-¿Quién es para usted García Baena?

-Pablo ha sido para mí dos cosas complementarias: primero, un maestro y, luego, un amigo. Más de una vez he contado el papel central que desempeñó en la consolidación de mi vocación poética. Siendo un adolescente me acerqué, como todo el mundo, a la colección de poesía que entonces marcaba el rumbo y era registro de calidad, la colección Adonáis. En un viaje a Madrid, en 1964, compré Antiguo muchacho de Pablo García Baena, que se había publicado en 1950. En septiembre de aquel mismo año me trasladé desde Valencia a Barcelona para cursar la licenciatura de Ciencias Económicas, y allí conseguí, al año siguiente, la última edición de La realidad y el deseo de Luis Cernuda. En esa edición de 1965 viene el último y mejor de los libros de Cernuda, Desolación de la quimera, aparecido en 1962, en el que constaté las infinitas posibilidades de lo que se llama «monólogo dramático». También, por supuesto, el cuidado de la palabra, la riqueza de la imaginación y la profundidad de la emoción regida por el pensamiento. En seguida me di cuenta de la vecindad entre Cernuda y Pablo. Más tarde, cuando empecé a estudiar el entorno de Pablo, es decir, la revista Cántico y sus poetas, supe que en ellos existía una consciente voluntad de continuidad con la generación del 27, con Cernuda, especialmente. Rubén Darío, Cernuda, Cántico, Cavafis, fueron la inspiración de mi primer libro. Cuando decidí dedicar mi memoria de licenciatura a Cántico, conocí en persona a Pablo, a Mario López, a Juan Bernier; a Julio Aumente y Vicente Núñez, mucho más tarde. Con todos ellos, especialmente con Pablo, mantuve desde el primer momento una estrecha amistad, que no se vio nunca defraudada.

-¿Ha sido valorada su creación?

-En un primer momento no lo fue por varias razones. Ante todo, la poesía es un género literario de escasa audiencia. Además, Pablo y sus compañeros disentían de los rumbos mayoritarios de la literatura de los años 40 a 60 del pasado siglo: su barroquismo no era ni entendido ni admitido. Aunque escribieran poesía de referente religioso, su vivencia de la religiosidad no encajaba ni en la vertiente ortodoxa ni en la existencialista conflictiva, y no adoptaron tampoco actitudes de crítica social. Para mayor inri, escribían fuera de Madrid y así no estaban bajo los focos. Pablo ha recordado esa primera época de ninguneo provincial, y ha llegado a decir que en los años 60 él y sus compañeros llegaron a pensar que su obra había caído en el vacío, y que era mejor no seguir insistiendo y dejar de escribir. Afortunadamente, todo cambió a mediados de la década siguiente. Una nueva generación tomó el relevo, y proclamó su vecindad y su deuda con Cántico. Creo que en las últimas décadas de su vida, Pablo fue amplia y universalmente reconocido, como merecía.

-¿Por qué tardó tanto en reconocerse su poesía?

-Ya lo he apuntado antes: porque era diferente, y pillaba a los lectores, y a los poetas mismos, con el paso cambiado. Porque era periférica, y no tenía suficiente presencia en los lugares donde se cartografía la literatura viva. Porque era difícil, manejaba un lenguaje de gran riqueza y especialización, y contenía muchas referencias culturales. Es decir, además de ser poco visible, cuanto de ella se veía militaba en contra del asentimiento que se concede instantáneamente a lo conocido y a lo esperable.

-¿Qué influencia tuvo en los Novísimos?

-Hay que tener presente que la palabra se puede utilizar en dos sentidos. En sentido estricto sólo se aplica a quienes aparecimos en la antología de 1970 que seleccionó José María Castellet. En sentido amplio, se aplica a la generación que se da a conocer desde mediados de los sesenta hasta mediados de los setenta, aproximadamente. Los componentes de la antología no tenían una estética homogénea, y la generación tampoco; además, la antología se recopiló demasiado pronto. De haberse formado a su tiempo, y si se hubiera querido que representara una estética uniforme, su nómina hubiera sido distinta, porque ni eran todos los que estaban, ni estaban todos los que eran. Esto teniendo en cuenta por dónde va, según creo, su pregunta. Si no me equivoco se refiere a aquellos componentes de la antología y de la generación que tienen una poética fundada en la presencia de referentes culturales para la expresión indirecta de la intimidad, y un uso del lenguaje que algunos llamarían neobarroco. Y no estoy diciendo que esa poética sea mejor que otra, sólo que de ella hablamos. Yo no soy el portavoz de ninguna clase de novísimos, y en puridad sólo puedo hablar de mí mismo, y si acaso hacer conjeturas sobre los demás. Para mí, Cántico fue una inspiración, especialmente Pablo. Creo que mi escritura está en una tradición que pasa tanto por él como por el 27, el Modernismo, el Simbolismo y el Barroco. Y creo también que, objetivamente analizada, la de otros compañeros de generación o de antología está en esa misma línea.

-El presidente de la Asociación de Escritores y Críticos Literarios de Andalucía, Francisco Morales, lamentaba hace unos días que no se le hubiera concedido a Pablo el Premio Cervantes. ¿Debería haberlo tenido?

-En la medida en que los premios literarios reflejen los valores literarios, claro que sí. Pero la relación entre el mérito y el reconocimiento es siempre imprecisa y ambigua, y el mejor premio es el que esperaba Cernuda en su poema «A un poeta futuro». No hay duda de que le hubiera convenido, pero tampoco merma su valor un ápice lo contrario.

-Si tuviera que recomendar la lectura de la obra de García Baena, ¿qué le diría al lector?

-Yo diría que para que la poesía nos interese y nos llegue ha de afectar a nuestras emociones básicas, a los problemas de nuestra autodefinición como seres humanos; y al mismo tiempo señalaría que lo que no aporta novedad nos deja indiferentes y nos aburre. La relación con la condición humana es imprescindible para que la poesía tenga sentido, pero la condición humana escrita puede carecer de significado si se queda en la confesión de emociones de primer grado. Volviendo a su pregunta, yo diría que en los poemas de Pablo, como en los de sus semejantes, la expresión de lo humano adquiere un nuevo significado gracias a la riqueza de la palabra y la amplitud de la imaginación.

-¿Qué libro aconsejaría del poeta cordobés?

-Los tres que representan su madurez y su más alta sabiduría: Antiguo muchacho, Junio y Óleo. Pero Pablo es autor de una obra no demasiado amplia y muy cuidada, que yo recomendaría leer entera.