Nada puede elevarse por encima del silencio cuando el frío lo viste de líquenes o de musgo junto a un curso de agua o en la inmensidad de un bosque donde los chopos juegan con la luz. La poesía de Gonzalo Hermo cabe ahí, en ese silencio profundo de los bosques y en los recovecos más dulces de la luz: «No queda tiempo para entrar en el bosque. /Demasiada luz para ser tan tarde» (Pág. 32). El silencio es la luz de las casas abandonadas, pero el silencio también tiene cabida en el resplandor del frío del invierno que habita en los ángulos de la melancolía y en los vértices álgidos de su celebración. Hay mucho silencio magnético y profundo en Celebración, un poemario de honda altura, o mejor definido: de alta profundidad. En los mejores poemas de este libro confluyen en la misma sustancia los contrarios: la altura y la hondura, el dolor y la alegría.

La poesía más esbelta y profunda al mismo tiempo es aquella que puede tocarse con los dedos de la melancolía y el sosiego violeta del alma, cuando el resplandor de un verso o de una palabra entra en nuestro corazón desvalijando el silencio que lo habita, transformando las sombras en un resplandor celeste que, de alguna manera, evoca eternidad. Hay muchos poemas que son desfibriladores en el cálido libro de Gonzalo Hermo, esta Celebración de los sentidos que produce equilibrio y un insólito entusiasmo, llamémosle gozo, en aquel que entra en el fondo de unos versos tallados por el plácido buril de una voz poética joven, tersa y pura, tintada de una brillante madurez: «Hace frío, a veces, en la escritura.../ Cuando él y yo nos diluimos/ al paso/ del poema» (Pág. 18).

La poesía de Gonzalo Hermo es elevada y, al mismo tiempo, arraigada en cada verso de este noble poemario editado en la Bella Varsovia de una forma exquisita, con un gusto singular, pues la portada del libro es ya de entrada una celebración de los sentidos apegados al fulgor de la Naturaleza.

En la mágica foto que lo ilustra (realizada por la poeta María Sánchez), uno halla la imagen del frío y la humedad de una poesía próxima a la tierra, al mensaje telúrico de un pétreo y firme amor: «El viento del norte sutura tu verbo a esta casa./ Instala nuestro miedo en la raíz./ Le pone nombre a aquello que por largo tiempo creímos/ amar» (Pág. 50).

Hay en los poemas de Gonzalo Hermo (Rianxo, 1987) un fulgor inocente que crece en la humedad de las pasiones azules y los reencuentros, esa luz diamantina que hallamos en el invierno al pie del camino, en cualquier piedra o arbusto, en cualquier rama seca o desnuda, en cualquier pájaro ovillado en la hierba, o en la soledad de un perro que ladra en los labios del atardecer. La voz misteriosa, suave y agridulce a un tiempo, de Gonzalo Hermo pespuntea los sigilos, los adioses más íntimos, los abrazos y los reencuentros mediante un discurso poético esencial, donde no sobra nada y fulge ese murmullo que a veces nos deja la infelicidad sublime de saber que el amor nunca será eterno y, por ello, es urgente disfrutarlo en la humedad de los labios que esperan la dádiva del otro: «...Háblame de las aves que chocan contra la ventana porque/ tienen calor/ de cómo el otro que me ama/ extingue su sonido desde la puerta/ cuando todos apagan las luces y dormimos» (Pág. 31). El amor que traspasa y empapa los rincones de este libro exquisito no se apaga nunca. La Bella Varsovia viene editando últimamente libros memorables, entre los que destacamos Cuaderno de campo, de la poeta cordobesa María Sánchez, y Raíces aéreas, de Patricia Gonzalo de Jesús, y ahora, con la edición de este poemario, Celebración, de Gonzalo Hermo, Premio Nacional Miguel Hernández de poesía joven, vuelve a dar de pleno en la diana de la poesía excelente, demostrando con ello que se ha convertido en una de las mejores editoriales poéticas del país. Leer libros como los anteriormente citados es algo impagable en una época agridulce de marwanes y otros poetas juveniles que venden poesía de nula calidad. El lector que se acerque a este libro prodigioso de Gonzalo Hermo tocará el feliz misterio del invierno posado en los nombres, en los objetos, en los cuerpos que abriga el resplandor del frío que fulge en la orilla de la palabra amor.

‘Celebración’. Autor: Gonzalo Hermo. Edita: La Bella Varsovia. Madrid, 2017