubre «la llama de clausura», el corazón límpido de un ángel que signa con su ramo de palabras la insumisión de la melancolía, la rebeldía azul de la verdad.