Ausencias que marcan

Cada uno de los relatos que se recogen en este libro han tenido un reconocimiento. Por ello quizás hay que entender este libro como una oportunidad de leer y valorar de forma reunida cada una de estas propuestas, sin el típico prejuicio de pensar que estamos ante un cazador de premios. Clavero sabe construir el relato. Sabe dónde tiene que dotarlo de vigor, dónde subir el volumen, dónde modularlo. No hay idea buena si luego no se sabe materializar, y para ello es fundamental conocer los tiempos del relato y acompasar bien cada uno de esos pasos, dándoles el calor y la intensidad suficientes. La heterogeneidad de las temáticas no esconde un cierto estilo, una forma de tratar el lenguaje y las acciones, de mostrar ese elenco de personajes que dejan a la intemperie la tragedia que puede representar existir, estar en el sitio y momento exactos, y para ello no escatima en la angustia de personajes. Veinte piezas para disfrutar del cuento, para dejarse sorprender por las acciones y los giros de cada pieza, para dejarnos en suspense frente al pensamiento que provocan, pero sobre todo por la ternura y empatía hacia personajes a los que siempre parece faltarles esa chispa de suerte, esa presencia que los lleve a puerto seguro.